La dulce vocecita de Isa se escucha: “Mirá cómo hace, ¿da la vuelta?”. Con apenas tres años, describía lo que miraba apuntando al cielo de Calamuchita ese 30 de octubre de 2021. Eran las piruetas de un avión acrobático y los garabatos que dejaba el humo. De golpe, el avión que descendía a gran velocidad, giró hacia donde estaba la niña y su mamá, filmando con su celular.
-¡Ay Dios, ay Isa... ay Isa!!, los gritos desesperados de Yesica tapan los ladridos de los perros asustados. Luego, la explosión, los llantos, la confusión.
Una avioneta se desplomó sobre la joven madre y su hija, en Villa General Belgrano, fue la noticia de ese día. El horror había quedado grabado en el celular de la mamá.
Ser chocados por un avión que cayó del cielo es un hecho demasiado extraordinario. En el mundo casi no hay antecedentes.
Ahora, a tres años, el caso quedó judicialmente resuelto.
Yesica Acuña, hoy de 30 años, asegura que no puede olvidar ese día. “Todo el tiempo lo recuerdo. Me fui del trabajo, me acosté un rato con Isa. Me levanté cuando empecé a escuchar las avionetas y se me ocurrió salir a filmar. Era un espectáculo muy lindo, hasta que escuché cuando esa avioneta se apagó, no subió más, bajó directamente, y ya no tenía nada para hacer. La tenía encima, no me voy a olvidar los ojos del piloto: tenía ojos claros. Creo que lo único que hice fue empujar a Isa para que no la toque, y me quedé parada. Después de eso no me acuerdo más. Me desperté al rato. Giré como pude para ver si estaba Isa y la vi tirada detrás mío, intenté levantarme y no había forma. Lo único que vi fue un montón de tierra y la avioneta ahí, en el piso”, relata la joven mujer sobre el singular siniestro sufrido.
“Yo sentía que no tenía las piernas, de la cintura para abajo tenía todo dormido. Cuando vi a Isa tirada ni siquiera me salía el llanto, solo gritaba que alguien la viera o la agarrara, porque no sabía qué le había pasado. Fue horrible”, agrega.
-¿Consideras que sobrevivir fue un milagro?
-Yo creo que había muchas cosas de mi vida que tenía que cambiar, porque no venía haciendo bien las cosas, estaba en una relación tóxica y no podía salir; el lugar donde vivíamos no estaba bueno. Si tuvimos otra oportunidad, fue para mejorar.
Dos universos paralelos
Eran las 19 de ese sábado. Yesica e Isabella se encontraban en la calle del barrio en el que vivían, en Villa General Belgrano. A una cuadra, en el aeródromo local, se celebraba una fiesta de casamiento de un piloto e instructor oriundo de Río Cuarto, y dos avionetas realizaban destrezas como parte de los festejos. Una se precipitó y en el accidentado aterrizaje, una vez en el asfalto, las alcanzó con una de sus alas.
Dos universos paralelos se cruzaron, de la peor manera. Mientras el barrio se transformó en horror, gritos, llantos, rescatistas y sirenas, cerca la fiesta continuaba.
Hoy, Yesica sigue trabajando de mucama, en el mismo establecimiento, pero las secuelas del siniestro afectan su vida cotidiana y su desempeño laboral. Sufre dolores recurrentes en la cintura, cadera y pierna, que cuando aparecen la obligan a tomar una pausa. Los médicos le anticiparon que, en un futuro, será altamente probable que deba someterse a otra cirugía, esta vez en la cadera.
“Tengo una pierna más corta, por ahí no se me nota porque uso dos plantillas. No siempre pero tengo dolores, que me dejan tirada en la cama, lo que más me afecta es la cintura y la cadera”, relata.
La joven sufrió dos fracturas de fémur y de pelvis, y debió ser operada en dos ocasiones. Tras el siniestro, permaneció casi un mes en un hospital y luego, estuvo en un hogar municipal durante tres meses hasta que recibió el alta. Es mamá de cuatro hijos.
