Iván Blasi es arquitecto, comisario y crítico, y actualmente dirige los EUmies Awards –Premios Mies van der Rohe–, el principal galardón de arquitectura contemporánea en Europa. Es también uno de los voceros de la iniciativa New European Bauhaus, que combina sostenibilidad, estética e inclusión.
En su primera visita a Córdoba, participará en el Congreso Nacional de Arquitectura (Conarq), que se realiza del 15 al 17 de agosto en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba. Allí brindará una conferencia sobre los Premios Mies van der Rohe y su impacto en la arquitectura europea contemporánea.
Además, en el marco de la Conarq, llega la exposición del Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea / Premios Mies van der Rohe 2024, en el Centro Cultural FAUD, Vélez Sarsfield 264.
–En los últimos años, los premios Mies van der Rohe han reconocido más proyectos con impacto social, como conjuntos de viviendas o equipamientos comunitarios. ¿Es una mirada deliberada o surge de manera espontánea?
–Es interesante porque el jurado de cada edición va cambiando. Lo que hacemos es tener conversaciones previas antes de que empiecen a seleccionar los proyectos. Creo que son dos cosas. Por un lado, que los jurados se han dado cuenta del papel que tiene la persona que va a habitar o usar lo que construimos, que quizás no había tenido la presencia que debía durante algunos años. Por otro lado, en los últimos años hemos visto que los ganadores ya no eran tanto grandes proyectos culturales, de gran escala y presupuesto, sino viviendas, transformaciones o proyectos educativos. Esto está relacionado con la crisis económica de 2007-2008, que afectó a todos y en Europa redujo los grandes presupuestos públicos y privados. Se empezó a repensar si era necesario derribar y construir de nuevo, o si podía transformarse lo existente, y si eso traería algo mejor para la ciudad.
–La Biblioteca Gabriel García Márquez, en Barcelona (ganadora en 2024), es un caso interesante: monumental pero con fuerte sentido social.
–Las bibliotecas han cambiado. Siguen siendo lugares para buscar un libro, pero también centros de encuentro social. En distintos momentos del día, grupos de personas de los barrios se reúnen allí para leer el periódico, charlar o participar en actividades. Hay espacios donde el silencio no es lo más importante. Esta biblioteca es un espacio de encuentro intergeneracional: estudiantes, adolescentes, universitarios, personas mayores. Además, en el contexto del cambio climático, se han diseñado para mantener temperaturas adecuadas de forma sostenible. En Barcelona ahora se llegan a 37 o 38 grados y estos lugares funcionan como refugios climáticos.
–Ese punto de las bibliotecas como refugios climáticos también tiene un valor urbano.
–Sí. Esta biblioteca tiene una radio del barrio, eventos, reuniones, conferencias, presentaciones. Siempre hay actividades. Es un lugar donde se puede leer o tomar un café con el vecino. Muchas veces, en las casas con climatización, la gente tiende a quedarse adentro; estos espacios ofrecen la posibilidad de salir, encontrarse de manera no planificada y socializar.
–¿Las nuevas generaciones de arquitectos ya incorporan la sostenibilidad y el impacto social como parte de su formación?
–Sí. Hay una nueva generación de profesores en las escuelas de arquitectura que transmiten esa necesidad. Las normativas establecen parámetros y, si se aplican pensando más allá, permiten trabajar con materiales como la madera u otros más económicos, para dedicar más recursos a la calidad de los espacios comunes. Se reutilizan materiales y estructuras, se usan sistemas pasivos para controlar la temperatura. Muchos jóvenes que se graduaron en un contexto complicado, entre 2010 y 2012, tuvieron que buscar proyectos en el ámbito público, lo que les permitió experimentar y encontrar un equilibrio entre propuestas imaginativas, control térmico y sostenibilidad, y al mismo tiempo, economía. La normativa no debería limitarse a poner placas solares para cumplir, sino evaluar si esa es la mejor solución o si conviene trabajar con la fachada, el grosor de los muros o el propio material para lograr confort térmico.
–Es tu primera vez en Córdoba. ¿Qué te llamó la atención?
–Siempre es interesante cuando vas por primera vez a un lugar y hacés el recorrido desde el aeropuerto o la estación hasta el Centro. Al llegar, vi una parte muy construida que sigue creciendo, con sectores más de suburbio, algo que se encuentra en muchas ciudades. Cuando me fui acercando a la ciudad más consolidada, con el río y el canal, me sorprendió, viniendo de Barcelona, la mezcla de edificios bajos junto a torres. Te preguntás si esa especie de libertad o situación, que a nosotros nos parece más caótica, quizás aporta cierta experimentación en cómo se vive la ciudad. Vi bastantes edificios de los años 60 o 70, de muy alta calidad, algunos de ladrillo visto y celosía de hormigón.
–El ladrillo visto es una marca de la arquitectura local desde los años 80, impulsada por el arquitecto Miguel “Togo” Díaz.
–Esos edificios me llamaron mucho la atención. También el edificio municipal con su estructura de hormigón, muy potente, y muros de piedra.
–Mencionaste la calidad de los espacios públicos.
–Sí. Hay muchas plazas con vegetación y árboles que dan sombra, algo clave para evitar las islas de calor en verano. En Barcelona muchas plazas se han pavimentado; ahora se intenta revertir eso. Aquí me recordó una anécdota en Burdeos, donde pidieron renovar una plaza y los arquitectos dijeron: “Está perfecta, no gasten el dinero en esto, inviértanlo en otra cosa”. A veces no hay que renovar, sino mantener. Me llamó la atención la iluminación en algunos espacios centrales. La Catedral y el Cabildo tenían una luz muy bonita, pero la plaza tenía luminarias con temperaturas de color diferentes, lo que rompía la atmósfera.
–En Córdoba hay ejemplos de edificios desconectados de su entorno. ¿Qué opinás de esa relación con el espacio público?
–Es importante que la planta baja esté abierta y conectada, que existan espacios peatonales y accesos que permitan que la ciudad sea fluida, con recovecos y patios a los que se pueda entrar, no sé si públicos o privados. Eso enriquece la experiencia urbana y permite que pasen cosas de manera continua.
–Te alojás en Nueva Córdoba.
–Sí, y se nota la vida universitaria. Ayer, aunque era invierno, había estudiantes en las mesas de los bares. Es un barrio muy vivo.