Con varios llamados a la paz y la seguridad de que “todos estamos en las manos de Dios”, el Papa León XIV mostró los primeros gestos al mundo de lo que podría ser su papado al frente de la Iglesia Católica.
Si la pregunta que se hacía en todos los rincones del planeta sobre que camino tomaría la institución bimilenaria en el horizonte postfranciscano, la opción del Colegio Cardenalicio sugiere que existe una intención de continuidad –y por qué no– profundización de una Iglesia atenta a las necesidades del pueblo.
En los primeros minutos como sucesor de San Pedro instó a mirar al futuro desde la construcción del diálogo y la unidad desde el mensaje de Jesucristo.
José Manuel Vidal, uno de los teólogos más influyentes del Vaticano, explicó en Religión Digital que Prevost “sintetiza lo mejor de dos continentes: la eficacia organizativa estadounidense y la sensibilidad pastoral latinoamericana, dos pilares clave para continuar la revolución sinodal de Francisco”.
Así como en su momento en 2013 una charla de tres minutos llamó la atención de muchos cardenales sobre la figura de Bergoglio por tener una visión inspiradora, refrescante y visionaria, no sorprendería que haya sucedido algo semejante con Prevost. El tono de esa alocución no la conoceremos por el momento.
¿Cuáles son las claves de su pontificado? Vidal enumera una cuantas. Podríamos quedarnos con algunas de ellas.
La experiencia transcontinental y visión global se apuntala en una formación rigurosa norteamericana pero con una vastísima tarea pastoral en Perú, donde dirigió seminarios, formó sacerdotes, trabajó en barrios marginados y fue obispo de Chiclayo.

“Su conocimiento de realidades como la migración masiva o la pobreza estructural lo acerca al ‘olor de las ovejas’ de Begoglio”, dijo.
Además su trabajo en la Conferencia Episcopal Peruana (2018-2023) como vicepresidente demostró capacidad para construir consensos en entornos plurales.
Otra de las claves que recuperó Vidal es su reformismo pragmático desde el poder. Francisco lo eligió prefecto del Dicasterio para los Obispos y en los últimos dos años “controló el termómetro” del cambio eclesial: selección de obispos según criterios de sinodalidad, misericordia y opción por los pobres, alineados con el magisterio de Francisco.
No son menores sus dotes en la diplomacia eclesial –al frente de la Curia General agustina– y mediación cultural para alcanzar un equilibrio en una Iglesia fraccionada entre “rigoristas y pastorales”.
Puente generacional y cultural
Tal vez Prevost era uno de los candidatos más proclives a los nuevos tiempos porque con 69 años es un puente generacional entre los cardenales casi octogenarios y los jóvenes sin demasiada experiencia.
Además su doble ciudadanía (EE.UU. y Perú) le otorgaría un rol de mediación cultural ente poder vaticano y las iglesias emergentes.
Incluso Vidal considera que el nuevo líder de la Iglesia podría erigirse en muro de contención frente al presidente Trump, cuyos mecanismos políticos conoce a la perfección.
Un nuevo tiempo
Comienza un nuevo tiempo en la Iglesia pero el nuevo papa ya dio algunas señales.
En el país latinoamericano donde sirvió casi 20 años destacan su cercanía con los fieles y el impulso de proyectos innovadores en beneficio de los jóvenes. Eso lo asemeja a Francisco a quien le agradeció cariñosamente en su discurso inaugural.

Parece que la Curia entendió que el “terremoto” que inició el papa argentino tenía sentido y optó por avanzar en ese sentido. En un Iglesia que se reconfigura día a día en la búsqueda de la paz y la unión de los pueblos, a quienes una y otra vez tiene que volver la mirada para no desviar su rumbo.