Geográficamente, Argentina se ubica principalmente en el huso horario UTC-4h, con una porción de la zona cordillerana (en especial, en la Patagonia austral) en UTC-5h. Sin embargo, la ley 26.350, sancionada en 2007, estableció la hora oficial de Argentina en UTC-3h para todo el territorio y durante todo el año.
Esta configuración implica que Argentina vive en un “horario de verano perpetuo”, lo que genera un desfase significativo con la hora solar real.
Por ejemplo, si el reloj oficial marca las 12 del mediodía, el sol aún no alcanzó su punto más alto en el cielo, ya que puede faltar más de una hora para el mediodía solar, especialmente en las provincias más occidentales.
De hecho, la actual hora argentina (UTC-3) la sitúa al mismo nivel que Río de Janeiro, Brasil, más de 10 grados al este de la provincia de Misiones, el punto más oriental del país.
Quién define y mantiene la hora oficial argentina
La hora oficial argentina (HOA) está regulada por la ley 26.350. El Observatorio Naval de Buenos Aires es la institución encargada de determinar y difundir la hora oficial desde 1923, para lo cual utiliza servicios telefónicos y de radiofrecuencia.
Además, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) disemina el tiempo universal coordinado (UTC) a través de su servicio NTP (network time protocol), a fin de asegurar una consistencia con la hora oficial de Argentina con un margen de error de 1 a 10 milisegundos.

Una trayectoria de cambios constantes
La historia del huso horario oficial argentino es notablemente inestable, marcada por reiteradas modificaciones a lo largo de los años.
- En 1894, el país unificó su hora por primera vez, adoptando la hora solar de la ciudad de Córdoba.
- En 1920, Argentina se adhirió al estándar internacional y adoptó el GMT-4 (hoy UTC-4) en todo el país.
- La década de 1930 vio la primera implementación del horario de verano (UTC-3), que gradualmente llevó a que el UTC-3 se mantuviera de manera permanente a partir de 1942.
- Desde 1970, el UTC-3 se estabilizó como la hora oficial. No obstante, en períodos de crisis energética, se implementó un horario de verano aún más adelantado, el UTC-2 (1974, 1988-1992, y 2007-2009).
- Durante el verano de 2008-2009, la disconformidad de varias provincias occidentales, como Salta, Catamarca, Mendoza y San Luis, llevó a que fueran exceptuadas del cambio a UTC-2 o se autoexcluyeran, lo que llevó a que el país operara con dos husos horarios diferentes.
- Finalmente, desde octubre de 2009 Argentina mantiene el UTC-3 de forma ininterrumpida en todo su territorio.
¿Ahorro energético, salud o bienestar?
Un proyecto de ley, impulsado por el diputado nacional Julio Cobos obtuvo media sanción de la Cámara de Diputados de la Nación. La propuesta busca retrasar los relojes una hora, al adoptar el huso UTC-4 durante los meses de invierno y regresando al UTC-3 en verano.
Los principales argumentos a favor de este cambio incluyen la optimización del uso de la luz solar y la generación de ahorro energético. Se busca reducir la dependencia de la iluminación artificial, especialmente en las horas de la tarde y noche, lo que podría mitigar problemas de abastecimiento de energía.
Sin embargo, estudios sobre el impacto de cambios horarios previos en Argentina arrojaron resultados mixtos o incluso desfavorables en cuanto al ahorro energético.
Por ejemplo, la aplicación del UTC-2 en 2008/2009 resultó en un aumento del consumo eléctrico entre 0,4% y 0,6%. Esto se atribuye, en parte, a que el pico de demanda de verano se desplazó a las 15-16 horas debido al uso masivo de aires acondicionados, lo que minimiza el efecto de los cambios de huso horario en este pico.
Más allá del ahorro energético, los promotores del cambio resaltan beneficios significativos para la salud y el bienestar social. Argumentan que el desajuste entre el reloj oficial y el ciclo natural de luz y oscuridad puede afectar el desempeño escolar, la calidad del sueño y el funcionamiento del sistema circadiano.
Esta disparidad, conocida como jet lag social, se correlaciona con cansancio mental, ánimo deprimido y mayor consumo de estimulantes. Se estima que abordar este desfase podría reducir accidentes de tránsito (hasta un 70% en adolescentes) y mejorar el rendimiento académico y la asistencia escolar.
Argumentos en contra y desafíos culturales

La propuesta de cambio no está exenta de críticas. Uno de los principales argumentos en contra es que el retraso del reloj significaría que oscurecería muy temprano en invierno (alrededor de las 17), lo que no se alinea con el fin de la jornada laboral típica y podría generar un aumento de la demanda energética al anochecer.
Además, se destaca que la población argentina, por costumbre y cultura, tiende a realizar actividades tarde, como cenar, independientemente del horario oficial. Esto sugiere que el pico nocturno de consumo de energía probablemente mantendría su forma, ya que los hábitos de descanso o cena no se alterarían fácilmente por una política horaria.
Como contrapartida, se alega que si bien estas razones son válidas para el oriente del país –y en especial para el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba)–, no tienen la misma vigencia en el centro de la república y menos aún en el oeste.
Experiencias pasadas de husos horarios diferentes entre provincias generaron confusión y problemas de coordinación para trámites, comercio y diversas actividades, lo que llevó a su eventual unificación.