La historia de Agustina Cámara no empezó como la de muchas escritoras. Comenzó con un llamado interior muy temprano, a los 12 años, cuando ya escribía novelas en cuadernos y soñaba con ver su nombre impreso. Hoy, a los 28, y después de formarse como profesora de Letras Modernas y Técnica en Corrección Literaria, ya tiene cuatro libros publicados y un público fiel que la acompaña desde diferentes edades, con una pasión que cruza generaciones.
En diálogo con La Voz, Agus explicó que para ella escribir no es una cuestión de moda, ni de estrategia comercial. Escribir, dice, es una forma de decir lo que no siempre se puede nombrar. “Yo soy mi primera lectora. Escribo lo que a mí me gustaría leer, y trato de que eso también le llegue a otros. No me interesa entrar en fórmulas: busco que lo que escribo sea para todos, sin edad, sin etiquetas, sin elitismos”.
Ese “para todos” no es una fórmula vacía. En sus presentaciones ha visto cómo abuelas y nietos leen el mismo libro, cómo docentes usan sus novelas en el aula para hablar de la vida y la muerte, y cómo adolescentes le escriben agradeciendo que haya puesto en palabras algo que ellos sentían pero no sabían cómo expresar. Porque sí: en los libros de Agustina hay romance, humor y fantasía. Pero también hay enfermedades, duelos, pérdidas, vejez, y momentos de profundo dolor. Y no les teme.
Su primer libro, Menta Granizada, fue publicado en 2021 y está inspirado en una experiencia muy potente: su voluntariado en la Casa de la Bondad, un hogar para enfermos terminales sin recursos en barrio Güemes, Córdoba.
Allí llegó a los 19 años, de la mano de su papá, y se encontró con un mundo que transformó su forma de mirar la vida.
“Cuando estás cerca de la muerte, la vida tiene mucho más sentido”, resume. El libro busca que quien lo lea “pueda vivir el voluntariado sin necesidad de estar ahí”. Y lo logra. Por eso fue adoptado en muchas escuelas, donde profesoras y estudiantes lo analizan y lo recomiendan. “Agus, tu libro me cambió la vida”, confesó que le dijeron.
La autora reconoce que escribir sobre un lugar tan delicado como la Casa de la Bondad era un desafío. Pero no quiso convertirlo en un texto solemne o triste. En cambio, buscó hacerlo cercano, vital, lleno de humanidad.
Y fue ahí donde encontró su tono: historias que parecen simples, pero que esconden emociones muy hondas.
Después vino Relatos breves para valorar la vida, una suerte de continuación que funciona también de manera independiente. Allí, la protagonista del primer libro escribe sus propios textos y los acompaña con actividades de reflexión.
“Es una forma de invitar al lector a pensar en su propia vida, en sus decisiones, en sus emociones”, cuenta Agus.
Más adelante llegó Puedo aprender a quererte, una comedia romántica ambientada en una escuela cordobesa. La historia gira en torno a dos docentes que se conocen, se enfrentan y, como suele pasar, terminan viéndose de otra forma.
Es divertida, pero no por eso menos significativa. “Yo reivindico mucho la docencia, porque es un oficio que exige mucho, no sólo conocimiento, también vocación. Y en este libro está eso: el amor, sí, pero también el trabajo, la educación, la transformación”, sostiene.
El libro tiene otro gesto que parece pequeño pero no lo es: está escrito en voseo. En tiempos donde muchas editoriales pedían “neutralizar” el lenguaje para hacerlo más “universal”, Agus decidió apostar por la lengua real de sus personajes, y no se arrepiente.
Su incursión en la literatura fantástica llegó con La maldición de Ureia, una novela ambientada en un universo mágico donde una enfermera rebelde queda unida, por una maldición, a un criminal.
Están obligados a no alejarse más de un kilómetro el uno del otro, y eso da pie a una historia de vínculos, lealtades, secretos y guerras. Tiene secuela confirmada: La solución de Ureia, que saldrá este año.
“Está basada en el estilo de Enredados, pero con mucha más intensidad emocional”, dice la autora, que disfruta también de escribir universos complejos con reglas propias.
Pero más allá de los géneros, lo que une a toda su obra es una pregunta de fondo: ¿cómo se vive con lo que duele? Y, sobre todo, ¿cómo se sigue adelante? Para Agus, la literatura juvenil no tiene por qué evitar esos temas. Al contrario, puede ser un lugar donde los lectores jóvenes se sientan comprendidos, contenidos, incluso acompañados.
Su público lo confirma. Recibe mensajes de niños de 10 años que se enganchan con las historias, pero también de adultos mayores que encuentran consuelo en sus palabras.
Es habitual que una madre le compre el libro a su hija, y luego se lo quede ella. O que una abuela se lo regale a su nieta, y terminen comentándolo juntas. Esa transversalidad la emociona.
La escritura sin métodos
Sobre su proceso de escritura, Agus confiesa que no es muy estructurada. No escribe todos los días ni se impone rutinas rígidas. “Si me fuerzo, me bloqueo. Prefiero hacerme un cafecito, prender una velita, poner música… y si surge, surge. A veces escribo tres horas seguidas. A veces, nada”, dice.
Lo que sí tiene claro es que el vínculo con sus lectores es lo que más la impulsa: las devoluciones, las fotos con los libros, las preguntas por la próxima historia.
Para seguir a Agustina
Actualmente sus obras se consiguen en todas las librerías físicas del país y en tiendas online. Su Instagram, @bookspanish, es un canal de contacto directo con lectores y lectoras que le escriben todo el tiempo. “Siempre intento responder, me gusta estar cerca”.
Sobre el futuro, no da demasiados detalles, pero asegura que hay más libros en camino, y contratos ya firmados. Mientras tanto, sigue formándose, participando de charlas, talleres y presentaciones. Porque para ella, escribir también es un oficio que se aprende.
Agus advierte que la movida juvenil suele concentrarse en Buenos Aires, pero resalta que Córdoba está despertando: Sade Joven (rama juvenil de la Sociedad Argentina de Escritores) ahora convoca a autores del interior como ella, con presentaciones en la “Noche de las Lecturas” del Paseo del Buen Pastor, firmas y encuentros con lectores.
“Siempre se miraba mucho a Buenos Aires, pero ahora hay más espacios, más ferias, más redes. Y más lectores que valoran que lo nuestro también tiene voz propia”, afirma.
Y Agus es, sin dudas, una de esas voces. Su literatura es puente entre generaciones, la misma que rescata una filosofía de vida desde el voluntariado, la docencia y la identidad cordobesa.
Su tendencia al voceo, su mirada íntima, la riqueza de sus temáticas y su convocatoria en Córdoba la posicionan como una figura relevante y genuina de la narrativa juvenil nacional.