En el filme Los Colonos (2023), un grupo de hombres realiza una expedición por la inhóspita Patagonia chilena del siglo XIX. El vacío hostil y ensordecedor se modula en personajes siniestros que eligen cumplir con un encargo de manera desquiciada, con una atrocidad que roza lo sobrenatural.
Expediciones semejantes se repitieron en la historia de la conquista del sur remoto, como si el territorio se alimentara de ellas para convertirse en un escenario sin moral posible. Calle Londres 38 (Anagrama, 2025) vuelve a aquellas latitudes gracias al trabajo del periodista inglés Philippe Sands, quien reconstruye los pasos del exoficial de la SS Walther Rauff, refugiado en la ciudad chilena de Punta Arenas en 1958.
Esta obra periodística monumental aborda en simultáneo la detención del dictador Augusto Pinochet en Londres en 1998, alcanzando un contrapunto temporal apasionante.
La disposición de estas líneas argumentales responde al objetivo que guía la investigación de Sands: encontrar evidencia sólida de la implicación de Rauff en la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional) durante la dictadura de Pinochet.
El periodista confirma que Rauff y el dictador se conocieron y fueron amigos, lo que explicaría el traslado de la familia Rauff desde Alemania a Chile.
Cita, además, testimonios de quienes dicen haber visto al oficial en Colonia Dignidad, en centros de detención y de tortura, pero las descripciones no terminan de ser congruentes. Rauff se convierte en un personaje esquivo, obsesionado con un anonimato que lo protege aún décadas después de su muerte.
Con el mismo suspenso cargado de intriga y detalles, reconstruye la intervención de Baltasar Garzón que devino en la detención de Pinochet en Londres.
Con la adrenalina de la que a menudo carecen las instancias judiciales, expone el trabajo a contrarreloj, la relevancia del Juicio a las Juntas Militares en Argentina y de las agrupaciones de derechos humanos chilenas que aportaron la información necesaria para avanzar por el camino de la justicia, que en Chile era incipiente.

Pasado liviano
Uno de los datos que vuelven célebre a Rauff fue su creatividad para el exterminio. En la historia del Tercer Reich, este oficial trascendió por diseñar furgones para trasladar judíos y reducir los costos de la tarea.
En apariencia eran simples camiones sanitarios, pero tenían alteraciones en el caño de escape (he aquí el toque Rauff) para asfixiar a los pasajeros mientras circulaban por los caminos. De esa manera, se ahorraban los gastos y las molestias de alojarlos en un lugar.
En 1962, Rauff fue detenido en la Patagonia chilena acusado por un tribunal de Hannover de su involucramiento con los furgones que asesinaron a más de 90 mil judíos. Al momento de la detención, Rauff se refirió a sí mismo como otra víctima de la guerra, un inocente que no sabe de qué se le acusa, un simple coronel de despacho que firmaba papeles.
Es una defensa habitual en quienes cayeron bajo el mismo tribunal. Es la que usó Adolf Eichmann (inspiración del concepto arendtiano “banalidad del mal”), funcionario que señaló a Rauff como el responsable de los furgones de exterminio.
Sands muestra que a medida que construía su vida en Chile hasta el día de su muerte en 1984, Rauff se distanciaba de un pasado del que no tenía ninguna responsabilidad, a pesar de haber celebrado hasta el último de sus días el cumpleaños de Adolf Hitler. El pasado era para él una circunstancia remota sin conexión con el presente.
Una actitud similar fue la que demostró al público Pinochet. Al ser interrogado por su relación con Rauff, dijo no haberlo conocido, que los crímenes de los que se lo acusó pasaron hace mucho y que él nada podía hacer. De manera similar, leía su propio accionar, especialmente el que tuvo cuando ocupó el poder.
Poco después de su muerte, se difundió un último mensaje suyo en el que afirmaba que el golpe de Estado había sido necesario, que todos los procedimientos llevados a cabo estaban justificados, y que las muertes y las desapariciones habían sido inevitables.
Olvido o redención
El trabajo de Sands permite encontrar que Rauff y Pinochet comparten, entre muchas otras cosas, una misma lectura de su involucramiento en la historia. Irónicamente es una lectura que se cristaliza en una Historia ahistórica, en tanto pervierte el sentido de la expresión sartreana “el hombre y sus circunstancias” para evitar una toma de conciencia que los vuelva cabalmente responsables de hechos atroces.
Se piensan a sí mismos como sujetos de acciones sin conexión entre sí, hombres que obedecen un destino de época y que actúan movidos por el deber ser de la Historia que sería, en definitiva, la única culpable y responsable.
Señalan con insistencia el contexto en un intento de agotar en él toda explicación posible. Así, el pasado es meramente aquello que ya pasó, una dirección opuesta a la del presente que es necesario superar para mirar hacia el futuro.
El testimonio como género de la historia cultural revela un sentido contrario. En Vueltas y revueltas del testimonio en América Latina (Clacso, 2024), Teresa Basile realiza un exhaustivo análisis del tratamiento que este género tuvo al abordar historias del terrorismo de Estado.
El valor fundamental que le concede al testimonio reside en su actualización en el presente de acontecimientos ocurridos en el pasado.
Es en esa distancia donde radica la posibilidad de una reflexión ética y política que refuerza la imbricación de la historia privada con la social, a los fines de abonar una comprensión multidimensional de los procesos históricos.
El extenso tratamiento y análisis de Basile se construye sobre la comprensión de la temporalidad en un sentido redentorista: el presente y el futuro llevan consigo el pasado como deudas colectivas para ser saldadas.
Es una concepción que profundiza la politización del presente, el carácter procesual de aquello que en boca de los involucrados en el terrorismo de Estado se reúne en un testimonio que en realidad no revela lo acontecido, no tiene ninguna verdad, sino el reconocimiento y a veces incluso la jactancia de haber participado en una guerra.
De allí que por parte de Rauff y de Pinochet no haya existido (ni hubiera podido existir) la Historia, sino un mero relato del pasado.
Tiempo y lugar
El arduo trabajo de Sands añade un capítulo más a la ensombrecida historia de la Patagonia chilena, en sintonía con los rumores de su contrapartida argentina.
La reconstrucción de la época, del territorio y de los hechos actualiza esa mística oblicua que se alimenta de la desolación para instalar el silencio, para hacer de la desaparición un refugio o un destino.
Calle Londres 38 es una invitación general a pensar en la gesta y la consolidación de los procesos históricos, de las guerras inventadas que necesitan del encubrimiento de gobiernos nacionales.
Promueve una reflexión y una toma de posición sobre cómo comprendemos la Historia y, fundamentalmente, cómo nos comprendemos en relación con ella. Si aún no lo sabemos, los testimonios que recupera Sands resultan más que orientadores.

Para leer Calle Londres 38
Anagrama.
584 páginas.
43.500 pesos.