Vencieron viejos mandatos, retomaron los cuadernos después de décadas y se animaron a soñar en grande. Gracias a un plan educativo provincial, tres mujeres de Matorrales completaron la secundaria. Ahora esperan la fiesta. ¡Y ya organizan el viaje de egresados!
En Matorrales, un pueblo de menos de 1.300 habitantes en el departamento Río Segundo, donde todos se conocen por el nombre, la noticia corre de boca en boca: Norma Ade (77), María Isabel Cabanillas (78) y Ana María Ferranti (79) acaban de recibirse del secundario. Lo hicieron en el Cenma 186, anexo Matorrales, después de tres años de estudio.
No son alumnas convencionales. Tampoco quieren que se las trate como excepciones pintorescas. Ellas prefieren que se hable de voluntad y de deseo postergado. Porque estudiar, dicen, no es solo cosa de jóvenes.
Volver a empezar
Las tres atravesaron infancias y juventudes marcadas por mandatos que las alejaron de la escuela. El campo, el trabajo, la distancia o el miedo de los padres a que algo les pasara. La posibilidad de retomar los estudios llegó recién ahora, de la mano del programa educativo para adultos del Gobierno provincial, que permitió abrir un anexo en el pueblo y sumar docentes, materiales y acompañamiento.
La directora del Cenma, Norma Vázquez, fue clave. Las animó a inscribirse y las acompañó en cada proceso. Hoy las mira con orgullo. “Fueron muy constantes y nunca se rindieron”, resume.
Junto con ellas estudiaron dos compañeros más jóvenes, Fiamma y Alejandro. Pero entre las tres mujeres nació un vínculo especial. Pasaron de compañeras a amigas. Y con una sonrisa agregan que ahora, como cualquier grupo que se recibe, quieren su viaje de egresados.
Del campo al aula
Ana María, nacida y criada en Matorrales, recuerda que vivió en el campo y que por eso nunca pudo estudiar. “Siempre quise hacerlo. Nunca falté a clases”, dice. Y cuenta que ahora quiere perfeccionarse en inglés.
Norma Ade también creció en el campo. Su padre no la dejó seguir estudiando “por miedo a que algo le pasara”. Hoy, con seis hijos, 20 nietos y varios bisnietos, se apoya en un carrito para moverse, pero no pierde la voluntad: “Toda mi vida esperé este momento. Cumplí la mitad de mi sueño. Ahora quiero ser abogada”, dice segura.
María Isabel es la única que no vive en el pueblo: es de Córdoba capital, pero se quedaba de lunes a viernes en Matorrales, en la casa de su hija, para poder cursar. “Era algo pendiente en mi vida. Estoy feliz”, resume.
En tono de broma, confiesa que su sueño para el viaje de egresados sería España, aunque reconoce que Carlos Paz “tampoco está nada mal”.
Las tres mujeres egresaron con orientación en Agroambiente, una especialidad que al principio les generaba temor. “Le teníamos miedo, pero aprendimos muchísimo”, coinciden. Ana María, que también escribe poesía, asegura que el camino no fue fácil: “Llegar hasta acá costó mucho esfuerzo”.
Lo que más valoran no es solo el título, sino la experiencia compartida: volver a sentarse en un pupitre, entrar al aula, formar grupos, presentar trabajos, compartir recreos.
Ahora esperan la fiesta de egresados, que será este sábado en el salón comunitario. Habrá 150 invitados. El 16 de diciembre participarán del acto académico.
Después, si todo sale bien, llegará el viaje. Se quieren ir de viaje de egresadas a Carlos Paz, confirma la directora Vázquez, entre risas.
