En el marco del Desafío Innovar por el Clima 2025, más de 120 emprendedores comenzaron la implementación de sus proyectos ambientales. Entre ellos, la Cooperativa La Esperanza empezó con Hilando Futuro, una iniciativa que brinda empleo a jóvenes de poblaciones vulnerables.
El objetivo de la propuesta consiste en producir sogas de plástico recuperado para el enfardado industrial de materiales reciclables. Será desarrollado en los próximos meses en articulación con instituciones académicas, organizaciones sociales y el sector privado.
Los equipos de cada proyecto contarán con el acompañamiento técnico y el incentivo financiero de U$S 5 mil brindado a través de CorLab, el Laboratorio de Innovación Pública y Govtech de la Secretaría de Ciudad Inteligente y Transformación Digital de la Municipalidad de Córdoba, en alianza con Bloomberg Philanthropies.
Entre las problemáticas que se abordan en los proyectos, están la gestión de residuos, la restauración ecológica, educación ambiental, infraestructura verde, accesibilidad urbana, monitoreo ambiental con tecnología y soluciones de adaptación al calor extremo.

Retomando una idea
El proyecto surgió como la continuación de otro que se venía realizando en la cooperativa. Este implicaba una máquina que cortaba hilos de plástico PET y los entrelazaba para formar sogas.
“Habíamos empezado ese proyecto y nos quedó la inquietud. Nos dimos cuenta de que podíamos reemplazar los flejes que usamos para prensar el cartón con sogas de PET. Así podemos dejar de comprar los flejes que son material virgen muy caro y usar estas sogas que vienen de un material recuperado al que le extendemos la vida útil”, explicó a La Voz Guadalupe Meyer, directora del proyecto.
De esta forma, conectaron la oportunidad de financiamiento con la psobilidad de concretar este proyecto inconcluso. Actualmente, se encuentran en una etapa de experimentación y pruebas.
“Estamos usando una máquina vieja para hacer el hilo y probar distintas formas de trenzarlo. Hicimos varios ensayos para comprobar la resistencia que tienen y por lo que vimos sostienen muy bien los fardos de cartón”, detalló Meyer.
Durante estas semanas, también se dedicarán a registrar cuántas botellas son necesarias para un carrete de hilo y cuánto tiempo se tarda en hacerlo, es decir, la capacidad de producción que tendrán.
El dinero otorgado lo invertirán en una nueva máquina que será propia y que está en pleno proceso de armado. Con ella podrán continuar con las pruebas actuales para hacer cada vez más eficiente el proceso.
La cooperativa hoy se centra en la celulosa reciclando cartón y papel, el PET se recupera en menor cantidad debido a que no tienen plantas exclusivas de plástico. Aun asi, obtienen alrededor de tres toneladas por mes, cifra que buscarán aumentar.
Mientras tanto, en Hilando Futuro trabajan hoy ocho jóvenes que asisten dos jornadas por semana. En una de ellas se dedican a cortar botellas y dejarlas listas para procesar; y en la otra se trabaja con la máquina en la producción de hilo.
“Nos organizamos con distintas tareas y buscamos que coincida con los días que los chicos ya van a la cooperativa. También nos fijamos que no altere sus horarios de trabajo en otros lugares”, comentó Meyer.
Cooperativa La Esperanza
Con los lemas “nuestro trabajo es nuestra dignidad” y “reciclado con inclusión social”, el espacio nació en 2010 y hoy tiene más de mil socios. Una de sus particularidades es que posee una gran dispersión geográfica con presencia en más de 30 barrios, villas y asentamientos de la ciudad de Córdoba.
“Esto permitió que el proceso de reciclado creciera muy rápido, justamente porque ya había todo un trabajo territorial de la coperativa en los barrios”, señaló Meyer.
Actualmente, tienen dos plantas de reciclado: una en zona norte y otra en zona sur. Asimismo, cuentan con un sistema de nodos a través del cual se acopia el material (cartón y papel, sobre todo) en barrios periféricos de la ciudad. Luego, un camión hace los recorridos para recogerlos y llevarlos hacia alguna de las plantas.
Por otro lado, la cooperativa también tiene servidores urbanos que realizan tareas de barrido, desmalezado y mantenimiento de espacios verdes. Además, sostienen 14 comedores en distintos barrios de la Capital, y tienen una huerta y un vivero comunitario, entre otras cosas.
“Hay una gran presencia de la juventud y mucha cultura de lo familiar. Tenemos muchos hijos de compañeros, incluso nietos, que trabajan en la cooperativa. Vimos que había mucho potencial para trabajar con los chicos algunos proyectos nuevos y, de paso, acercarnos más a ellos”, admitió Meyer.