Los desarrollistas inmobiliarios enfrentan en Argentina un panorama desafiante. La suba de costos de materiales, mano de obra y logística pone a los números de las obras contra las cuerdas, con lo cual la rentabilidad pasa a ser una de las principales preocupaciones.
A eso se suma un problema estructural de fondo: la falta de información precisa y centralizada sobre los proyectos.
“La mayoría no sabe bien cuánta plata tiene, cuánto va a terminar gastando o cuánto necesita para completar una obra. Hay poca visibilidad financiera real”, advirtió Bruno Lerer, director comercial (chief commercial officer, CCO) de Lebane, empresa de tecnología especializada en soluciones para el real estate.
Según Lerer, hoy los presupuestos de obras presentan una desviación del 35% al 50% respecto de su costo real, y los plazos de entrega se extienden sin razones claras. Esa incertidumbre resulta preocupante para un negocio donde cada punto de margen cuenta; los empresarios están relativamente habituados a convivir con el riesgo del mercado pero, si además no hay control interno, es casi imposible que el desarrollo sea rentable.
El verdadero cuello de botella está en la obra. “El que no sabe manejar bien la obra, pierde plata. Así de simple. El negocio está en la obra”, sentencia Lerer.

Apertura e importación de materiales, una alternativa
Con la apertura económica impulsada por la actual administración nacional, Argentina transita una nueva etapa de integración al comercio internacional. Este proceso ha desregulado barreras históricas que dificultaban el ingreso de bienes de capital e insumos para la producción.
En ese contexto, la industria de la construcción comienza a experimentar cambios significativos, en especial por el impacto que tiene la competencia internacional en los precios de los materiales.
La lista de productos que hoy pueden importarse con mayor facilidad es extensa: desde pisos de porcelanato, cerámicos, griferías, inodoros, bidets, bachas y mesadas de cocina, hasta electrodomésticos como hornos eléctricos, anafes y termotanques. Incluso, herramientas y maquinaria liviana que permiten optimizar los tiempos de ejecución en obra han comenzado a ingresar a mejores precios.
Esta dinámica no sólo amplía la oferta disponible, sino que genera un entorno más competitivo, donde los proveedores locales enfrentan una presión creciente para mantener precios estables o incluso reducirlos.
“Más del 50% de los insumos utilizados en una obra están influenciados por el mercado internacional,ya sea por tratarse de bienes directamente importados o por su fuerte componente de insumos dolarizados”, dijo José Luis Acevedo, director ejecutivo (CEO) de Grupo Canter.
Expectativas a futuro
En este sentido, no resulta descabellado proyectar que, con una apertura sostenida, los precios de materiales puedan experimentar una baja del orden del 10% al 20%. Esto podría traducirse en una reducción general del costo de construcción del 5% al 12%, dependiendo del tipo de proyecto y del nivel de terminaciones.
Sin embargo, para que ese beneficio potencial se concrete es indispensable que quienes se dediquen a la importación puedan consolidar una logística eficiente y establezcan redes de distribución competitivas, tanto en precio como en cobertura.
En este nuevo escenario, los corralones tradicionales se ven forzados a repensar su rol, ya que la barrera de entrada al negocio ha disminuido: hoy, con capital, contactos logísticos y un canal comercial aceitado, nuevos actores pueden entrar a disputarles participación de mercado.
“Es importante aclarar que una baja en los costos de construcción no necesariamente se traducirá en una disminución de los precios de venta de inmuebles terminados. Esto se debe a que el valor de mercado de una propiedad responde a otras variables, como la ubicación, la demanda, la proyección de renta y la escasez estructural de oferta, factores que no están directamente correlacionados con los costos de obra. De hecho, la mayoría de los desarrollistas ajustan sus márgenes de rentabilidad en función de esas condiciones”, explicó Acevedo.
En síntesis, la nueva lógica de apertura al mundo plantea un escenario donde la eficiencia y la integración con cadenas globales de valor se vuelven claves. Si se consolida una baja en el costo de construcción, esto podría revitalizar la actividad desarrollista al mejorar sus márgenes, aún en un contexto donde los precios de los inmuebles siguen su curso alcista.
“El desafío será mantener esta oportunidad abierta en el tiempo, con reglas claras, previsibilidad cambiaria y un sistema logístico a la altura de las circunstancias”, concluyó Acevedo.

La tecnología como aliada
Uno de los mayores puntos ciegos es la estimación de costos reales de las obras, en un contexto donde esa gestión aún depende muchas veces de herramientas desordenadas y obsoletas. Según datos de más de 150 desarrolladoras y constructoras que utilizan la plataforma de gestión de Lebane, la ineficiencia operativa en una desarrolladora mediana puede representar entre el 10% y el 15% del negocio total. Se trata de pérdidas de entre 1 y 3 millones de dólares por proyecto relacionadas con desvíos no detectados, demoras en cobranzas, errores operativos tales como duplicaciones, pagos mal autorizados.
“No se trata de malas decisiones, sino de falta de información en tiempo real. El problema es aún más grave en un contexto de márgenes apretados. Si no tenés un control real de tu proyecto, si no sabés en qué etapa estás parado ni cuánto llevás ejecutado (y cobrado), es muy difícil llegar al final sin romper el Excel... y el balance”, apuntó Bruno Lerer, director comercial de Lebane.
Según el referente, seguir gestionando con herramientas antiguas es una receta para el fracaso: documentos sueltos, e-mails confusos, versiones múltiples sin trazabilidad ni claridad sobre pagos, certificaciones o avances reales.
Ante este panorama, la tecnología aparece como una herramienta indispensable, no sólo para optimizar procesos, sino también para proteger la rentabilidad. “La tecnología es clave dentro de este contexto: el orden, la previsibilidad y el conocimiento del dato ayudan a maximizar la rentabilidad de cualquier proyecto”, aseguró Lerer.
El futuro, además, exige soluciones más inteligentes. No alcanza con mirar lo que pasó; hace falta anticiparse. “Lo que viene es tener sistemas que te digan qué conviene hacer. ¿Cuándo conviene vender? ¿Dónde hay desvíos en la obra? ¿Cuánto flujo de caja vas a necesitar dentro de 90 días? Eso es lo que va a marcar la diferencia entre gestionar y pilotear”, planteó Lerer.
Los desarrolladores inmobiliarios enfrentan hoy un doble desafío: navegar un contexto económico adverso y, al mismo tiempo, profesionalizar su gestión interna. En ese camino, adoptar tecnología específica, intuitiva y localmente adaptada se vuelve una herramienta clave para sobrevivir y prosperar.