Córdoba tiene a una “supercentenaria”. Así se le llama a las poquísimas personas que superan los 110 años de edad.
Tan extraordinario es llegar allí, que esta mujer que vive en Río Tercero es la más longeva que habita la provincia de Córdoba y figura en el podio de las tres de mayor edad (las tres son mujeres) de todo el país.
Onorina Apprato de Tagliaferro –de ella se trata– cumple este 7 de julio sus 112 años. Y es claramente extraordinaria.
Las otras dos mujeres que aparecen como las más veteranas habitantes de Argentina tienen 112 años. Onorina las alcanza ahora.
Esta riotercerense se ubica en el lugar 61 de las personas más longevas del mundo, según el sitio LongeviQuest, que alberga a los supercentenarios del planeta, registrados con sus partidas de nacimiento.
En la casa de la familia Tagliaferro, en el centro de Río Tercero, este lunes 7 habrá asado y torta, para celebrar la extraordinaria vida de Onorina.
Según la investigación de LongeviQuest, actualmente habría entre 300 y 500 supercentenarios vivos en el planeta. La cifra es cada vez mayor, gracias a los avances en la medicina y a las investigaciones sobre longevidad.
Una italiana acordobesada
Onorina nació el 7 de julio de 1913 en la comuna de Castellero en la provincia de Asti, del Piamonte, en Italia.
Los caprichos de los números hicieron que naciera en el mismo año en que se fundaba en las pampas argentinas la ciudad de Río Tercero.

En 1933, a los 20 años, Onorina se hizo cordobesa: llegaba a Río Tercero junto con su esposo, José Tagliaferro. La pareja tuvo dos hijos: Humberto y Elsa.
Fue siempre ama de casa. Y nunca dejó de comentar que en su juventud extrañaba su tierra natal después de mudarse. Con los años, que fueron muchos, regresó a Italia siete veces. Pero una y otra vez era con boleto de regreso a Córdoba. La italiana se acordobesó.
Hoy tiene cuatro nietos y 11 bisnietos.
Su salud siempre fue su fuerte. Desde los 110 años, la acompaña un problema de audición, casi como único malestar. Esa condición hace que ya no sea amable preguntar y esperar sus respuestas. Pero Onorina sigue lúcida y camina por su cuenta.
Cuando se le pregunta sobre el secreto de su longevidad, ha respondido varias veces que es cuestión de mantenerse activa y “no quedarse de brazos cruzados”. También aconsejó “no preocuparse demasiado”.

En la misma casa de siempre
En los días previos a su cumpleaños 112, Onorina recibió a La Voz en su casa, sobre calle Acuña, que fue la principal arteria de la ciudad cuando ella arribó a lo que era una pequeña aldea, hace lejanos 92 años.
Hoy vive en el mismo sitio que habitó desde el primer día en que llegó con su esposo.
Se encontraba con algunos familiares y una empleada que la acompaña cada día. Estaba a punto de almorzar. “Come de todo y apenas toma cuatro remedios, que son vitaminas, y nada para dormir”, apunta su nieto Sergio Tagliaferro.
Está al frente del televisor, mirando algo con atención, y se levanta sin ayuda, salvo la de un andador para mayor seguridad. Va y supervisa cuál es el menú que le toca ese día. Levanta la tapa de la olla para sentir el aroma. Hasta hace poco se cocinaba ella misma.

Tranquila, serena, observa el sol que ingresa a su casa y mira detenidamente a cada integrante de su familia, con el afecto intacto.
No los cuenta más
Onorina dejó de contar con atención cuántos años cumple, a partir de los 100, según apunta su nieto Sergio, quien asegura que tras la pandemia su abuela cambió sus hábitos. Por ejemplo, ya casi no sale de su hogar.
“Antes de la pandemia iba sola al súper y a otros lados, y hacía más cosas, con gran independencia. Luego, se quedó, y la resguardamos”, señala Sergio, quien ya lleva contados que serán 20 los familiares –los más allegados– que llegarán al asado de este lunes.
Sergio recuerda a su abuela como una mujer “hogareña, ama de casa, que le encantaba cocinar ravioles para la familia y le encantaba cuidar a sus nietos y bisnietos”. Eso hizo hasta hace algunos pocos años. Hoy, Onorina está algo más reposada.

Recuerdos de familia
Su nuera, Nora Newton, vivió con Onorina gran parte de su vida, junto a su familia. “Gracias a sus consejos trabajé toda mi vida de docente”, recuerda, tras mencionar que su suegra siempre hablaba de la importancia de que una mujer fuera independiente.
Gabriel, uno de los bisnietos, recuerda que antes de la pandemia y luego de un domingo con comida familiar, se acercó con Onorina a una computadora y mientras le mostraba en la pantalla mapas del Google Earth, ella le comentaba los lugares de Italia donde había vivido de pequeña.
“Siempre fue inteligente, tranquila, alegre, se reía mucho, nos cuidaba y contaba historias; siempre estuvo muy lúcida. Hasta que llegó la pandemia”, rememora Gabriel. Ahí algo cambió. Pero Onorina siguió.
Florencia, otra bisnieta, con orgullo menciona que con Onorina empezó a dar sus primeros pasos para caminar. “Siempre estaba muy predispuesta a la familia, eso de muy italiano; también vivíamos todos juntos en la misma manzana, en casas separadas pero uno al lado del otro, entonces estábamos siempre juntos”, señala.
“Me acuerdo –prosigue Florencia- que me contaba un montón de historias de su papá, de sus hermanos, de su pueblo, de cuando vino en barco a Argentina, de las siete veces que volvió a Italia a visitar a su familia. Una vez nos contó que una vaca la chocó de frente y le sacó todos los dientes cuando era chiquita, mientras juntaba uvas para el vino”, cita y sonríe.
Florencia precisa que Onorina nació “en Castellero, un pueblo muy pequeñito, con pocas casas, y una iglesia en la punta de la montaña”. La bisnieta conoció ese lugar en el norte italiano y asegura que es tal como lo describía Onorina en su memoria.
Homenajeada
Onorina vive sola y en su casa de siempre. Hace un par de años una mujer la acompaña casi todo el día. Y parte de su familia son sus vecinos.
Desde que cumplió los 100, comenzó a ser homenajeada y reconocida en esta ciudad y todos los 7 de julio recibe saludos, felicitaciones y muestras de cariño de autoridades, instituciones y vecinos.
Es una institución. Merece serlo.