“Ana”, el nombre que se utilizará para resguardar la identidad de la víctima, es una adolescente de 12 años que vive en Villa María y gracias a una charla de Educación Sexual Integral (ESI) reveló duros hechos de abuso sexual a los que era sometida por su padre.
Cuando tenía 8 años, la niña conoció a su padre biológico por un trámite que el hombre inició para reconocerla. La Justicia además fijó un régimen de visitas para que se forjara un vínculo entre ambos.
Fue entonces cuando comenzó a vivir situaciones que la marcaron para siempre, que mantuvo en secreto porque no podía contarlo. Hasta que una clase de Educación Sexual Integral que brindó el Polo de la Mujer en su escuela le permitió detectar que lo que ocurría puertas adentro de la casa paterna no debía suceder y que había que hablarlo.
“Ana” se animó y al finalizar la clase contó a su psicopedagoga: “mi papá me desnuda y me toca cuando jugamos al doctor”, le dijo. La profesional puso en conocimiento a la directora del establecimiento educativo y contuvieron a la adolescente, que pidió ser ella quien le dijera a su mamá.
Todo lo que devino terminó hace una semana cuando en Tribunales de Villa María la verdad de la niña fue ratificada: su padre confesó y fue condenado a ocho años de prisión por los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por la guarda, por el carácter de padre, en concurso ideal con corrupción de menores.
En todo el proceso judicial, la niña estuvo representada por Florencia Vottero, una penalista de esa ciudad que ofició de abogada querellante y que brindó detalles del caso a La Voz.
La Esi, clave en la historia
Muchas veces bastardeada, la Educación Sexual Integral es clave para la detección de casos de abuso sexual infantil. Entre sus contenidos, enseñan y explican a los niños a cuidar sus cuerpos y que nadie debe tocarlos.
Por aquella charla, “Ana” pudo contarle a su mamá que cuando iba a la casa de su padre y llegaba la noche, este la desnudaba y la tocaba diciendo que jugaban al doctor, profesión que la niña deseaba ejercer en su adultez.
La mamá formuló la denuncia en la fiscalía de Instrucción del Tercer Turno a cargo de René Bosio- que durante el juicio ofició también de fiscal de Cámara supliendo al titular- y se presentó como querellante, con el patrocinio de Vottero.
“En ese momento el hombre estaba libre, porque la niña le cuenta a la mamá sobre los tocamientos y queda imputado por delito de abuso sexual agravado”, cuenta la abogada.
Para la ley penal, explica, el acceso carnal es diferente a lo que niños y niñas pueden entender. Es en la Cámara Gesell donde ella pudo contar la modalidad, que devino en un cambio de carátula porque surgió que fue un abuso sexual con acceso carnal. Allí, el hombre queda detenido.
La abogada destacó la función de la ESI, poniendo en valor la importancia de contar con estos espacios para enseñar a los niños y niñas, porque en algunos casos, como este, el abusador está dentro del núcleo familiar y hablar o comprender, resulta difícil.
“Esa es la importancia de ESI en los colegios y lo cercano que terminan siendo maestros, psicopedagogos y demás que le dan la confianza y entereza”, dijo Vottero.
Los delitos y la Justicia
Además del delito de abuso sexual, se sumó la corrupción de menores porque era excesivo, prematuro y perverso.
“Lo hacía cada 15 días, la niña no tenía edad para tener consciencia sexual, y planteamos que eran perversos porque usaba la modalidad de juego y los sueños de la niña para introducirla en una cuestión sexual que ella no comprendía”, detalló la abogada.
Vottero remarcó el acompañamiento que hubo hacia la víctima y la posibilidad que tuvo de contar quién era, qué había pasado. “Contar que la Justicia en un momento fue muy dañina, porque si bien reconoció el derecho de paternidad y un régimen de visitas, también causó un daño”, dijo.
“Ahora la Justicia debía actuar correctamente, dándole verdaderamente justicia”, afirmó.
La abogada también explicó que los procesos resguardan cada vez más a los derechos de los menores. Incluso existen de fallos para que la palabra del niño sea tomada como cierta, siempre y cuando no haya prueba externa que desvirtúe. “Ana” solo tuvo que ir a la Cámara Gesell y a hablar con la psicóloga, medidas que se valoran porque buscan cuidar su integridad y evitar revictimizaciones.
El abusador confesó
El padre de “Ana” fue condenado el pasado 21 de agosto en un juicio abreviado que se realizó en la Cámara del Crimen, en una audiencia presidida por la vocal Edith Lezama de Pereyra. El imputado contó con el patrocinio del abogado Antonio Alarcos.
Del otro lado, el fiscal René Bosio que ofició como parte acusatoria del Ministerio Público Fiscal y la madre de la niña junto a su abogada querellante, Florencia Vottero.
El imputado, que trabajaba de changarín y tiene 46 años, siguió todo desde la cárcel por video conferencia y confesó los delitos. Recibió la pena de ocho años de prisión, con conformidad de la querella.
“Para el abuso sexual no interesa la cantidad de años. Si sufriste abuso, no hay penas que a vos te cure ese daño, pero sí el hecho de que el testimonio se crea y sin discusión”, explicó Vottero y agregó: “aunque la motivación de asumir culpa sea reducción o porque efectivamente reconoce”.
Detalló que para el menor, la confesión significa el cierre de un ciclo: “que el agresor sexual diga ‘si, lo hice, está diciendo la verdad,’ en la psiquis del menor juega favorablemente y le permite continuar con su vida”.
“En este caso el quid no está en la pena, sino en el reconocimiento de que eso que le hicieron es delito y que el niño no miente”, dijo.
