A partir de la medianoche del 19 de marzo de 2020, la vida cotidiana de los argentinos se alteró, hasta hoy sin solución. Aquella cuarentena estricta que luego trocó de aislamiento a distanciamiento, 14 meses después vuelve a irrumpir en la cotidianeidad.
Para que fuese efectiva, la cuarentena llegó de la mano de un actor que adquirió un papel protagónico en esta “nueva normalidad” indefinida: las fuerzas de seguridad. En Córdoba, la policialización de la vida cotidiana fue acompañada de una intensidad de divulgación importante, en la que cada detención por violar el confinamiento era anunciada y escrutada casi a tiempo real. Largas filas de automovilistas quedaron a merced de los controles callejeros que pedían documentos, normas sanitarias, esencialidades y todos los requisitos que ahora vuelven a ocupar la agenda diaria.
El empoderamiento policial, que incluyó espectaculares despliegues en los que hasta aparecía el helicóptero oficial, tuvo su costado tremendo: tres casos fatales de gatillo fácil y una multiplicación de las denuncias por abusos policiales de toda índole. Esta situación llevó ahora al nuevo fiscal General de Córdoba, Juan Manuel Delgado, a disponer que un fiscal se ocupe casi de manera exclusiva de receptar las presentaciones de este tipo, lo que deja al descubierto que, más que excepciones, los abusos comenzaron a convertirse en generalidades.
Las muertes de José Ávila, en Villa El Libertador de la Capital provincial; de Blas Correas en plena avenida Vélez Sársfield, también de la ciudad de Córdoba, y de Joaquín Paredes en el pueblo norteño de Paso Viejo, pusieron -como hacía mucho no ocurría- una enorme lupa social y judicial sobre la Policía. Formación, capacitación y controles, tantos internos como políticos, comenzaron a formar parte de los cuestionamientos que derivaron en una purga inédita, si se tiene en cuenta que el gobernador Juan Schiaretti jamás había cambiado de jefe policial en cualquiera de sus anteriores gestiones.
Por eso, desde que Alberto Fernández anunció en las últimas horas una nueva fase 1, en el Panal y en Jefatura comenzaron a pensar que esta vez el peso del protagonismo policial no deberá ser tan central, y mucho menos excesivo.
