Dormir la siesta es considerado a veces como sinónimo de pereza y hasta de vagancia. Pero lo cierto es que sobran los estudios médicos que ubican a este descanso posalmuerzo como una buena costumbre que reporta excelentes beneficios para la salud.
Pero ahora también parece que esta práctica es muy recomendada para mejorar diferentes indicadores laborales.
Días atrás, el Departamento de Sanidad Pública de Alemania sugirió oficialmente implementar la siesta en el horario de trabajo y destacó los numerosos beneficios que aporta no sólo en materia de salud, sino también de productividad laboral.
La recomendación fue especialmente indicada para la temporada de verano, cuando las altas temperaturas afectan aún más el rendimiento en el trabajo. Y los especialistas marcan que la “siestita” debería ser –al menos– de entre 20 y 30 minutos, pero no de más de una hora.
Hay empresas en algunos países que ya vienen implementando esquemas horarios para sus planteles de empleados que incluyen pequeños descansos intermedios.
En Japón, por caso, tomaron nota de los perjuicios laborales que provoca tener trabajadores somnolientos. El Gobierno nipón cuantificó en U$S 138 millones el costo por el tiempo improductivo de los trabajadores a los que les faltan horas de sueño.
Sobre esa base, hay empresas japonesas que incluso dispusieron áreas especiales en sus instalaciones para que sus dependientes puedan tomar siestas cortas sin ser molestados. “Cápsulas de sueño”, las llaman, con mascarillas para los ojos y hasta música tenue para quienes así lo prefieran.
Lo mismo comenzaron a hacer grandes compañías estadounidenses y de algunos países europeos, sin que por la “pestañada” se incrementara la jornada normal de trabajo.
Entre los 30 y los 50 años, una persona está en plena actividad laboral; y esta coincide, por lo general, con la crianza de los hijos, lo que lleva a que muchos padres y madres acudan al trabajo habiendo dormido muy poco y necesitando más que nunca una pausa de medio tiempo.
Según varias investigaciones, los beneficios laborales de estas pausas intermedias son múltiples y terminan generando ganancias o evitando pérdidas a las empresas que las ponen en práctica.
Una siesta diaria de apenas 20 minutos contribuye a que el empleado se mantenga alerta durante el resto de la jornada de trabajo, a la vez que mejora los tiempos de reacción en las tareas. Así, por un lado, la productividad crece; y por otro, el riesgo de sufrir accidentes laborales baja.
También los trabajadores mejoran su desempeño luego de una siesta entre turno y turno, al tiempo que se mantienen más motivados durante todo el día, un beneficio indirecto del que también salen ganadoras las compañías que lo implementan.
Por otra parte, con la siesta laboral la persona siente que al salir de su trabajo no está tan cansada y que puede disfrutar más tiempo y con mejor calidad en su casa, con su familia o sus amigos.
¿Llegará esta nueva tendencia a la Argentina? Por ahora, no se conocen empresas en el país que hayan implementado la siesta como una rutina entre sus empleados. Pero ¿quién sabe? Quizá en algún tiempo no sean pocos los que, junto con el maletín o la cartera, se llevarán la almohada al trabajo.
