Cada vez que visito una librería, encuentro un nuevo ejemplar sobre la filosofía del momento: el estoicismo. La mayoría de los libros no son las obras clásicas de los representantes de esta escuela que nació hacia el 300 a. C, sino astutos autores que estiran la filosofía hacia la autoayuda. Este boom no es casualidad; responde a miedos y a demandas sociales que debemos atender.
La última vez encontré 15 títulos que enseñan más o menos didácticamente a vivir bajo los preceptos estoicos. Algunos pretenden algo de seriedad y otros son más pop, como una edición de las Meditaciones de Marco Aurelio intervenida por un coach de productividad, con anotaciones al margen, subrayados y cancheros dibujitos para aplicar las enseñanzas de un emperador romano que vivió casi 20 siglos atrás.
Me enteré, además, que todos los años desde 2012 se lleva a cabo la “Semana estoica”, una actividad realizada por académicos de la Universidad de Exeter. Durante siete días, quienes se sumen recibirán actividades online para vivir como un estoico moderno. En su página web se recogen textuales de asistentes que aseguran que el curso les permitió ser más felices, no sufrir con tanta facilidad y saber cuán preparados están para el futuro.
Qué útil resulta en estos tiempos aciagos contar con una receta para evitar el sufrimiento.
Islas
Marco Aurelio escribió las Meditaciones hacia el final de su vida. Es casi un diario personal publicado póstumamente, en el que se leen las preocupaciones y las reflexiones de un emperador en plena campaña militar. Es un contexto ideal para aferrarse a los fundamentos del estoicismo que indican aceptar lo inevitable, enfocarse en las propias reacciones ante un mundo tumultuoso e incomprensible con vistas a alcanzar la virtud. Se propone un distanciamiento de los hechos, actualmente muy bien recibido por empresarios y líderes hambrientos de éxito, o sea, de dinero.
El reverso de estos preceptos explica las razones de su popularidad. El filósofo Isaiah Berlin expuso en una exquisita síntesis los riesgos políticos y éticos que entraña el estoicismo en una sociedad moderna. En Las raíces del Romanticismo (1965) señala que la prédica de los estoicos se extendió cuando en la Antigüedad griega empezaron a destruirse las ciudades-Estado, cuando la incertidumbre sobre el futuro se sobrellevó con la búsqueda de la salvación personal.
Esta crisis de lo conocido hizo que la política y la ética se volvieran irrelevantes, que exponentes incuestionables del conocimiento como Platón y Aristóteles fueran considerados triviales. Se trata, según Berlin, de una retirada hacia una “ciudadela interior”, donde somos amos y señores de nuestro reino impenetrable, donde escapamos de la vulnerabilidad y construimos ese mundo soñado que la realidad me impide.
La semejanza con nuestra época es desoladora.
Superficies de placer
El estoicismo moderno es una escuela filosófica muy seductora para quienes rechazan la fe y abrazan la razón para dirigir sus vidas. Es especialmente conveniente cuando los tiempos invitan al aislamiento, a una retirada de los espacios sociales comunes demonizados en la pandemia.
Se trata de una radicalización del individualismo que, como sucedió con el rechazo a Platón y a Aristóteles, desprestigia la ciencia para rebajarla al nivel de la opinión personal. La verdad y la falsedad se vuelven intercambiables; la empatía es debilidad y la crueldad se legitima; la ignorancia es cool; los demás resultan una variable que obstaculiza mi desarrollo personal.
Una de las razones que explica la proliferación de novedades editoriales sobre el estoicismo es la enorme recepción que tiene entre el público joven. Se trata de una juventud que no aspira a rebelarse contra ninguna imposición, que se motiva por el culto a sí mismo y que evita la fricción de la realidad.
La utilización moderna del estoicismo se resume en el consuelo de que es posible vivir en un mundo de algodones, de superficies suaves como la pantalla del celular, sin confrontaciones ni desafíos, en una virtualidad sin consecuencias reales. Es una ficción que nos deja solos y vulnerables política y psicológicamente.