Llegó la hora de la verdad, dice un abogado que defiende. Llegó la hora de la verdad, replica e imita otro que asiste en la querella. Hay 11 acusados y 13 querellantes y todos creen tener la verdad en sus puños en el histórico juicio por las muertes de bebés en el hospital Materno Neonatal de la ciudad de Córdoba.
Lo que en rigor comienza este lunes, a la hora que se logre largar en una sala especialmente acondicionada de Tribunales 2, no es la revelación milagrosa de una verdad sino un proceso “adversarial”, de confrontación de las verdades de cada uno, que es el método que tiene la Justicia para que, luego de escuchar las distintas visiones e intereses de partes, un jurado integrado por ciudadanos comunes, sorteados para tener que decidir en este caso, definan si creen culpable o no a Brenda Agüero de las muertes de bebés en el Neonatal. Y lo mismo para el cargo de encubrimiento y otros delitos con los que llegan acusados 10 exfuncionarios, con el exministro de Salud provincial, Diego Cardozo, a la cabeza.
Lo que comienza hoy es el proceso de construcción de una certeza que es a la que tienen que llegar los jueces populares para condenar o absolver. La verdad será el resultado del modo en que encajen las piezas en un rompecabezas que recién se va a completar a mitad de este año, si se cumple el pronóstico que hizo la Cámara Séptima del Crimen de 78 audiencias desde este lunes hasta el 30 de junio.
En el caso de la enfermera, el gran desafío de la acusación será sostener un cargo que lleva como único resultado posible una prisión perpetua en caso de condena con un conjunto de indicios, que si bien se plantean consistentes y coherentes, en su conjunto, para la acusación, no tienen la fuerza de una confesión, un testigo directo o una prueba fílmica de interpretación indubitable. Se dice, también, desde la Justicia, que así se condena en un gran número de casos en los que el crimen tiene un solo testigo, a quien no se puede acudir: la víctima.
El gran misterio que el juicio tiene por resolver, incluso si confirma la acusación con una sentencia, es la motivación. Lo que se llama “el móvil”. No hubo una explicación ni un porqué una enfermera atacó y mató a recién nacidos de familias humildes de Córdoba en un hospital público provincial, según la instrucción.
Con los exfuncionarios, el desafío será que se entienda de manera unívoca que en sus decisiones u omisiones tuvieron una voluntad de esconder lo que ocurría. Eso es un encubrimiento agravado.
Los acusados de querer tapar el escándalo no son políticos comunes. Son, antes que eso, médicos. Liliana Asís, la exdirectora del hospital, detenida con prisión domiciliaria, es una de las grandes referentes pediátricas de la historia de Córdoba. Y Diego Cardozo el ministro de Salud que tuvo a su cargo –junto con otros imputados, como Pablo Carvajal y Alejandro Gauto– la compleja estrategia sanitaria en pandemia, en la que Córdoba, en renglones generales, tuvo mejores resultados que el resto del país. La debacle de Cardozo, patentizada en la foto del inicio de este juicio criminal, no puede dejar de emparentarse con la caída del ya fallecido Ginés González García, ministro de Salud nacional durante la pandemia, y del propio presidente en esos años, Alberto Fernández.
El orden en el que se presenten unos y otros argumentos no es inocuo. Los acusados tienen la oportunidad de ser quienes tengan la primera palabra. Pegar primero. Robar el protagonismo que tienen, por ser las víctimas, las madres. Eso evalúan los abogados que asisten a los exfuncionarios. Brenda Agüero hablará apenas terminan las “teorías del caso” de cada parte.
Las médicas Adriana Moralez y Alejandra Luján, una acusada de encubrimiento, la otra de omisión de deberes, también usarán esta primera oportunidad de contar su verdad. ¿Dejará Cardozo para más adelante, cuando el juicio no tenga todas las miradas, su explicación de los hechos?
Quienes creen tener la razón tienen que probarlo. Y resistir los embates a sus convicciones de quienes plantean otra verdad, que también tienen que poder defender con evidencias.
Empieza un juicio que es una gran oportunidad para que la Justicia de Córdoba se pruebe como una institución confiable para llegar a la verdad. Nadie duda en el Poder Judicial de que en este juicio histórico la propia credibilidad de la Justicia se sienta en un banquillo invisible, que con alguna deferencia provisional ubicaremos en el pasillo de la sala, en el medio de los 11 acusados y las 13 familias víctimas.
