Sonia Torres se enfrentó con todos los poderes: judicial, legislativo y el Ejecutivo. Buscó a su hija Silvina Parodi y su nieto por cielo y tierra. Transitó morgues, hospitales, el clero y hasta acudió a los propios militares. Se enfrentó al terrorismo de Estado y arriesgó su vida en numerosas oportunidades.
Junto con Abuelas de Plaza de Mayo, Sonia, la titular de la organización en Córdoba, dejó un legado único a las nuevas generaciones: la continuidad y perseverancia en su lucha inclaudicable contra las instituciones más poderosas. Su lucha no sólo recorrió pasillos institucionales sino que se instaló en la calle como escenario de una historia que busca no ser olvidada.
Su legado fue tomado por las nuevas generaciones, como las del movimiento feminista. “No sea cobarde, luche como una abuela” es la frase que se repite en carteles durante las marchas en defensa de los derechos de las mujeres y disidencias.
Sonia acompañó también otras causas en las que madres se tuvieron que enfrentar a la violencia institucional, como a Soledad Laciar, mamá de Blas Correas, un joven víctima de gatillo fácil. La imagen del abrazo entre las dos durante el juicio por la muerte de Blas llenó de significado la palabra “lucha”.
Durante 10 años, servicios de inteligencia militar pincharon el teléfono de la casa de Sonia. Sus hijos y sus nietos se acostumbraron a vivir con las ausencias y con la persecusión. Transitó por hospitales, ministerios, juzgados. Su hija Giselle aún recuerda cómo tenía constantemente una persona parada al frente de su casa siguiendo todos los movimientos de la familia.
Ella y su familia intentaron hablar con las monjas que manejaban la Casa Cuna (hoy Hospital Pediátrico) de la calle Castro Barros, donde creían que podría haber pasado su nieto recién nacido a quien Silvina llamó “Daniel Efraín Orozco”. Nunca obtuvieron un dato certero.
Sonia murió sin poder conocer el paradero de su nieto. No sabe qué hicieron con él los militares ni las monjas a cargos en la Cárcel del Buen Pastor. Nadie habló en 47 años.
La bronca podría haberse apoderado de su vida, la tristeza podría haberla hecho desistir, incluso los ataques posteriores, como el que sufrió en su casa en 2006 cuando entraron a la casa de su hija, la amenazaron y le gatillaron en la cabeza.
Sin embargo, tal como relata su entorno, la lucha de Sonia fue inquebrantable y desde el profundo amor y esperanza de reencontrarse con su nieto. Nunca pidió venganza, sólo encontrar la verdad.
La lucha de las Abuelas de Argentina es reconocida en todo el mundo: crearon un banco de datos genéticos, le dieron significado al derecho de la identidad, reconocido como un derecho humano; persistieron en su lucha hasta llevar a juicio a los responsables de la última dictadura militar.
Sonia deja una vida de una búsqueda que aunque no llegó al anhelado abrazo, dejó cientos y miles de nietos y nietas aprendiendo de su enorme legado.
