–¿Cuál fue tu primer acercamiento a la historia?
–Fue por mi abuela paterna, mi abuela Nena. Ella es una apasionada de la historia hasta el día de hoy. Capaz que de una historia más, no sé, “cholula”. Como que sabe la historia personal de Belgrano, de San Martín, de la novia, de la amante, pero de alguna forma es un acercamiento a la historia. Desde que era chiquita, ella siempre me hablaba de eso, y hasta el día de hoy lo sigue haciendo.
–Te contó los chismes de los próceres, digamos.
–Exactamente.
–¿Qué cosas dirías que te enamoran de tu trabajo y cuáles te desencantan?
–Por el lado de la docencia, me encanta todo lo que implica. Por supuesto, me desgastan las condiciones de precarización en las que trabajamos los docentes en Argentina, y en especial en Córdoba. No solamente las cuestiones salariales que desmotivan muchísimo, sino también otras de infraestructura que están bastante abandonadas, sobre todo en las escuelas públicas. Y como divulgadora, en mi trabajo en redes sociales, me encanta conectar con gente. Me parece increíble que me escriba gente que dice: “Yo nunca supe, nunca me interesó la Historia, y ahora tengo ganas de estudiar la carrera gracias a que la entendí, y me acerqué gracias a vos”. Y lo que no me gusta tanto es, primero, la frustración de las redes sociales, que a veces no dependen de uno, entonces a veces le ponés un montón de esfuerzo a algo que va a desaparecer en 20 horas.
–¿Cómo empezó lo de las redes?
–En 2018 o en 2019, cuando me dedicaba exclusivamente a la docencia, tuve una idea que en ese momento fue innovadora, que fue usar memes para enseñar. Lo subí a mis redes sociales personales y de ahí me llamaron a dar algunas charlas. Después trabajé un tiempo para el medio Filo News, pero en la pandemia empecé a producir ese tipo de videos yo misma.
–Justo vos lo mencionaste y me das pie. En el último tiempo, estuviste “coqueteando” con Buenos Aires, haciendo apariciones en algunos medios muy populares como Olga... ¿Te mudarías?
–Ni loca. En lo personal, simplemente no me gustaría vivir en Buenos Aires. Y en lo ideológico y político, si se quiere, también es una militancia del interior. Porque hoy la verdad es que esto de trabajar para Buenos Aires viviendo en Córdoba se puede. Yo lo hago mucho y viajo, por supuesto, pero puedo seguir viviendo en Córdoba. La militancia que digo es de decir: “Bueno, las provincias existen, no todo es Buenos Aires”. Somos un país gigante con un montón de riquezas y de virtudes. Se pueden hacer cosas copadas desde las provincias y no necesariamente desde Buenos Aires.
–¿Hay algún hecho histórico que te apasione más que otros?
–Sí, y es de lo que menos hablo. Yo, como historiadora, me especializo en historia colonial, en historia con una mirada un poco más política del siglo, segunda mitad del siglo XVI, que es lo que a la gente menos le interesa. Es como que en el imaginario popular, a cualquier persona que le preguntes, desde la conquista de América hasta la Revolución de Mayo, es como... “ni idea”. Y, bueno, esos son los períodos que más me gustan y que al mismo tiempo menos comunico porque siento, primero, que manejo tanta información que a veces me cuesta organizarla y, al mismo tiempo, es un período al que le tengo tanto respeto que siento que nada de lo que podría llegar a hacer va a estar a la altura.
–¿Puede la Historia ser objetiva? ¿Qué lugar cumple la subjetividad de cada historiador o historiadora en la narrativa que construye sobre la Historia?
–Esta pregunta me encanta porque es algo que surge todo el tiempo, sobre todo en las redes y en las discusiones que pasan hoy en ese espacio, donde se le pide objetividad a una ciencia que no la pretende. O sea, la Historia, obviamente, tiene cierto grado de objetividad producto de seguir un método científico. No es una opinión. Cualquier conclusión histórica es producto de una investigación basada en un método, donde se proponen hipótesis, donde se desarrolla, donde se llega a conclusiones, donde se contrasta con fuentes; entonces, en ese sentido, la Historia sí sigue un método científico. Pero lo que tiene la ciencia social es que, como quienes generamos ese conocimiento somos seres sociales, por supuesto que las preguntas que le hagamos al pasado van a estar empapadas de nuestras inquietudes y de nuestros intereses. Por ejemplo, a veces yo, como feminista, reconstruyo historias de las mujeres. Ahí ya está mi subjetividad. Como feminista, investigo en historias de las mujeres. Listo, ya ahí perdí cierta objetividad impoluta que se pide, tipo “matemática”, porque estoy dejando entrever mis intereses.
–Como feminista también me interesa preguntarte: ¿se puede pensar una historia sin mujeres?
–No, por supuesto que no. Básicamente porque somos la mitad de la población. De entrada pasa mucho que la historia del siglo 20 tenía una mirada muy política y muy militarista a la hora de ser narrada, entonces los grandes hechos que se contaron durante el siglo 20 implicaban espacios donde las mujeres no estaban, como las guerras o los gobiernos. Pero hoy tenemos otras lecturas históricas en las que nos preguntamos no sólo por esas mujeres, las mujeres que tal vez estaban en la guerra y tal vez estaban en el espacio de poder, sino por las que se quedaban en las casas manteniendo las economías domésticas, reproduciéndose, generando población y mano de obra, sosteniendo los vínculos personales… Contar la historia de mujeres no sólo implica buscar a las mujeres que ocuparon esos lugares de poder como los hombres, sino preguntarnos por esas mujeres anónimas y hacer una historia desde abajo, que tiene que ver también con una historia no sólo de género, sino también de los sectores populares, por ejemplo. Pero es imposible contar una historia desde abajo sin las mujeres.
