Venimos asistiendo en lo social, en lo escolar y en lo familiar a un entramado en el que ruidos y voces se funden, perturbando o facilitando la comunicación.
Nos interpelan en lo social cuestiones éticas, la autoridad caída o amenazada, la injusticia, la corrupción, la desigualdad de oportunidades y la sociedad de consumo frívola y exitista atravesando muchas vidas, mientras otras apenas se asoman intentando buscar una salida de cualquier manera.
Femicidios, asesinatos, delincuencia en todas sus formas nos interpelan cotidianamente acerca de qué nos está pasando.
Nadie tiene la respuesta única porque no la hay. Tampoco el modo de resolver esto.
El único camino es el diálogo, acerca de este aquí y ahora que nos une y nos separa como sociedad, para lo que hay que salir de la mirada subjetiva que siempre tiene un límite y disponernos a escuchar otras miradas, otras voces, distinguiendo la palabra plena del grito y del ruido que aturden y confunden.
No es sencillo acallar las voces de aquellos que politizan el fenómeno, o que parados en discursos fundamentalistas intentar banalizar la ciencia desde posturas metafísicas o religiosas.
Algunas preguntas
En ese confuso entramado nos venimos haciendo algunas preguntas:
¿Qué nos está pasando que vamos perdiendo humanidad? ¿Por qué cuesta tanto el registro del otro como semejante y diferente?
¿Cuándo los adultos dejamos de ser ejemplos por seguir? ¿Qué pasa con la educación en los escenarios fundantes: familia y escuela?
¿Qué ven los niños y los adolescentes en sus docentes? ¿Cuánto de su deseo de enseñar se traduce en la práctica? ¿Cómo generar contenidos más atractivos y vínculos más cercanos?
¿Qué ven los docentes en sus alumnos? ¿Qué los ilusiona? ¿Qué los preocupa?
¿Cómo son los consumos y la manera de relacionarse y divertirse entre pares?
Al momento de elegir una carrera universitaria, ¿cuáles son los aspectos que más valoran y cuáles sus incertidumbres?
¿Cómo ven a los adultos que los rodean? ¿Cómo ven a sus padres y a sus abuelos? ¿Qué forma de familia creen que llegarán a conformar?
Más que números
Los números de la pobreza y de la deserción escolar duelen y nos sacuden, aunque sabemos que brindar salud y educación son actos políticos.
El Estado es el que debe garantizar que en la línea de partida no haya tanta desigualdad.
Adultos con existencias precarias, frágiles, desesperanzados, difícilmente puedan construir infancias sanas, fuertes y deseosas de aprender, superando los obstáculos para no repetir la precariedad inicial.
La nutrición asegurada y el acceso a la escuela es el principal camino para cambiar ese juego de una vida que empezó con las peores cartas.
Es en esa institución educativa donde se pueden conocer otros mundos posibles, de lo contrario sólo resta reproducir la desigualdad.
Por dónde se empieza, nos preguntamos los ciudadanos de a pie. Tal vez, mejorando nuestro pequeño mundo personal, no como un acto individualista, sino como la búsqueda de algún sueño o de un proyecto posible para volver a esperanzarse.
Quizás la deuda con nuestros niños y jóvenes sea correrse de las miradas apocalípticas y mostrarles que ellos son el futuro y deben prepararse para mejorar el mundo que les dejamos.
Una juventud sin esperanzas no puede construir un proyecto de vida que los salve del vacío existencial que los lleva tantas veces a coquetear con la muerte.
La escuela, ese lugar
Ojalá la escuela vuelva a ser el lugar para volcar los sueños y encontrarse con las capacidades y las habilidades para cumplirlos, y que entre los ruidos y los gritos nuestros alumnos rescaten las voces que bucean en la historia buscando algo de verdad.
Mientras tanto, intentamos resistir al modo en que nos invitaba Ernesto Sábato por el año 2000, en su imperdible libro La Resistencia: “Si cambia la mentalidad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. La historia es siempre novedosa. Por eso, a pesar de las desilusiones y las frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida”.