El mercado inmobiliario ha sido históricamente un refugio seguro para los inversores en términos de “ladrillo tradicional”. Por décadas, comprar inmuebles fue la meca de un ahorro seguro para el argentino. En un país marcado por la inestabilidad económica, la propiedad ofrecía refugio, renta pasiva y un respaldo tangible que superaba el paso del tiempo.
La adquisición de un inmuebles con el fin de alquiler ha sido, durante décadas, la forma más común de inversión. Ese modelo ofrece un control significativo y la posibilidad de generar ingresos pasivos a largo plazo, aunque presenta también desventajas: alta barrera de entrada, baja liquidez, gastos de mantenimiento y gestión, riesgo al tener la propiedad sin uso y fluctuaciones del mercado, por ejemplo.
Sin embargo, con la evolución de las tecnologías y los modelos de negocio han surgido alternativas que democratizan el acceso y permiten a los inversores minoristas competir e incluso superar las rentabilidades del paradigma clásico. Entre las nuevas tendencias, una empieza a marcar tendencia: la tokenización inmobiliaria. Consiste en dividir digitalmente una propiedad en pequeñas fracciones que se comercializan como “tokens” a través de plataformas tecnológicas.
Eso permite que cualquier persona (incluso con montos relativamente bajos en dólares) pueda ser “dueña” de una parte proporcional de un inmueble y recibir ingresos periódicos por su alquiler. La propuesta es competitiva comparada con la inversión tradicional. Hoy, acceder a un departamento en Córdoba requiere al menos 50 mil dólares. A eso se suman los costos de escrituración, impuestos, gastos comunes y mantenimiento.
Además, el proceso de alquiler implica lidiar con contratos, vacancias, reparaciones y eventuales conflictos legales. Asimismo, la liquidez (es decir, la posibilidad de recuperar el dinero rápidamente) es limitada: vender una propiedad puede llevar entre 4 y 12 meses, dependiendo del barrio y el ciclo del mercado. En contraste, la inversión tokenizada ofrece una alternativa más ágil y liviana.
Plataformas como RealT permiten invertir en propiedades ubicadas en mercados más estables (como Estados Unidos o España), con rendimientos en dólares que rondan entre el 8% y el 12% anual. Las ganancias se depositan mensualmente, muchas veces en criptomonedas estables. Además, como los tokens pueden revenderse en plataformas secundarias, la liquidez mejora.
Capacidad de adaptación
La clave para ganarle al ladrillo tradicional reside en construir una estrategia de inversión que se adapte a las circunstancias individuales del inversor, combinando dos aspectos: optimización de rentabilidad y mitigación de riesgos.
“Para el inversor minorista, la elección de dónde y cómo invertir dependerá de su perfil de riesgo, capital disponible, objetivos financieros y el nivel de involucramiento deseado”, dijo Martín Olmi, gerente comercial y de marketing de Brickly (plataforma de inversión en real estate).
Las propiedades de menor tamaño son la opción más atractiva para el inversor; con ayuda de la tecnología, hacen que la inversión fraccionada se convierta en la propuesta para inversores con más transparencia y mayores posibilidades de participar en grandes proyectos o propiedades. Ese modelo de inversión gana popularidad por accesibilidad, diversificación y las diversas ventajas que aporta.
Accesibilidad y bajos montos de inversión: se puede invertir con cantidades de dinero menores en comparación con la compra de una propiedad completa. Desde U$S 5 mil, hoy es posible ingresar al mundo del real estate.
Diversificación del portafolio: al requerir menos capital por inversión, el inversor puede distribuir su dinero en múltiples proyectos o propiedades en diferentes ubicaciones o tipos de activos (lo que reduce el riesgo, ya que el rendimiento no depende de un único activo).
Menor carga para el inversor: las plataformas se encargan de la administración, el mantenimiento y la gestión.
Acceso a proyectos exclusivos: la inversión fraccionada permite participar en proyectos de gran envergadura o propiedades de lujo que, de otra manera, estarían fuera de alcance debido a los altos costos de entrada.

Una mirada en perspectiva histórica
¿El ladrillo ha quedado obsoleto? No necesariamente. La inversión tradicional sigue teniendo valor para quienes buscan seguridad, control y una presencia física sobre su capital. Sin embargo, para los nuevos (y emergentes) perfiles de inversores—freelancers, jóvenes, pequeños ahorristas o quienes desean diversificar sin comprometer grandes sumas—los tokens inmobiliarios y la posibilidad de fraccionar se posicionan como alternativas atractivas, eficientes y alineadas con el mundo digital.
Como toda inversión, implica riesgos. La tecnología detrás de la tokenización es joven, las regulaciones aún se están consolidando y la seguridad depende del ecosistema cripto.
Con todo, frente a una economía cambiante y un mercado inmobiliario rígido, la posibilidad de cobrar una renta en dólares desde el celular y sin necesidad de administrar fondos empieza a inclinar la balanza.
Tal vez no se trata de reemplazar al ladrillo, sino de complementarlo. En cualquier caso, la propiedad ya no se mide sólo en metros cuadrados: también cotiza en megabytes.
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