Habitualmente relegada a un lugar menor en las jerarquías literarias, la historieta ocupa un lugar destacado en la vigente 49° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, al menos por contar como invitada estelar a la surcoreana Keum Suk Gendry-Kim (1971). La autora participa de dos presentaciones centrales en el evento que corre del 24 de abril al 12 de mayo con sede en la Rural porteña, con María del Pilar Álvarez y Claudia Piñeiro como mediadoras, a la vez que Penguin distribuye su aclamada novela gráfica Hierba junto a títulos como La espera y Perros.
La separación forzada por la guerra o la condena a las mujeres infértiles son temas de los libros de Gendry-Kim, que ha sabido llevar el cómic más allá de su gueto en línea con obras unívocas como Maus de Art Spiegelman o Persépolis de Marjane Satrapi, conjugando inquietud personal con acontecimientos colectivos.
Es lo que ocurre en Hierba, la voluminosa obra traducida a numerosos idiomas que la consolidó en el medio, en donde Gendry-Kim recrea de primera mano los devastadores testimonios de la anciana Lee Ok-Sun. A pesar de su hablar afable, incluso jocoso, Ok-Sun le revela a la autora su pasado como esclava sexual de los japoneses (bajo el eufemismo “mujer de consuelo”) durante la Segunda Guerra Mundial, condición que compartió con otras jóvenes que no vivieron para contarlo.
Gendry-Kim dibuja con pulso manga el arco vital de la protagonista, suprimiendo las instancias abyectas con un rotundo negro e intercalando postales majestuosas de la naturaleza, una visión perenne y poética de la experiencia que le da título a la obra. Por debajo de su apariencia oriental, Hierba desliza asimismo el cómic europeo que la autora absorbió en los diecisiete años en que vivió en Francia, donde trabajó como traductora y conoció a su actual marido con el que ha vuelto a residir en Corea del Sur.
¿Cómo nace -se siembra- Hierba? “En 2013 publiqué una historia que también trataba el tema de la esclavitud sexual de las mujeres bajo el yugo del ejército japonés (“Secretos”). Sentí mucha pena tras dibujarla y decidí narrar un relato semejante pero desde la perspectiva de la mujer”, dice Gendry-Kim, invitada por la Asociación Civil de Coreanos en la Argentina y la Fundación Man Young, en un bar de Buenos Aires.
Y completa: “En Hierba casi no hay ficción. Acudí a mi imaginación solo para dar forma a algunos de los lugares por donde pasa Ok-Sun, como los prostíbulos. Como no había fotos, solo textos relacionados al tema, tuve que imaginarlos. Pero en general fui armando la historia a través de mis encuentros con historiadores o con las abuelas-víctimas sobrevivientes”.

-¿Cómo fue elaborar en dibujos una narración tan cruenta y lacerante?
-Cuando uno está muy aferrado a sentimientos de enojo o de ira no se llega a ningún punto, no se llega a ningún objetivo. Entonces decidí abordar la historia desde atrás, o de costado. Más que nada me limité a escuchar las palabras de Ok-Sun. Me amparé en hechos reales, concretos.
-¿Por qué llamaste “Hierba” al libro? ¿Qué te hizo evocar la naturaleza?
-Las mujeres a nivel mundial siempre son comparadas con una flor, “sos linda como tal flor”. Acá creo que eso no es tan común, pero en Corea sí es bastante usual esa comparación. Todas las personas son importantes, sean bellas o no, pero las mujeres de esta historia no fueron respetadas, no fueron cuidadas como si fueran flores. Fueron de hecho arrastradas, pisadas. La hierba sin embargo es resistente, por eso le puse ese título.
Respetar al otro
-¿Qué motivó tu migración a Francia y el posterior regreso a tu país?
-Me fui de Corea porque vivir como mujer allá es difícil, es una sociedad bien machista, de allí que elegí Europa. Pero mi marido es francés, y él quería conocer Corea. Al principio dijimos “vayamos un año, veamos qué tal va”. Nos volvimos entonces a Corea, y resulta que Corea cambió bastante en los últimos años, en sentido positivo. Por eso nos quedamos.
-¿Cómo fue tu vida en Occidente? ¿Cómo influyó en tu trabajo de artista?
-No fue un gran choque cultural para mí. Mi experiencia como traductora de cómics del coreano al francés me sirvió para conocer una diversidad de distintos estilos de dibujo y de escritura. Empecé a traducir por problemas económicos, pero dedicándome a ese oficio aprendí que el cómic o manga es un arte, y también que en ese lenguaje se pueden expresar muchas cosas y uno puede crear su mundo, hablar sobre su historia, y así fui entrando de a poco en el universo del manga. Nunca pensé mi arte en términos de tradición o de modernidad, o dónde entraría mi estilo. Lo más importante para mí es sacar lo oscuro de las historias, lo más difícil y doloroso, y transmitirlo. Y encontrar una esperanza entre esos grises.
-En ese sentido, ¿qué te lleva a temas de una resonancia tan amplia, y cómo creés que se receptan estas problemáticas en una novela gráfica?
-Pienso que la fuerza de la novela gráfica es potente, siento un enorme placer creando nuevas historias, haciendo cómics. En ese proceso intento entender a otras personas y también a cómo respetar al otro. Haciendo mi libro aprendo y al mismo tiempo los lectores aprenden. Todo se aprende mediante el libro y de ahí su fortaleza. Aunque sea lentamente, la lectura va cambiando a la sociedad. Para mí el cómic, el manga, la novela gráfica son lo mismo, es una misma familia. Lo que importa es el contenido, y como últimamente hay una gran ansiedad a nivel mundial el cómic con sus ilustraciones es de fácil acceso para muchas personas. Es dibujo pero además tiene una historia, y a través de esa historia y de ese dibujo se puede comprender un poco más la cultura y la importancia del respeto.
-¿Por qué elegís el blanco y negro? ¿Cómo fuiste demarcando tu estilo?
-A los 11 años empecé a dibujar y de ahí surgió mi deseo de ser pintora. Suelo poner toda mi energía en las técnicas con las que dibujo, por ejemplo cuando salgo a pasear con mi perrito a veces agarro algún palo que está tirado en el piso o algunas hojas y con eso también pinto. En cuanto al blanco y el negro, pienso que cuando empleo el color los lectores no prestan la misma atención a la historieta. Y aunque el cielo esté pintado de negro los lectores nunca piensan que el cielo esté negro. En el corazón de cada lector ya hay color, prefiero que ellos sean libres en ese sentido y que utilicen su creatividad para imaginar sus propios colores.
Para leer a Keum Suk Gendry-Kim
Hierba. Keum Suk Gendry-Kim. Reservoir Books. 488 páginas. $ 41.899.
La espera. Keum Suk Gendry-Kim. Reservoir Books. 256 páginas. $ 26.999.
Mañana será otro día. Keum Suk Gendry-Kim. Reservoir Books. 232 páginas. $ 26.999.
Perros. Keum Suk Gendry-Kim. Reservoir Books. 248 páginas. $ 26.999.