Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) están entre los fármacos más recetados en el mundo. Se usan para tratar el reflujo ácido, la acidez y la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE). Su eficacia para aliviar los síntomas gástricos está comprobada, pero el uso prolongado podría no ser tan inocuo como se pensaba.
Una nueva investigación publicada recientemente en Estados Unidos, con participación del neurólogo Kamakshi Lakshminarayan, alerta sobre una posible asociación entre el uso crónico de estos medicamentos y un mayor riesgo de demencia.
El riesgo de demencia aumentaría un 33%, según el estudio
El estudio incluyó a más de 5.700 personas mayores de 45 años que no tenían diagnóstico previo de demencia. Durante más de cinco años, los investigadores monitorearon el consumo de IBP y la evolución de su salud cognitiva.
El resultado fue contundente: quienes tomaron estos medicamentos de forma sostenida durante más de 4,4 años tuvieron un 33% más de riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes no los consumieron. Si bien los autores aclaran que no se trata de una relación causal, el vínculo observado es lo suficientemente significativo como para generar preocupación.
“Esto no significa que estos medicamentos causen demencia, pero sí sugiere una asociación que necesita ser estudiada más a fondo”, señaló el doctor Lakshminarayan.
Qué son los inhibidores de la bomba de protones
Los IBP reducen la producción de ácido en el estómago. Entre los más conocidos están el omeprazol, esomeprazol, lansoprazol y pantoprazol. Se utilizan para prevenir úlceras, tratar la gastritis y controlar la acidez estomacal crónica.
Sin embargo, su uso continuado ha sido previamente vinculado con otros efectos adversos: aumento del riesgo de fracturas óseas, infecciones intestinales, enfermedades renales y accidentes cerebrovasculares.
Qué hacer si estás tomando estos medicamentos
Expertos en neurología y gastroenterología coinciden en que no se deben suspender estos fármacos por cuenta propia. Un cambio brusco puede provocar un efecto rebote en los síntomas gástricos.
En su lugar, se recomienda hablar con el médico para evaluar:
- Si es posible reducir la dosis.
- Cuánto tiempo es seguro mantener el tratamiento.
- Si existen alternativas, como antiácidos de acción rápida, cambios en la alimentación o pérdida de peso.
Alternativas y prevención: claves para reducir riesgos
La buena noticia es que hay estrategias no farmacológicas que pueden ayudar a controlar el reflujo sin necesidad de medicamentos de uso crónico:
- Evitar comidas copiosas o muy condimentadas.
- No acostarse justo después de comer.
- Elevar el respaldo de la cama.
- Reducir el consumo de alcohol y tabaco.
El estudio concluye que se necesita más investigación para entender el vínculo entre estos fármacos y la salud cerebral. Mientras tanto, el mensaje es claro: usar con criterio, siempre con seguimiento médico.