El 2 de septiembre nació Yuspe, un ejemplar de cóndor andino (Vultur gryphus) en Tatú Carreta, el centro de rescate y rehabilitación ubicado en Huerta Grande, en el Valle de Punilla.
Se trata de un ave autóctona de Córdoba y emblema de las Altas Cumbres. El nombre del pichón recuerda al río homónimo que cruza esas sierras.

Su nacimiento se suma a otros dos cóndores nacidos en cautiverio en ese centro de rescate y rehabilitación: Yastay y Camin, que ya fueron liberados en la cordillera de Río Negro.
La llegada de Yuspe tiene un valor especial ya que la semana pasada su especie, junto a otras, fue declarada “Monumento natural de la provincia de Córdoba”, una categoría de máxima protección que busca garantizar su conservación.
Yuspe fue incubado por dos adultos en cautiverio que no pueden volar.
Un logro significativo
La médica veterinaria María Ahumada, responsable de Tatú Carreta, explicó a La Voz que el nacimiento de Yuspe es un logro significativo porque los cóndores son aves de reproducción lenta.
“Con muchísima suerte ponen un solo huevo al año y el período de incubación dura entre 58 y 60 días. En la naturaleza, cuando las cosas salen muy bien, pueden tener una cría cada dos años”, señaló.
Además, contó que el nacimiento de Yuspe se adelantó dos meses antes porque lo habitual es que los pichones nazcan en noviembre. Fue incubado durante 60 días por ambos padres que se turnaron en el nido.

También la crianza es compartida: “Los padres comen y después regurgitan en el pico del pichón, lo cubren con las alas y se alternan en el cuidado. Nosotros no intervenimos solo proveemos alimentos y controlamos que todo esté bien. La idea es que el proceso sea lo más natural posible”, detalló Ahumada.
Ese proceso dura entre dos y tres meses hasta que el pichón sale del nido.
Los padres, víctimas de la acción humana
La historia de Yuspe pone en evidencia los daños que la acción humana puede provocar sobre esta especie. Sus padres son cóndores adultos que llegaron a Tatú Carreta con lesiones irreversibles: el macho perdió un ala y la hembra tiene una herida que le impide volar. Por eso nunca podrán regresar a la naturaleza.

“A los ejemplares que no serán liberados no les ponemos nombres. Sí a sus hijos que tienen la posibilidad de volver a la vida silvestre. En este caso, Yuspe tiene ese destino”, contó la médica veterinaria.
La estrategia de conservación del lugar apunta a conformar parejas reproductivas en cautiverio y, cuando nacen las crías se las prepara para la liberación.
Camino hacia la libertad
El futuro de Yuspe será similar al de Yastay y Camin. Permanecerá aproximadamente un año en la reserva, tiempo en el que aprenderá a volar y desarrollará su plumaje juvenil.
Luego será trasladado a un sitio donde se unirá a una bandada de cóndores jóvenes, en un proceso de socialización previo a la liberación.
“Es un camino largo, que incluye identificación, seguimiento y monitoreo en alianza con el Programa de Conservación del Cóndor Andino en Argentina. La idea es que cada ejemplar liberado pueda ser controlado y acompañado en su adaptación”, dijo Ahumada.
Una especie emblemática y amenazada
El cóndor andino es una de las aves más majestuosas del continente. Puede llegar a tener más de tres metros de envergadura y su silueta es habitual en las alturas de las sierras de Córdoba. Es longevo: puede vivir hasta 75 años.
Además de su importancia ecológica como carroñero es un animal sagrado para muchas culturas originarias, que lo consideran un espíritu protector.
Pero su supervivencia está en riesgo. Entre las principales amenazas se cuentan el envenenamiento por plomo –a través del consumo de animales cazados con municiones– y el uso de cebos tóxicos que colocan algunos productores para eliminar pumas o zorros. Como el cóndor se alimenta de carroña ingiere esos venenos y muere de forma inmediata.
Su conservación es fundamental
La declaración del cóndor andino como Monumento Natural de Córdoba es una herramienta clave para su protección.
Esta figura legal, incorporada en 2024 a la ley provincial N° 6.964 de Áreas Naturales Protegidas, busca resguardar especies animales, vegetales o sitios con valor ecológico, científico, histórico o cultural sobresaliente.
También se reconocieron bajo la categoría de Monumentos Naturales provinciales al sapo de Achala, la tortuga chaqueña, el loro hablador, el águila coronada, el aguará guazú, el guanaco y el pecarí chaqueño, entre otros.

“Que el cóndor haya sido declarado Monumento natural es esperanzador. Sus padres ya no pueden volver a volar, pero sí pueden tener hijos que regresen a la naturaleza. Es una forma de reparar el daño y de darles otra oportunidad”, expresó Ahumada.
Y agregó: “El cóndor es símbolo de nuestras sierras y de nuestra identidad. Que la gente lo conozca y entienda por qué debemos cuidarlo es fundamental para su futuro”.