Ya hace varios meses que la mayoría de las frutas y las verduras muestras precios accesibles, con aumentos por debajo del promedio de la canasta básica de alimentos. Esta situación claramente beneficia a los consumidores, pero al mismo tiempo complica a los productores de frutas y verduras de Córdoba y el resto de país, quienes deben lidiar con márgenes de ganancia cada vez menores.
Raúl Romero, presidente de la Cámara de Operadores del Mercado de Abasto de Córdoba, explicó en dialogo con La Voz que este fenómeno responde a una combinación de factores. “Por un lado, hay exceso de oferta por un invierno muy benévolo, con pocas heladas en las zonas de producción. Y por otro, cada vez hay mayor inversión en invernaderos y mallas de protección, lo que mejora los niveles de producción”, explicó.
A ese contexto climático favorable se suma una demanda estancada, que impide absorber el mayor volumen disponible. Según Romero, esto genera escenario nuevo para el mercado. “Ahora hay precios con techo, cosa que antes no existía. Las importaciones se habilitan mucho más rápido, sin trabas como antes, y eso fija un precio máximo”, sostuvo.
El referente aseguró que este nuevo esquema beneficia al consumidor, pero achica los márgenes para el comerciante y pone en jaque a los productores. “Hay productos que antes alcanzaban precios altísimos porque eran de alta gama, para hoteles o restaurantes que los necesitaban sí o sí, como el tomate cherry”, explicó.
“Pero hoy, si se disparan los precios, entra el mismo producto importado y frena las subas automáticamente”, explicó.
Importaciones y tipo de cambio
El tipo de cambio también juega un rol clave en la ecuación. Romero indicó que ahora resulta más accesible importar productos que antes eran carísimos o que directamente no ingresaban al país.
“Hoy podés encontrar en las verdulerías y en los supermercados ciruelas de España en invierno, lo que antes era inconcebible. También ingresan uvas de Brasil y no son tan caras”, ejemplificó.
Ese “precio relativo” favorecido por el dólar barato genera una competencia directa con la producción local. “Importar genera precios mucho más baratos en relación con nuestra mercadería, porque el tipo de cambio favorece traerlos de afuera. Y eso nos deja en desventaja, porque los argentinos no tenemos la estructura productiva ni fiscal que tienen esos países”, afirmó Romero.
El titular de la Cámara de Operadores del Mercado de Abasto sostuvo que el problema estructural está en los costos internos. “Tenemos una carga fiscal abrumadora y una industria del juicio que encarece la contratación. No es fácil competir con países que vienen mucho más aceitados en exportaciones y tienen incentivos productivos”, lamentó.
Del otro lado del mostrador, los productores denuncian que trabajar en estas condiciones ya no es rentable. Pedro Manzano, productor con décadas en el sector, aseguró a La Voz que producir frutas y verduras en el país significa en el actual contexto “trabajar a pérdida”.
“Producir una hectárea de cebolla cuesta $ 5 millones. De ahí sacás mil bolsas. A $ 3.500 por bolsa, son tres millones y medio. Pero hay que pagar jornal, que cuesta $ 1.000 por bolsa, y la bolsa misma, otros $ 500. Al productor le quedan entre $ 1.500 y $ 2.000 por bolsa. O sea, metés cinco millones y sacás dos”, explicó.
Manzano rechazó que la baja de precios se explique por una sobreproducción. “En Mendoza siempre se plantan entre 3.000 y 3.500 hectáreas de cebolla. No es que plantamos más. Pero con los costos actuales y la competencia externa, no se puede sostener”, señaló.
Uno de los productos más afectados en medio de esta crisis es el tomate. Manzano detalló cómo la importación de pasta de tomate desde Perú o desde Chile condicionó el precio pagado a los productores argentinos.
“Nos ofrecían $ 50 el kilo, que es lo que cuesta cosecharlo. Y después la fábrica te lo paga en 30, 60, 90 o hasta 180 días. Así no se puede. Teníamos un millón de kilos, que representaban $ 50 millones en costo de cosecha, y no nos pagaban en tiempo y forma. Por eso decidimos regalarlo”, lamentó.
Además del daño directo al productor, el ingreso de producto terminado también redujo el empleo en las fábricas locales. “Cuando la fábrica importa, se saca de encima a los trabajadores. Yo conozco muchos casos así. Y lo peor es que la lata que entra al supermercado no baja de precio. El consumidor no se ve beneficiado por eso”, aseguró.
Costos argentino vs. extranjeros
Según Manzano, la competencia con los productos importados no se da en condiciones equitativas. “Los países de los que importamos tienen esquemas de fomento a la producción, menos impuestos, maquinarias más barata. Acá todo es carísimo: abonos, alquiler de la tierra, boleta de la luz carísima, maquinarias. Una hora de tractor en el exterior cuesta 15 mil dólares; acá, el doble o más”, comparó.
Manzano señaló que el modelo argentino castiga al que quiere formalizar su producción. “Hoy, si estás con un 35% en blanco, ya te sacan un montón. Imaginate blanquear todo. Además, importar no lo puede hacer cualquiera, algunos productores grandes pudieron hacerlo en años buenos, pero ahora volvieron a producir y nada más”, aseguró.
Exportar tampoco aparece como una alternativa viable para la mayoría. “Para sacar una carga tenés que armar una empresa y blanquear todo. Eso es fundirse. Yo hacía cargas de ajo para Brasil y más de una vez quisieron estafarme. No los brasileños, sino los comisionistas que operan en la intermediación”, denunció.
Pedro Manzano lleva toda una vida ligada al campo. “Mi familia hace 70 años que está en esto. Hemos trabajado con pimiento, tomate, ajo, cebolla, zapallo, uva, durazno, nuez, almendra. Siempre hicimos de todo un poco para que una actividad sostenga a la otra”, explicó.
Este año, esa lógica se quebró. “El durazno bajó de $ 400 a $ 230 al productor y lo pagaron en cuotas. La uva, de $ 600 a $ 430. El tomate directamente lo regalamos. El zapallo lo vendimos para empatar. La lechuga me la pagaron a $ 150 o $ 200, cuando me habían dicho $ 400”, enumeró.
Esta situación llevó a muchos productores frutihortícolas a abandonar el sector. “Muchos productores vendieron la finca. El que tenía 10 hectáreas ahora trabaja apenas cinco. El que tenía una o dos, se fue a trabajar al día o como mediero. No es que me quejo por mi caso, esto le pasa a muchos”, dijo Manzano.
El productor advirtió que la crisis también impacta en la generación de empleo. “Mucha gente dice que se vayan a trabajar al campo, pero ¿qué trabajo podemos ofrecer si estamos fundidos?”, cuestionó.
“Si el productor quiebra, se pierden puestos de trabajo. Y las empresas también están ajustadas, no pueden salvarnos a todos. Ellos también tienen que blanquear y tienen sus costos muy altos”, afirmó Manzano.
Un mercado tensionado
Tanto Romero como Manzano coinciden en que el mercado se reconfiguró o está camino a hacerlo. Los precios bajos para el consumidor son consecuencia de un sistema que combina exceso de oferta local, importaciones baratas y un marco impositivo que ahoga a la producción nacional.
Mientras las góndolas ofrecen frutas y verduras accesibles durante todo el año, lo cual implica un beneficio directo para los consumidores, por detrás hay un campo donde cada vez menos productores logran sostenerse económicamente y seguir cultivando.
“La situación está muy complicada. No es un problema puntual, es de carácter estructural. Y mientras no se cambien las reglas o las condiciones de producción, esto va a seguir así o va a empeorar”, cerró Manzano.