–¿Cómo influye la perspectiva de género a la hora de abordar la historia?
–Tiene que ver no sólo con una cuestión de mujeres, sino también de clase. Implica también preguntarnos las diferencias entre las mujeres ricas y pobres, entre los sectores populares en general, sectores subalternos no hegemónicos, disidencias, diversidad sexual, indígena, o cualquier grupo de poder no hegemónico, que al fin y al cabo estuvo invisibilizado en la historia como lo estuvieron las mujeres.
–Creo que se va entendiendo el punto, pero ¿cómo influyen la heteronormatividad y el machismo en los relatos que sí se contaron o que se decidieron ocultar?
–Tengo dos historias para ejemplificar esto. Esta mirada implicó también recuperar sólo a mujeres que se encajaran en un modelo de héroe masculino. Por ejemplo, mi abuela, que tiene 90 años, se sabe la historia de Juana Azurduy de pe a pa, porque a ella le contaron la historia de Juana Azurduy, entonces mi abuela te va a decir “yo sé historia con perspectiva de género porque sé de Juana Azurduy”. Juana Azurduy es una capa absoluta, no desmerezco su rol histórico, pero justamente es una figura heroica que encaja en el modelo del héroe masculino: agarró una espada, mató, se cargó un par de realistas, arengo tropas, usaba vestimenta militar y andaba a caballo. Encajaba perfectamente en ese modelo masculino. Entonces, si bien hay una mujer en el relato, eso no es perspectiva de género. Y, por otro lado, esa lectura heteronormativa me da mucha risa porque invisibilizó otras historias de diversidades sexuales, como, por ejemplo, Cecilia Grierson, la primera médica argentina. Ella no se casó nunca… No sé, capaz que no. Pero, digo, terminaban ella y otras muchas sufragistas en el relato normativo. Dedicaron su vida al trabajo y murieron “solteras”.
–Si pudieras invitar a tomar un café a alguna mujer del pasado, ¿a quién sería y por qué?
–A Julieta Lanteri. Fue la primera mujer en votar en América latina, en 1912. Encontró un vacío legal en el sistema electoral de aquella época y, bueno, pudo votar porque en ningún lado decía que las mujeres no podían votar. Al año siguiente, se modificó la ley electoral y ahí sí ya no las dejaron votar. Pero era una cuchillera. Quiso votar, votó. Después dijo “¿no me dejan votar? Bueno, voy a ir a un servicio militar obligatorio para tener libreta de enrolamiento para así poder votar". Bueno, obviamente no pudo, pero quiso hacerlo. También fue la primera candidata a diputada. O sea, realmente una cuchillera.
–¿Y de qué creés que hablarían?
–Hablaríamos mal del patriarcado.
–¿Cómo se vinculan la militancia y la Historia?
–Es una herramienta para entendernos como sujetos sociales y para entender que cualquier cambio histórico o conquista vino de un movimiento colectivo. Creo que saber nuestra historia es una herramienta de entendimiento y de identidad.
–Acá, haciendo un poco de futurología, hablando sin saber, de acá a 100 años, ¿qué de lo que estamos viviendo ahora creés que saldría en un capítulo de un libro de historia?
–Yo creo que estamos atravesando una era que, más allá de lo económico y político –en lo que cada uno podrá tener su opinión–, está marcada por la crueldad y la violencia en todos los sentidos. No es sólo en redes, que es un espacio superhostil, sino en general. Las políticas públicas están atravesadas por la crueldad y por la falta de empatía, yo creo que eso va a pasar a los libros de historia porque nunca antes –y mirá que en el siglo 20 pasaron cosas terribles– he visto este nivel de crueldad y de falta de empatía y, sobre todo, avalada e institucionalizada por parte de un gobierno. Uno puede estar a favor de un modelo más liberal o neoliberal y demás, pero no puede estar a favor de la crueldad. No puede estar a favor de abandonar a las personas con discapacidad, no puede estar a favor de abandonar a jubilados o de golpear a jubilados, y, bueno, eso va a quedar en la historia, espero. Que nadie se olvide.
–Para terminar un poco más “light”: ¿qué hace Pupina por fuera de la Historia? ¿Quién sos más allá de lo que vemos superficialmente?
–Soy música, toqué 10 años el bajo en una banda. Me gusta mucho la música, pero me cuesta encontrar tiempos. También me gusta mucho la vida al aire libre, ir a las Sierras, a escalar, montaña, desconectar, porque también te obliga, al no tener señal, a desconectar. A la fuerza.
Mirar y contar la historia con perspectiva de género
Florencia Plomer tiene 36 años, es licenciada y profesora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Su trabajo se centra principalmente en la divulgación, aunque también tiene un costado en la docencia. Es profesora adscripta de dos cátedras en la carrera de Historia en la UNC y da clases a un curso de una escuela pública en el nivel secundario.
En redes sociales, realiza producciones en las que explica, desmitifica y reflexiona sobre acontecimientos históricos. Allí construyó una comunidad que casi alcanza los 200 mil seguidores.
Una parte fundamental de su identidad es la militancia feminista. “Pupina” busca incluir a las mujeres en los relatos históricos de los que fueron borradas. Con perspectiva de género, propone debates y reflexiones que invitan a pensar y a abordar la historia con las mujeres como protagonistas.
En el marco de la gira de cierre de su show “Historia y mujeres”, se presenta en Córdoba el miércoles 24 de septiembre a las 21 en Studio Theater (Rosario de Santa Fe 272).