Cuando la esposa de Leonardo Puppato le leyó en voz alta un aviso en el diario de que necesitaban un enólogo para una nueva bodega en Neuquén, jamás imaginó que su vida cambiaría para siempre y que se terminaría convirtiendo en el enólogo de referencia en Argentina cuando se habla de pinot noir.
Un varietal de uva que todos temen y tratan de escurrirse de su elaboración, su fama de difícil se debe a que es un racimo muy compacto en forma de pino (de ahí su nombre) y eso lo hace propenso a los hongos; además tiene una ventana muy limitada de cosecha, y por su baja concentración de antocianos y taninos exige mucha precisión a la hora de decidir su punto de cosecha y su elaboración. Riesgo en lo agronómico y riesgo en lo enológico, sería una uva que nadie querría si no fuera porque lo que devuelve es único: elegancia sublime y complejidad armónica. Un varietal exclusivo que festeja su día internacional el 18 de agosto.

Difícil pero única
Si bien es una cepa relativamente muy poco plantada en Argentina con apenas un 1 % del total de los viñedos, cada vez es más requerida porque cumple todos los requisitos para un buen vino: es refinada, fresca, sabrosa, distinguida y por momentos puede declinar hacia un exotismo muy elegante. Las diferentes regiones en las que se planta ofrecen una diversificación interesante.
Nadie mejor que Leonardo Puppato para explicar el porqué de la difusión y triunfo del pinot noir en la Patagonia desde donde se ganó un prestigio internacional. Leo nació en Mendoza, hijo y nieto de una familia dedicada a la viticultura, una calle de la ciudad lleva el nombre de su abuelo. Su padre le transmitió el amor por la viticultura a través de la bodega familiar que aún está en manos de la familia y que Leonardo se encargó de reactivar en 2009, poco después de que su vida haya cambiado radicalmente. Después de recibirse y trabajar en el laboratorio de una bodega empezó a trabajar en Chandon en donde se formó en el manejo del pinot noir, una de las cepas que forman la base de los espumantes.
La mujer de Leonardo lo empujó a presentarse después de leerle el aviso. El envió el currículum y quedó seleccionado. Partió a Neuquén y se encontró con que estaba metido en un fabuloso y ambicioso proyecto en el que estaba todo por hacer.
En las bardas del río Neuquén, la familia de Germán Schroeder, un importante médico, había adquirido unas 200 hectáreas de un proyecto societario para hacer vinos. Había que plantar y hacer la bodega en una zona en donde nunca había habido viñedos, al menos no de esas dimensiones.
Ver ese desierto inmenso, los suelos inexplorados, las formaciones arenosas que hace millones de años dejó el río, sentir el viento furioso y las temperaturas oscilantes fueron todo un desafío en esos primeros años en los que había que tomar decisiones claves para la sostenibilidad del proyecto.
Empezaron a estudiar los suelos para saber que plantar y encontraron la primer gran sorpresa: debajo de la capa de arena y piedra, los huesos de un dinosaurio que habitó ese suelo hace millones de años. Esa sorpresa se transformó en suerte, porque mientras desarrollaban la bodega no tenían nombre, así que ese encuentro les dio la marca: Saurus.

“Empezamos a ver que se trataba de un suelo interesante pero que proponía varios desafíos. Por mi experiencia, sabía que es mezcla de piedra, arena y limo en un suelo marítimo podía ser adecuado para el pinot noir. Ese factor marítimo daba un potencial único, porque esos suelos, hace millones de años, eran mar que, al retirarse, dejó sedimentos muy ricos” explica Leonardo. Investigando encontraron tres suelos diferentes, que recorren una altura entre 300 y 370 metros sobre el nivel del mar, pero en una zona fría, de mucha amplitud térmica, mucho viento y poca lluvia, lo que hace que los riesgos con el pinot noir sean menores.
“Después de malbec, lo que más plantamos fue pinot noir, y sin dudas que fue una gran decisión porque ya en la primer cosecha nos dio la primer satisfacción y el empujón para decidirnos por hacer pinot noir como cepa insignia, cuando en 2003 ganó un primer premio en Londres”, agrega.
Conjugar clones y suelo
“Fuimos investigando y perfeccionando. Tenemos a Paul Hobbs como asesor y nos guió con el pinot noir de una manera muy precisa. Hay casi 500 clones de pinot en el mundo, así que había que decidirse, investigar, trabajar, cambiar.” Y así empezaron a convertirse en referentes del pinot noir en Argentina, con diversas líneas que fueron destacando a las etiquetas de esta bodega ahora a cargo de los hijos, como el umbral del buen pinot noir argentino.

“Las bodegas en general tiene un solo pinot en su portfolio. Nosotros tenemos diez pinot noir distintos, con un abanico que recorre calidad y bolsillos”, señala. Esa variedad va desde base de espumantes, distinto paso por barrica, hasta cosecha tardía.
“La distinción del pinot noir no sólo está en la zona. También está en los clones, o sea el tipo genético de planta. Hemos investigado y seguimos investigando con clones de todo el mundo y cómo se comporta en los suelos que tenemos. Eso marca una gran diferencia. Ahora estamos plantando 50 hectáreas más para abastecer al mercado que no para de crecer atraído por nuestro pinot noir: ya sea el Select que ofrece una boca fresca, con rastros de frutilla y muy tenue color; o el barrel fermented más complejo, o nuestro tope de gama, que es un distinguido pinot noir que se inclina por la estructura, al estilo francés”, dice.
En un lugar alejado de la Patagonia, en donde no había rastros ni manuales para saber cómo proceder con el pinot noir, Leonardo Puppato diseñó para Familia Schroeder un camino que fue marcando el destino de esta cepa en Argentina, en donde para entender al pinot noir hay que inevitablemente acercarse a esta bodega que hizo del dinosaurio y del pinot noir su emblema.