En la calle Caseros 329, entre mesas pequeñas y una cocina abierta, un grupo de cinco socios gestiona Godi, un espacio que funciona como punto de encuentro gastronómico y cultural. La propuesta nació con una idea simple: ofrecer pasta fresca al paso, sin perder la calidez del ritual compartido.
El fenómeno que representa la cantina se inscribe en una tendencia que empieza a consolidarse en la ciudad: la aparición de locales que integran lo culinario con lo sensorial y lo cultural, favoreciendo la vida callejera y la identidad barrial. Estos espacios combinan comida, música y participación del público como parte de una misma experiencia.
Con una nueva carta de temporada, los socios –Ivo y Fabrizio Ballardini, Catalina Zeverín, Ramiro y Mateo Mansilla– recibieron a La Voz para contar cómo comenzó el proyecto, cómo se organizan en la gestión diaria y qué buscan transmitir desde su cocina y su vereda.
De Italia a Caseros: una historia de amistad y pasta
El proyecto nació del deseo de traer algo de Italia a Córdoba. Los hermanos Fabrizio e Ivo Ballardini, después de vivir 17 años en el país europeo, regresaron con una idea clara: compartir la cultura de la pasta y la mesa con una impronta local.
Junto a los hermanos Ramiro y Mateo, y su amiga Catalina, formaron una sociedad que hoy parece más una familia que un grupo de socios. “Trajimos nuestras costumbres, nuestra forma de comer, de vivir, y la adaptamos un poco al público cordobés,” explica Fabrizio.
Así nació Godi, un espacio donde se cocinan pastas caseras con harina de trigo candeal –la que da textura a las pastas “al dente”– y donde el lema “Tutto Passa” se transformó en filosofía de vida y trabajo.
Cada uno tiene un rol claro. “Nos dividimos por áreas: recursos humanos, gerencia, finanzas, proveedores y ventas. Así nos organizamos y funcionamos,” explica Mateo. “Esa es nuestra fórmula para que el proyecto camine”.
Pasta al paso: romper el molde
La idea detrás de Godi era romper con la ceremonia tradicional de comer pasta en un restaurante. “Antes, si querías comer pasta, tenías que sentarte, pedir la carta y pasar horas,” dice Ramiro. “Nosotros queríamos que cualquiera pudiera darse ese gusto en quince minutos. Mientras le preparan el plato, lo come, charla un poco y sigue su día”
Y Fabrizio asegura que se profesionalizaron “el cocinar casero, pero manteniendo ese sabor hecho con amor”.
El concepto de “pasta al paso” no sólo resolvió un hábito cotidiano: también generó un nuevo tipo de encuentro urbano. En el centro, entre el ruido de los autos y las oficinas, la vereda de Godi se convirtió en una pausa del ajetreo, acompañado de un plato de pasta.
La cocina está abierta, a la vista de todos. Para Catalina, eso es fundamental: “Todo lo que hacemos, lo hacemos pensando en que alguien está mirando. Cocinamos como nos gustaría que nos cocinen. Es transparencia, pero también pasión”.
El coacheo gastronómico estuvo a cargo del reconocido chef Andrés Chayjale, quien ayudó al grupo a darle forma profesional sin perder la esencia casera. Las pastas se elaboran artesanalmente con harina de trigo candeal, que aporta proteínas, minerales y un índice glucémico más bajo que el trigo común.
La carta de verano de Godi
La carta se renueva con las estaciones. Este verano, proponen sabores frescos, cítricos y livianos: langostinos, yogur griego, limón, y una reversión del pesto adaptada al calor cordobés. “Todo fresco, hecho desde cero,” remarcan. Y como cierre perfecto, un clásico: tiramisú.
Atendido por sus propios dueños, quienes pensaron a detalle el menú pero sobre todo degustaron previamente, a la hora de recomendar sus platos favoritos cada uno de ellos destacó uno distinto.
En la mesa de Godi, los platos predilectos de sus integrantes reflejan una variedad de sabores. Mateo elige sin dudar la clásica Bolognesa, un pilar de la cocina. Por su parte, Fabrizio es un ferviente defensor de la Amatriciana, a la que califica de “bomba,” una pasta que él mismo insistió en incorporar por la añoranza de sus días en Italia. La versión de ellos lleva pomodoro, panceta y parmesano.
En un registro más fresco, Catalina tiene una debilidad por el Pesto Estate, cuya receta es propia e incorpora albahaca, stracciatella y sardo. Ivo, en cambio, se inclina por los sabores marinos con la Crema di Mare, que destaca por la combinación de langostinos, limón y perejil.
Por último, para aquellos con preferencia por la carne, Ramiro recomienda encarecidamente el Ragú, que es una incorporación reciente al menú. Se prepara con ternera, limón y miel.
Una filosofía: “Tutto Passa”
Colgado en la pared, un viejo cartel napolitano recuerda el lema que guía a los cinco amigos: “Tutto Passa”.
“Lo pusimos cuando estábamos saliendo de la obra, después de muchos contratiempos,” cuenta Ivo. “Decidimos imprimir al santo napolitano Tutto Passa, un símbolo de resiliencia. Desde ahí todo empezó a fluir”.
“Pasti Piano”: cuando la vereda se vuelve escenario
Lo que comenzó como una idea de Ivo terminó siendo un sello distintivo. Las noches de “Pasti Piano” son el alma de Godi: mesas en la vereda, copas de vino, gente que canta y un piano que marca el ritmo.
Por sus veredas pasaron músicos locales como “Lord” Pancho Valdés o Francisca y Los Exploradores, que se sumaron al espíritu de compartir arte de forma abierta. “Queremos que sea un espacio para todos,” aseguran. En un centro que muchos consideran hostil o vacío por las noches, el local logró devolverle el alma al barrio. “El piano bar abre el centro a una experiencia nueva,” reflexiona Catalina.
“Queríamos mostrar ese lado relajado de Godi, transmitir nuestra esencia en tan poco tiempo,” cuenta Ramiro. “En el día a día, los clientes vienen, almuerzan rápido y se van. Con el Pasti Piano logramos que se queden, que sientan el lugar”.
El evento tiene curaduría musical: el tecladista prepara una lista de temas, convoca artistas y ensayan antes de la fecha. Pero la magia ocurre en el momento.
“Hay clientas que agarran el micrófono y la rompen,” dice Catalina. “Se genera una vibra increíble, gente joven y grande, todos mezclados, cantando juntos”.
Ivo lo resume así: “Cuando el concepto es fuerte, todo fluye. El espacio es chico, pero eso lo hace más humano. Algunos se sientan en la vereda, otros cantan en primera fila. Esa mezcla es lo que más nos gusta”.
Fabrizio completa la idea “Queríamos trasladar lo que hacíamos en casa: juntarnos, poner música, cantar. Acá lo hacemos con desconocidos, y eso lo vuelve mágico. Te animás a algo distinto y disfrutas el momento”.
Aunque el sueño de expandirse está presente, los socios son cautos: “Queremos crecer, pero sin perder nuestras raíces. Antes de abrir otro local, queremos perfeccionar los procesos y mantener la calidad que nos identifica,” explica Mateo.
Mientras tanto, siguen cocinando, sirviendo y tocando, literalmente, para sus clientes.
Para ir
Se encuentra en Caseros 329, Centro, Córdoba. Ofrecen envíos y retiros del local.
