A pesar de ser uno de los términos más usados para describir el dolor muscular, la palabra contractura no existe formalmente en el diccionario médico.
Así lo afirma Toni Pérez, fisioterapeuta, divulgador científico en redes sociales y autor de libros.
“El término ‘contractura’ implica una contracción muscular permanente, y eso sólo puede ocurrir en casos graves de daño neurológico. Lo que la mayoría de la gente llama contractura es, en realidad, otra cosa”, explica el especialista.
Entonces, si no hay un músculo “anudado” o “agarrotado”, ¿qué estamos sintiendo cuando decimos que tenemos una contractura?
Lo que sentís no es un nudo: es una respuesta muscular al estrés
Según Pérez, lo que percibimos como contractura suele ser una sobrecarga muscular, una fatiga local o una respuesta de autoprotección ante un estímulo que supera el umbral de tolerancia del músculo.
“El músculo se vuelve más rígido, duele al tacto y al moverse, pero no porque esté anudado, sino porque se activa en exceso para protegerse”, detalla.
Esto genera puntos dolorosos que pueden irradiar molestias hacia otras partes del cuerpo. En medicina y fisioterapia, se los conoce como:
- Puntos gatillo
- Espasmos musculares
- Sobrecargas funcionales

Por qué sentimos alivio después de un masaje
Si no existe la “contractura” como tal, ¿por qué los masajes ayudan tanto? Pérez lo explica con una metáfora simple: “Imaginá un tarro de miel endurecida. Si lo revolvés, empieza a ablandarse. Con los músculos pasa algo similar: al moverlos o manipularlos, entran en un estado más fluido que reduce la rigidez y el dolor”.
Los masajes no deshacen “nudos”, sino que estimulan la circulación, reactivan zonas tensas y devuelven al músculo su capacidad de relajarse. También ayudan a liberar endorfinas, que actúan como analgésicos naturales del cuerpo.
El verdadero origen del dolor muscular
Las molestias musculares que comúnmente llamamos “contracturas” pueden tener múltiples causas:
- Posturas mantenidas durante mucho tiempo (como estar frente a una pantalla sin moverse)
- Falta de descanso o sobreentrenamiento
- Tensión emocional o estrés
- Falta de movilidad o rigidez matutina
En todos los casos, el músculo entra en un estado de alerta y “se protege” aumentando su tensión. Por eso es común sentir dolor, pérdida de fuerza o sensación de “duro al tacto”.
Qué hacer ante una “contractura”
Pérez recomienda abordar estas molestias con una combinación de descanso, movimiento controlado y masajes terapéuticos. Algunas claves útiles:
- Rreactivar el músculo.
- Moverse de forma progresiva: el sedentarismo empeora la rigidez.
- Si el dolor persiste, consultar a un fisioterapeuta para una evaluación precisa.
- Evitar caer en soluciones mágicas: las pistolas de masaje, parches o cremas pueden ayudar, pero no reemplazan el diagnóstico profesional.