La Cámara 5ª del Crimen de la ciudad de Córdoba hizo públicos los fundamentos por los que condenó a prisión perpetua a Jeremías González por el femicidio de su exesposa Juana Francisca Valdez y en los que se reveló una historia de soledad y maltratos hacia la mujer, que tenía una leve discapacidad mental.
El cuerpo enterrado de la mujer fue revelado por su exesposo con una maniobra con la que fingió un hallazgo casual cuando en realidad era una suerte de confesión de parte.
Se estima que el crimen y entierro apócrifo ocurrió durante los meses más estrictos del aislamiento por la pandemia del coronavirus.
Y se reveló a fines de septiembre de 2020 cuando el propio asesino llamó al 101 para decir que había hallado un cuerpo enterrado.
A lo largo del juicio, los testigos confirmaron que la mujer era golpeada con frecuencia por su entonces esposo y que daban fe de ello ojos morados, golpes en el rostro, y hasta la revelación de que en una oportunidad fue golpeada con un hierro.
Una pariente, incluso, llegó a fotografiarla con su teléfono móvil en ocasiones en que la mujer llegaba en busca de auxilio después de haber sido golpeada.
“Pancha” como le decían los familiares a Juana cobraba una pensión por discapacidad, pero tanto su carné como sus tarjetas para el cobro de la pensión en el Banco obraban en poder de su esposo.
El juicio dejó entrever que, además de violencia física, le hacía sufrir violencia económica al no permitirle manejar su propio dinero.
Previo a su desaparición y posterior revelación del femicidio, Pancha había advertido a una de sus hermanas de que González la buscaba con la promesa de darle muerte.
Todas las referencias sobre González dan cuenta de sus problemas con el consumo de alcohol a los que él mismo añadió en el juicio como consumidor de otras drogas.
Violencia de género sostenida
En los fundamentos de la sentencia se señala que a Pancha no se le conocía contacto alguno o relación de tipo social, laboral o parecida por fuera de la que mantenía con su esposo. Y que con sus propios familiares el contacto era lejano y poco frecuente.
La víctima no tenía amigos y ninguno de sus familiares concurrió al casamiento con González. De hecho, la mayoría supo sobre eso mucho tiempo después y a través de las redes sociales. Pancha no utilizaba redes sociales y rara vez utilizaba teléfono celular.
“Pese a que todas las personas que conocían a Juana hacía tiempo que nada sabían de ella, nadie profundizaba, preguntaba o la buscaba”, destaca la sentencia de la Cámara 5ª.
“Se acreditó -añade el texto con los fundamentos- la vulnerabilidad que presentaba la ofendida: mujer, pobre y con una disminución mental. Ello fue aprovechado por el imputado durante su relación con Juana Valdez”.
Los camaristas detallaron que él ejercía control sobre ella, que la aisló más de sus familiares -con quienes ya tenía un trato no muy cercano-, y que, dentro de ese contexto de suma de vulnerabilidades, el condenado desplegó violencia física sobre la mujer.
Todo eso, sumado al contexto de encierro por el Covid, fueron el caldo de cultivo para que el crimen pueda cometerse sin que mediara la posibilidad de testigos presenciales. Sin embargo, la abrumadora cantidad de indicios terminaron por condenar al acusado a perpetua.
