Cuando Ariel y Guillermo se conocieron, hace 20 años, ya sabían que ambos querían ser padres. El sueño se les dio luego de esperar años en la lista de adopción, y de anotarse como familia de guarda. Ellos tenían amor y un hogar para ofrecer a un niño, no les importó si eso sería temporal o una adopción definitiva.
El día que conocieron a David, el 14 de abril de 2014, éste tenía 11 años, estaba en un instituto, como otros por los que ya había pasado. La idea era comenzar a vincularse de a poco, pero David manifestó que quería pasar más tiempo con ellos y ese fin de semana ya salieron a pasear juntos. Nunca más se separaron.
Los dos recuerdan el primer Día del Padre que pasaron juntos los tres. David les preguntó si podía saludarlos como “papás” (en esos meses los llamaba por sus nombres de pila). Desde entonces uno fue “papucho” y el otro “papino”. Hoy con 19 años, a David le da un poco de vergüenza y sólo dice “pá”, cuentan en diálogo con La Voz.
“David fue un niño que no venía con moldes ni prejuicios sobre ‘cómo tiene que ser una familia’. Ha sido un niño con mucha claridad y ‘terquedad’ de lo que considera qué es lo bueno y qué no quiere para su vida”, explica Guillermo Bocamazzo. Hoy el joven estudia el último año del secundario y quiere seguir en trabajo social. Su elección no es al azar, está marcada por su propia historia y quiere llevar un trato más cercano con aquellos niños que hayan pasado por situaciones difíciles.
“Nuestra experiencia como papás fue aprender a disfrutar del ‘hoy’ en todo momento. Al principio no sabíamos si nos iban a dar la adopción, así que disfrutábamos al máximo cada pequeño logro en su patineta, cada paseo. Queríamos que él sepa que tiene dos padres. Mañana, no se sabía”, dice Ariel.
Es por eso que cuando les llegó la adopción legal, cuando David tenía 15 años, ellos ya tenían un “ejercicio” hecho: “Un hijo no es un plan, sino una persona que también te elige, que toma sus decisiones. Hay que acompañarlos para que puedan tomar sus decisiones. Nosotros nos elegimos los tres”, dice Ariel Ocampo.
Un camino de aprendizajes
Ambos recuerdan que la primera etapa no fue fácil: “Él (por David), inconscientemente, nos probaba si lo íbamos a abandonar. Había pasado mucho abandono antes. Con acompañamiento de terapias, pudimos pasar esa etapa. Y luego ¡vino la rebeldía de la adolescencia!”, recuerda Guillermo.
Ariel agrega: “Si hay algo que nos distingue como familia es que en ningún momento estuvimos atados a los mandatos. Muchas veces vemos en otras padres que sus preocupaciones o esfuerzos es cumplir con un montón de mandatos: que tiene que estudiar, que si no pasa de año, etcétera. Nosotros fuimos construyendo todo eso día a día, paso a paso. Eligiendo en función de las circunstancias”.
Guillermo y Ariel reconocen que ser papás de David los obligó a salir del “clóset social”. “Si bien nosotros no ocultábamos que éramos pareja, en algunas circunstancias o contextos conservadores no explicábamos nada. En cambio, con David, él nos pedía que lo llevemos de la mano al cole, nos decía papá frente a toda la familia. Ahí entendimos la importancia de darle visibilidad al amor de familia”, explican.
Al ser consultados sobre qué le dirían a parejas que están pensando en adoptar ambos remarcan la importancia de que esa decisión esté basada en lo que pueden brindarle a ese niño o niña y no como un proyecto desde el interés de los que quieren paternar. “La adopción es brindarle una familia a un niño que no la tiene. Ese niño viene con una historia y una identidad anterior, hay que respetar eso, sus orígenes y sumarse a ese recorrido”, dice Ariel.
Y Guillermo agrega: “Si se piensa de esa manera, se abre la posibilidad a adoptar niños más grandes, un grupo de hermanos o niños con alguna discapacidad. Todos los niños tienen sus desafíos. No hay que asustarse”.
En ese sentido ambos recordaron que muchos de los niños adolescentes o con muchos hermanos o con alguna discapacidad son adoptados por parejas homoparentales y reconocen los avances que se han dado a lo largo de los años para que puedan adoptar: ley de matrimonio igualitario, el cambio del Código Civil en 2015, entre otros. “Sin embargo, aún sigue habiendo algunas resistencias a que nosotros adoptemos. La iglesia sigue teniendo fuerza y tiene injerencia porque están a cargo de muchos hogares de niños”, remarcan.
“Pero, más que ver un mundo de problemas o los proyectos propios, acá se trata de mirar a la persona, de elegirse”, concluyen ambos.
