La imagen de Bianca se instala en el centro de una escena que parece extraída de un cuento de hadas. En la foto, la niña está radiante y parece captar la esencia de lo que la rodea, en un paisaje serrano pintado de amarillos, marrones y ocres. Bianca tiene 10 años y es ciega de nacimiento. Sólo percibe algunos tonos y claridades por uno de sus ojos.
Detrás de la toma de esas imágenes en estilo “fine art” están la fotógrafa Adriana Fossa y su amiga kinesióloga y escritora Analía Ortiz. La idea se plasmó hace unos meses, cuando dictaron el primer taller de fotografía para retratar a personas con discapacidad.
A Adriana le tocó la parte teórica y práctica de la captura de imágenes, mientras que Analía basó su charla en el manejo de poses y movimientos en niños y niñas con distintos grados de discapacidad motriz.
El objetivo del encuentro, que se realizó en San Antonio de Arredondo, en el Valle de Punilla, fue divulgar la actividad del retrato a niños con discapacidad entre otros fotógrafos cordobeses. Y hubo una buena participación, con la particularidad de que las asistentes fueron todas mujeres.
Antes, Adriana y Analía habían transitado su propio camino con experiencias conmovedoras. “Es muy emocionante porque, en muchos casos, las familias de estos niños no tienen tiempo o no se dan el momento de ir a sacarse una foto de estudio, ya que casi todo en sus vidas gira en torno a la rehabilitación, los tratamientos, las operaciones”, dice Adriana.

“Para ellos, tener una foto familiar, una foto con los hermanos, es algo importante, porque también es un momento en el que se relajan, ya que no vienen a trabajar el cuerpo, vienen a relajarse y a disfrutar”, agrega Analía.
La casa de Adriana está metida entre los cerros bajos del sur de Punilla. Es un estudio fotográfico a cielo abierto, pero suma uno bajo techo con iluminación y decorado especial.
Analía es kinesióloga desde hace 25 años y se ha especializado en el tratamiento de niños con discapacidad. Encontró su vocación a partir de tener una hermana con síndrome de Down.
“Yo les digo a los papás que los chicos crecen rápido y van cambiando sus facciones, por lo que está bueno tener fotos para recordar cada momento de sus vidas”, señala.

Un curso de retratos
“Tuvimos una experiencia linda cuando hicimos el curso, porque la respuesta de las fotógrafas que vinieron fue increíble”, relata Adriana.
Es probable que se haya tratado del primer curso de fotografía de este tipo que se dicta en el país.
A Analía le tocó explicar cómo trabajar con los distintos cuidados que se deben tener con los chicos que tienen, por ejemplo, sondas de alimentación o respiración asistida. Todo eso, buscando también lograr el objetivo artístico en la foto.
“Cuando trabajamos con ellos, los chicos entienden lo que está pasando, colaboran con nosotros y se da un clima muy especial”, asegura Adriana.

Su colega completa: “Hay niños que te cuentan cosas, intervienen, hacen chistes; pero hay otros que no hablan, y comunican a través del rostro, de su carita. Porque en la discapacidad no solamente se habla por sonido, sino que también se habla por la expresión corporal y los gestos”.
La unión y la fuerza
Analía y Adriana se conocieron en el camino, en la cotidianidad.
“Estudié comunicación, ejercí como periodista, luego como reportera gráfica y desde hace unos años me dedico a la foto artística y social”, cuenta Adriana. “Analía me llevó por este camino nuevo, más allá de que ya había trabajado con niños con síndrome de Down o autismo”, acota.
Analía encontró su vocación en la experiencia personal. Su hermana Gabriela nació con síndrome de Down, y eso fue lo que despertó su necesidad de ayudar a otros chicos con discapacidad. Con el título de kinesióloga, se formó en neurorrehabilitación pediátrica y de adultos, y en la actualidad es docente universitaria. Además, es autora de libros infantiles inclusivos y también fotógrafa.

La experiencia con Bianca fue una de las primeras, y les causó un fuerte impacto. La niña tomó una hoja de una planta, se la acercó y les dijo: “Huele a ropa nueva”.
Keila es la mamá de Bianca y cuenta que, cuando su hija nació, tardaron unos días en recibir el diagnóstico de su ceguera. “Se le hicieron estudios y detectaron que, en uno de sus ojos, ve apenitas algunos colores y luces”, expresó.
“Bianca es muy dulce, ayuda en todo. Tiene una hermanita a la que le enseña cosas. Va a una escuela normal, escribe en el sistema Braille y ahora va a patín”, cuenta su madre.
En cuanto a las fotos y retratos, Keila relata: “Cuando la invitaron para la foto, ella se puso contenta, me pidió que la peine linda. Para nosotros es un recuerdo muy lindo. Tuvimos esas fotos para su cumpleaños, que fue unos días después”, expresa la mamá.

Familias contentas
Además de Bianca, otros modelos posaron ante las cámaras de las dos fotógrafas de Punilla. Santiago Domínguez Montenegro tiene 5 años y Fabricio Paccazocco cuenta 10. Ambos fueron diagnosticados con parálisis cerebral.
Rosa Gres es la mamá de Fabricio. Describe que él tiene dos hermanos mayores: de 15, y de 21 años, con los que comparte el fanatismo por Boca, aunque les discute sobre gustos musicales. “A él le gusta el cuarteto y critica a los hermanos, que prefieren otros estilos”, dice su mamá.
Y cuenta: “Fabricio disfrutó mucho el proceso de las fotos. Fue una experiencia muy linda porque no habíamos sacado este tipo de fotos. Estuvieron sus hermanos; es difícil engancharlos a los tres. La idea de las chicas es muy buena, porque a todos los papás que tenemos niños con discapacidades nos olvidamos de esto por todo lo que se tiene que hacer en materia de rehabilitación y salud”.

Eliana Montenegro es la mamá de Santiago. Ella lanza una frase certera: “No estamos acostumbrados a ver la belleza en lo que vemos como normalidad, y este proyecto nos ayuda a encontrar la belleza en la discapacidad, dando oportunidad a generar hermosos recuerdos”.
“Para nosotros, la sesión de fotos fue una experiencia increíble. Uno de los desafíos que nos toca con los niños con discapacidad es tener una linda foto, porque hay que tener en cuenta muchas cosas. Este proyecto es hermoso y yo estoy feliz porque ahora tengo un hijo modelo”, apunta sonriendo.