En cinco días de frío intenso, con temperaturas mínimas bajo cero, murieron seis personas en Córdoba. Quedan, al menos, dos días más de esta llamada “ola polar”, según los pronósticos. Y duele, alarma, preocupa, pero no puede sorprender.
A ver. En primer lugar, no estamos en presencia de un fenómeno extremo, inusual, no recurrente: estas bajas temperaturas son habituales para esta época del año en Córdoba.
Tampoco las condiciones de vida en los hogares vulnerables –entre otras cosas, al mal clima– son desconocidas. Es una espantosa tragedia, pero no tiene nada de imprevisible que haya muertes e internaciones por inhalación de monóxido de carbono por el uso de braseros, artefactos de calefacción a leña sin un adecuado tiraje o incendios provocados por conexiones eléctricas clandestinas e inseguras.
En los 281 asentamientos vulnerables relevados en Córdoba por el Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), el 35 por ciento de los hogares se calefacciona con leña o carbón. Y entre la mitad que lo hace con energía eléctrica, 58% de las viviendas están conectadas en forma irregular a la red.
“Acá muchos usan la estufa eléctrica, pero también están los ladrillos con resistencia. Mi rey, la mayoría tiene casitas de chapa, son muy frías”, cuenta Gladis, que vive en Ciudad de mis Sueños, en la periferia capitalina.
“La gente está usando mucho el ladrillo, pero hace saltar la térmica, salta todo, y el barrio entero se queda a oscuras”, agrega Niní, de barrio Guiñazú, en el norte de la ciudad Capital.
Los ladrillos unidos con una resistencia al medio son uno de los medios más usados en barrios vulnerables. Se venden casi con exclusividad en las ferreterías de esos mismos sectores y es un mecanismo muy precario, que funciona de manera similar a una plancha, pero con materiales que no son seguros.
Así sobreviven al frío unas 34.918 familias en la provincia, unas 24 mil de ellas en Córdoba Capital, donde la dependencia eléctrica es aún mayor: el 63% de los hogares ubicados en los 163 barrios relevados por el Renabap usan la electricidad para calentarse y el 74% de las conexiones en estas viviendas son irregulares e inseguras.
El dato del Renabap se dice actualizado a marzo de este año, pero la Municipalidad de Córdoba ya cuenta 189 asentamientos marginales, algunos de ellos muy nuevos y levantados a chapa y cartón. Están ubicados en terrenos ferroviarios o sin uso, ya no en la periferia sino en la trama interna del ejido, adentro del anillo de Circunvalación.
El termómetro puede marcar los mismos grados para todos, pero la sensación térmica no puede ser un indicador más desigual.
La sensación térmica es una construcción. Es un indicador “que intenta medir la reacción del cuerpo humano ante el conjunto de condiciones que determinan el ambiente que habita desde el punto de vista térmico”, dice la definición. No sólo la temperatura que da el termómetro marca cuál es la sensación, sino que, ante una misma medición, otros parámetros influyen para mejorar o empeorar la sensación, explican los expertos en clima.
Los principales parámetros que inciden en la sensación térmica son ambientales (si hay humedad o viento) y de condiciones de vida de quien está expuesto al frío. Entre estos últimos, son múltiples los factores, pero se destacan, además de cómo están preparados los hogares para soportar las bajas temperaturas, dos índices: el metabólico y el de indumentaria. El primero es el que surge de la producción de calor y energía del propio cuerpo por la alimentación. El segundo es el que se define por el mayor o menor aislamiento de la ropa y el calzado que tiene una persona.
No hay indicador sobre vestimenta, pero puede contribuir a la accesibilidad del abrigo en sectores vulnerables el fenómeno de las ferias de ropa de segunda mano. Esto es apenas una conjetura.
No hay forma de saber cuál es el aporte calórico de la alimentación que reciben los sectores pobres de la población. El mejor dato disponible es el del Observatorio Social de la Secretaría de Políticas Sociales de la Municipalidad de Córdoba que tiene relevados 1.722 comedores y merenderos en Capital. Son 28.962 familias –unas 144.813 personas– que para comer tienen que ir a alguno de estos espacios. Esta es, en muchas familias, la única comida del día.
Tampoco existe, en estos barrios, la ducha caliente diaria. No sólo por las dificultades para procurarse la calefacción, sino porque el 90% de los hogares ubicados en barrios vulnerables en Capital también tienen una conexión irregular –e inestable– a la red de agua.
El frío aglutina precariedades. A veces se hace notar, como cuando mata.
