Los argentinos pasan casi 9 horas conectados a internet cada día, con un promedio de más de 3 horas sólo en redes sociales. WhatsApp, Instagram y TikTok se consolidan como las plataformas que concentran la mayor parte de la atención, mientras que cada usuario navega en casi 7 redes diferentes al mes.
Los datos surgen del estudio Digital 2025 Argentina, que revela además que gran parte del tiempo en línea está mediado por el celular, lo que facilita la interacción inmediata con contenidos diseñados para enganchar, como videos cortos, noticias, memes y transmisiones en vivo.
Según los expertos, el uso excesivo de redes sociales puede contribuir a la aparición de ansiedad, sentimientos de inferioridad, baja autoestima y aislamiento debido a la comparación constante con vidas “perfectas” o ideales poco realistas.
En diálogo con La Voz, la psicóloga Johanna Sacalovich profundiza sobre los desafíos comunes que enfrentan las personas en la era digital.
Por qué las redes sociales “enganchan” a las personas
“Las redes sociales están diseñadas para activar el circuito de recompensa del cerebro. Cada like, mensaje o reel divertido libera dopamina, el neurotransmisor que nos da placer y nos motiva a repetir conductas", explica Sacalovich.
Al principio, 10 minutos en redes alcanzan para sentir esa gratificación, pero con el tiempo se vuelve necesario estar más para lograr el mismo efecto. “Eso hace que perdamos la noción del tiempo y nos cueste frenar. Lo que empieza como un rato de distracción puede transformarse en ansiedad, porque el cerebro se acostumbra a esa montaña rusa de estímulos y nos pide más”, agrega la especialista.
Ella misma señala que muchos de sus pacientes expresan sentir que pierden el control con las redes sociales y que estas les generan ansiedad. Este es un sentimiento compartido por una gran parte de la población actual.
“Las redes muchas veces funcionan como un espejo distorsionado. Nos comparamos con vidas, cuerpos o logros que vemos online y que rara vez muestran la realidad completa. Esa comparación constante puede desgastar y generar sentimientos de inferioridad, insatisfacción y baja autoestima", remarca.
En cuanto al sueño, la psicóloga aclara que la luz azul de las pantallas altera el ritmo natural del descanso y, además, la mente queda acelerada después de tanta estimulación. Por eso, muchas personas cuentan que les cuesta relajarse y dormirse cuando se quedan scrolleando hasta tarde.
De todos modos, la psicoeducadora remarca que después de la pandemia por coronavirus, las redes se convirtieron en una ventana para hablar de lo que antes era tabú. “Hoy hay más personas compartiendo experiencias sobre ansiedad, depresión o estrés, y eso genera alivio: muchos sienten que no están solos en lo que atraviesan”, subraya.
Pero también recomienda ser cautelosos, porque no toda la información que circula es confiable: “Las redes pueden ser un recurso valioso para visibilizar la importancia del cuidado de la salud mental, siempre que sepamos filtrar y acudir a fuentes profesionales”.

Señales que indican que alguien está perdiendo el control
- Sentir ansiedad si no se revisa el celular
- Usar las redes incluso cuando interfiere con tareas importantes
- Perder interés en actividades que antes resultaban placenteras
- Pasar horas online sin darse cuenta
- Irritabilidad si no hay conexión
- Necesidad de estar siempre disponible
- Sensación de aislamiento cuando no llegan las interacciones esperadas
Cómo desconectarse sin sentirse aislado

En su nuevo libro, Terapia de bolsillo, Sacalovich profundiza en este y otros temas para entender la mente, manejar las emociones y actuar distinto.
Justamente, el texto propone acciones concretas para lograr un equilibrio, como crear momentos de desconexión real, estar en contacto con la naturaleza, pasar tiempo de calidad con otras personas y establecer horarios claros para el uso de dispositivos.
Consultada sobre cómo hacer para desconectarse, pero al mismo tiempo no sentirse aislado, la especialista primero aclara que no se trata de pelear contra la tecnología, si no de usarla con conciencia. Y propone pequeños cambios posibles.
- Establecer horarios claros de uso.
- Generar momentos sin pantallas.
- Salir a caminar, estar en contacto con la naturaleza y buscar espacios de encuentro cara a cara.
“El punto es recuperar la capacidad de elegir cuándo conectarnos y cuándo no. La clave está en preguntarnos: ¿esto me conecta o me atrapa?. Esa simple pregunta puede marcar la diferencia entre un uso saludable y uno que nos lastima", reflexiona.