El verde de la montaña se desliza sobre la modesta casa. Ella levanta la ropa de la soga mientras el perro rasguña la puerta para ingresar.
Adentro, un niño duerme sobre una cama cubierta de dibujos, acompañado de un “dinosaurio”. “Le encantan”, dice Analía Paiva (43) mientras mira con ternura a su nieto.
Hace casi dos meses sus vidas cambiaron para siempre: el 19 de diciembre de 2022, Sofia Sosa (24) fue asesinada a puñaladas por su expareja José Luis Gómez (26), en la vivienda que alquilaba en barrio El Talita, en Salsipuedes (Sierras Chicas). Su hijo de 4 años vio todo.
Desde entonces, atravesada por el dolor, Analía se hizo cargo de su nieto con el apoyo de su pareja y de su hijo de 17 años, el único que le queda. Con Sofia, la mayor, perdió a dos. Seca las lágrimas y dice: “Tenerlo me da fuerzas para salir adelante; es mi fortaleza”.
Su casa está en obras y la construye con mucho sacrificio. Ahora adaptó los reducidos espacios para su nieto. “El primer mes fue muy difícil. Estaba muy enojado. Me pedía ir a su casa, sus juguetes. Ahora, volvió a ser él”, relata.
El niño a veces pronuncia: “A mi mamá la mataron”. Está bajo tratamiento psicológico, como Analía.
“Es desgarrador saber que él vio el asesinato”, expresa la abuela. La psicóloga le dijo que todo será lento. Como familia transitan juntos el dolor por la pérdida. “Tengo que seguir. Me necesita. Uno no cae por todo lo que pasó y estamos pasando”, refiere.
Este año el pequeño comenzará el jardín y en agosto cumplirá 5 años. Ella lo llevará a clases y volverá a su trabajo en el municipio de Salsipuedes, donde ahora está de licencia. “Necesito volver a trabajar por mi salud”, expresa.
A pesar de la tristeza, su nieto es quien le saca una sonrisa con sus juegos y picardías. “Quiero que siga yendo a la psicóloga y no le quede el trauma de haber vivido la muerte de su madre”, anhela.
Lazos familiares
El niño recibe la visita de familiares y amigos de Sofia, y de su papá, con quien tiene muy poco vínculo. “Le pedí que vayamos de a poco. No quiero plata, pero si quiero lo mejor para mi nieto”, relata Ana.
Para ella, es como ser madre de nuevo, pero nunca reemplazará a su hija: “Soy su abuela. Él va a tener a su madre en su mente y en su corazón”.
Y agrega: “Le dije que tendría que haber ayudado a mi hija para que su lucha sea más leve. Con la Asignación Universal más lo que ganaba con la estética de uñas y pestañas, nunca le hizo faltar nada a mi nieto. Estaba abocada a él”.
Las compañeras de fútbol de Sofía hicieron un partido a beneficio. “Esa plata la tengo guardada para hacerle la habitación a mi nieto”, cuenta Analía.
Relato desgarrador
La madrugada que Sofia fue asesinada por Gómez, volvía de visitar a su padre que estaba en Río Ceballos. Y murió con el botón antipánico en la mano.
Vivía amenazada de muerte. Lo había bloqueado en las redes sociales y cuando hizo la denuncia el hostigamiento fue peor. “Cuando se vaya tu papá nadie te va a defender”, fue una de las últimas amenazas.
El asesino, que está preso en la cárcel de Bouwer, vivió un tiempo con Sofia y su hijo. “Era una relación violenta. La primera vez se fue a la casa de una amiga con el nene. Y la segunda, llamó la Policía”, relata Analía, quien también padeció violencia de género con una expareja.
Cuando Sofia lo dejaba, él la perseguía e intervenía en sus relaciones. “Seguramente la amenazaba diciéndole que nos iba a hacer daño”, afirma Analía. “Mi hija fue a la comisaria a ampliar la denuncia y no se la tomaron, porque no tenía el botón antipánico”, acota.
“Faltan acciones para actuar más rápido y asegurar la vida de las víctimas. Sofia ya no está, pero lo digo por las otras mujeres que sufren violencia”, denuncia. Y asegura que su hija no tuvo custodia, “pero hoy custodian a la familia del asesino”. Analía enfatiza: “Quiero la perpetua. Si sale va a matar y arruinar la vida de otras personas”.
Su última charla
Analía se quiebra al recordar el último chat que intercambió con su hija: “Me dijo que ya estaba en la casa. Le dije que cargara el celular y pusiera el botón antipánico al lado de la cama. Me contestó: ‘Sí, ma’. Esas fueron sus últimas palabras”.
Gómez la apuñaló e hirió al amigo que la acompañaba. “Creo que estaba escondido y los sorprendió. Venía planeando asesinarla”, manifiesta.
A las 6 y media de la mañana, una vecina llamó al hermano de Analía para que busque a su nieto. Sofia llevaba muerta varias horas. “No podía entrar porque había que esperar a Criminalística, aunque sea doloroso yo tendría que haber estado ahí”, se lamenta.
Femicidios e infancias huérfanas
De acuerdo al registro de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), de los 22 femicidios perpetrados en Argentina desde el 1 al 30 de enero de este año, 22 niños, niñas y adolescentes se quedaron sin sus madres. Es la otra “herencia” que dejan como herida de por vida los femicidios.
