La variante Ómicron alteró las estrategias de los países para salir del ahogo de la pandemia. Era un sofocamiento sanitario, pero también económico y social. La llave para escapar de eso fueron las vacunas. Y demostraron ser efectivas.
Argentina logró una buena cobertura de vacunación en poco tiempo. Fue quizá la principal causa para que la variante Delta nunca lograra generar una ola de casos, como en Europa y en Estados Unidos.
Con el éxito de las inmunizaciones, el Ministerio de Salud de la Nación decidió que ya no era necesario guiarse por el incremento de casos para tomar medidas sanitarias. Este criterio tenía lógica cuando circulaban las variantes Gamma y Lamba, y cuando la única amenaza era Delta.
El nuevo escenario de Ómicron
Con Ómicron no se puede pensar que será igual. Sin embargo, parece que ese criterio prevalece entre las autoridades.
“Lo que tenemos que monitorear son las internaciones y la ocupación de unidades de terapia intensiva. No hay que mirar tanto los casos, sino las internaciones y las muertes. Tenemos que aprender a no poner la mirada en los contagios”, dijo hace unos días Carla Vizzotti, ministra de Salud de la Nación, durante una ronda con periodistas, según difundió el diario La Nación.
¿Por qué esta estrategia puede ser un error?
Más contagios es igual a más internados
No está claro qué parte de su biología le permite a Ómicron ser más contagiosa. Pero lo es. Y mucho. Además, puede infectar a las personas vacunadas; es decir que prácticamente todos podemos contagiarnos y contagiar.
Un virus que es 20 por ciento más contagioso mata y hospitaliza a más personas que un virus que es 20 por ciento más letal. El crecimiento exponencial de casos que le da su alta contagiosidad impacta en la cantidad de cuadros graves que tendremos dentro de 10 a 14 días.
Hay que mirar el crecimiento de casos para poder predecir la ocupación de camas. Y, lo más importante, hay que frenar la ola de infectados para asegurarse de que el sistema sanitario no desborde.
Colapso global
En Europa no sólo temen que Ómicron provoque un colapso del sistema sanitario. Les asusta que todo pueda colapsar. Hace unos días, Londres tuvo que retirar 100 ambulancias del servicio de emergencias porque cerca de 400 empleados estaban contagiados, enfermos y aislados por infección con Ómicron. El brote en el hospital Rawson, de la ciudad de Córdoba, es una muestra de lo que puede ocurrir.
“Para que Ómicron esté bajo control, es fundamental que la transmisión se ralentice. De lo contrario, podríamos ver impactos profundos en los sistemas de salud, pero también en sectores como la educación, la hotelería, el transporte público, la Policía y toda la infraestructura esencial, ya que las infecciones impiden que las personas trabajen”, comentó hace unos días Jeremy Farrar, director de Wellcome, una fundación que se dedica a mejorar el acceso a la salud y a la innovación médica.
Severidad incierta de Ómicron
Se ha instalado la idea de que Ómicron es menos severa que otras versiones del Sars-Cov-2. El combo entre vacunación y un virus más indulgente puede predisponernos a no seguir con los cuidados preventivos ni a preocuparnos por el crecimiento de los casos.
Sin embargo, todavía no hay evidencias de que la nueva variante genere cuadros más leves. Y esta idea aún no verificada no puede ser el pilar de nuestro comportamiento ni de la estrategia sanitaria de las autoridades.
Mal mensaje de fin de año
También es un error que la principal autoridad de salud de Argentina deslice ese mensaje. La gente lo puede entender como que no pasa nada si tenemos 10 mil contagios diarios en el país. Parece una carta blanca para no cuidarnos en los días previos a las reuniones festivas.
El mensaje no debe ser catastrófico como para paralizarnos, pero tampoco indolente como para pensar que la pandemia ya no importa.
