Tras un segundo semestre de 2024 en recuperación y con números positivos en materia de empleo y salarios, algo sucedió en enero de este año que cambió la tendencia. Y lo más preocupante es que eso que pasó sigue pasando.
En el primer mes de 2025, los salarios dejaron de ganarle a la inflación y apenas si lograron empardar la dinámica de los precios. Según el Indec, los sueldos del sector privado registrado subieron 2,3% en enero, contra el 2,2% de la inflación.
Aunque todavía no se publicaron los datos oficiales, en febrero el empate se habría transformado directamente en pérdida del poder adquisitivo: los salarios se negociaron en promedio a un ritmo del 2,1% mensual, contra una inflación que se aceleró al 2,4%.
En marzo, la relación habría empeorado aún más, con el índice de precios al consumidor trepando al 3,7% (5,9% en alimentos) y los sueldos ajustándose todavía en una franja de entre el 1,5% y el 2%.
Ahora, la situación de abril –con eventual devaluación del dólar, en función de cómo se acomode la cotización, y salida del cepo incluida– amenaza con complicar aún más el panorama, al impulsar la inflación por arriba del 4% o el 5%, con muchas paritarias ya cerradas y aumentos salariales muy desfasados.
A comienzos de año, cuando la expectativa era que la inflación encontrara un sendero del 1% mensual, el Ministerio de Economía fijó como pauta de actualización salarial (y ancla monetaria) el mismo porcentaje.
Aunque a regañadientes, muchos gremios aceptaron y cerraron acuerdos paritarios cuatrimestrales o semestrales en ese nivel, que ahora quedaron atrapados en una pauta que quedó totalmente atrasada.
Según la consultora C-P, sobre 21 paritarias cerradas en noviembre de 2024, 15 habían logrado una mejora real de los salarios, mientras que en febrero pasado sólo cuatro consiguieron subas por arriba de la inflación. El resto (17) perdió frente a la aceleración de los precios.
Ahora se perfila un período de discusiones intensas entre cámaras patronales y sindicatos, con muchos sectores abriendo sus negociaciones salariales en un contexto mucho más complicado.
Los gremios seguramente intentarán romper la pauta gubernamental ya largamente superada por la inflación, pero en frente tendrán a empresarios que todavía lidian con un consumo interno estancado y con perspectivas de corto y mediano plazo poco alentadoras.
Según el sociólogo Daniel Schteingart, director de Fundar, la participación del salario en el producto interno bruto (PIB) tocó a fines de 2024 un nivel mínimo en la última década, con el equivalente al 44,1% de la riqueza generada en el país. Hace 10 años (en 2015), había alcanzado su pico, con una participación del 53,2%.
El escenario que se abre de aquí para adelante permite advertir que la porción de la torta que se llevarán los asalariados puede llegar a ser aún menor, más con un desempleo en alza, que actúa como freno de mano sobre la capacidad de reacción de los sueldos.
Sin mencionar la palabra devaluación, el presidente Javier Milei celebró esta semana la salida del cepo cambiario como una victoria y prometió más motosierra para lo que queda de su mandato. Confía en que de esa forma la economía volverá a crecer y a generar mejores empleos, con mayores salarios.
Pero lo cierto es que, al menos hoy, la realidad del mercado laboral es totalmente diferente, con una creciente informalidad, multiempleo para llegar a fin de mes y trabajadores con salarios por debajo de la línea de la pobreza, incluidos muchos con empleos “en blanco”.