La pequeña Isabella sufrió fracturas de cadera y politraumatismo de pulmón y logró recuperarse tras una larga internación. En la escuela tuvo apoyo psicológico para superar la situación extrema cuando apenas tenía tres años.
Yesica tiembla cada vez que siente el paso de algún avión por el cielo. Cuenta un temor recurrente, en distintas situaciones, ligado a lo que pueda ocurrirles a sus hijos. “Solo me siento segura cuando están todos pegados a mi lado”, comenta.
Tuvo un tiempo de asistencia psicológica, pero su precaria condición socioeconómica no le permite poder acceder a herramientas que mejorarían su vida y la de sus hijos.
Ahora, acaba de rubricar un acuerdo homologado por un juez, y recibió una indemnización por un monto que prefiere que no trascienda. Con esto, la causa judicial quedó cerrada. El dinero que recibirá le permitirá mejorar su calidad de vida ya afectada de forma crónica: comprará una pequeña casa y un automóvil.
Qué dijo la ANAC
La Junta de Seguridad en el Transporte, de la Dirección Nacional de Investigación de Sucesos Aeronáuticos, organismo encargado de realizar las investigaciones, pericias y relevamientos en accidentes aéreos, y la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), informaron que el piloto involucrado poseía licencia aeronáutica pero no la habilitación especial para vuelos acrobáticos.
En junio de 2022 el fiscal federal decidió imputar a ambos pilotos en carácter de autores en base al artículo 221 del Código Aeronáutico, por realizar funciones aeronáuticas sin habilitación y efectuar vuelos arriesgados poniendo en peligro la vida o bienes de terceros, con el agravamiento de las lesiones en dos personas.
La batalla judicial
Yamile Li Cuasi, Francisco Carranza e Ignacio Albar Díaz son los abogados que defendieron a Yesica. En los pueblos, donde la gente se conoce, la joven accidentada trabaja en el emprendimiento turístico de la familia de Li Cuasi.
“Era un caso sin jurisprudencia, me atrevería a decirte que no hay en el mundo un caso de un avión que se haya caído en la calle y haya atropellado a alguien”, describe la abogada.
Cuenta que al principio Yesica recibía llamadas de otros profesionales diciéndole que podría cobrar millones. Pero la causa no era tan simple, asegura Li Cuasi.
El caso se tramitó en Tribunales Federales, que tiene injerencia en Derecho Aeronáutico. La causa tenía tres imputados, los dueños de la aeronave y los dos pilotos, tanto el que protagonizó el siniestro como el que conducía la segunda avioneta. Con los tres se llegó a un acuerdo económico.
“Tal como establece el Código Aeronáutico, la demandada principal era la dueña de la aeronave y en segunda instancia los pilotos, porque estaban cometiendo la conducta riesgosa que no estaba permitida”, explicó la abogada.
El sobrevuelo excedía el perímetro del aeroclub y lo hacía sobre un barrio. A su vez, el avión no estaba asegurado para este tipo de acrobacias. “Eso fue lo que más complicó todo”, define la abogada, ya que la demanda para procurar el pago de una indemnización debió direccionarse en contra del conductor y del titular del avión.
El acuerdo extrajudicial fue con los tres imputados: la dueña de la avioneta Rans9 y los dos pilotos. El que conducía la aeronave siniestrada sobrevivió, pero sufrió lesiones gravísimas e irreversibles: está postrado y con daños neurológicos severos.
Li Cuasi valoró el acuerdo alcanzado. “Ella necesitaba cerrar la situación, una indemnización económica que le sirviera y la condena penal no la beneficiaba en nada”, sostuvo.
El acuerdo fue aprobado por la asesora de Menores, por estar involucrada una niña de 6 años.
“La actitud de la gente del casamiento dejó muchísimo que desear; la fiesta siguió como si nada, y se comunicaron con ella y le transfirieron 10 mil pesos, cuando estaba internada tratando de conseguir una prótesis; no sabíamos si era una burla”, opina la abogada. Dice que fue la única vez que se comunicaron con la víctima.
Judicialmente, el caso está cerrado.
