La calidad del agua en los tres cursos hídricos que atraviesan la ciudad de Córdoba —el río Suquía y los arroyos La Cañada y El Infiernillo— presentó en 2024 un nivel que oscila entre aceptable y apto para la vida acuática, según los valores del Índice de Calidad de Agua (ICA) que elabora la Municipalidad de Córdoba.
Los últimos resultados surgen de los monitoreos realizados en diciembre pasado, que mostraron un escenario estable en comparación con los registros de años anteriores.
El ICA se mide en una escala de cero a cien y permite determinar el estado de los ecosistemas acuáticos.
Los valores de hasta 49 indican agua no apta para la vida acuática, de 50 a 79 corresponden a la categoría “aceptable” y entre 80 y 100 se consideran “aptos” para el desarrollo de organismos subacuáticos.
El impacto de Bajo Grande
Uno de los datos más significativos del último informe es el registrado en el punto de monitoreo ubicado en Chacra de la Merced, aguas abajo de la Estación Depuradora de Aguas Residuales (Edar) de Bajo Grande.
Ese sitio fue históricamente el de mayor deterioro ambiental, debido a las deficiencias estructurales y técnicas de la planta que funcionó desde 1987 hasta 2022.
La Edar 1 operó durante más de tres décadas con sobrecarga y sin mantenimiento suficiente, lo que derivó en el vertido de líquidos cloacales con altas concentraciones de bacterias coliformes y materia orgánica sin tratar. Esa situación generó denuncias por contaminación y convirtió al Suquía en un foco crítico de polución.
En 2016 comenzó la construcción de la nueva planta, inaugurada en abril de 2022 con una inversión superior a 24.400 millones de pesos financiados por la Nación y la Provincia.
Desde entonces, la Edar 2 recibe un promedio de 10 mil metros cúbicos de líquidos cloacales por hora que, luego del proceso de depuración, son derivados al río.
Los resultados de calidad de agua posteriores a la puesta en marcha de esta infraestructura muestran una mejora notoria. En 2021, el ICA en Chacra de la Merced arrojó valores de 68 en marzo, 46,8 en junio y apenas 23,4 en septiembre, lo que indicaba que el agua era directamente no apta para la vida acuática.
En cambio, en diciembre de 2024, ese mismo punto marcó 69, dentro de la categoría aceptable.
Los valores en el río Suquía
El Suquía fue evaluado en nueve puntos de monitoreo, desde su ingreso a la ciudad en Villa Warcalde hasta el sector de Chacra de la Merced. Los registros de diciembre de 2024 se ubicaron en el rango de 65 a 78 puntos.
En Villa Warcalde, el ICA fue de 65, considerado aceptable. En el Vado San Antonio alcanzó 78, al igual que en los puentes Avellaneda, Maipú y Sargento Cabral.
El Puente del Trabajo marcó 74, la Isla Los Patos 76 y el Camino a Chacra de la Merced 69. En todos los casos, los valores se mantuvieron en la franja de agua aceptable para la vida acuática.
La comparación con septiembre de 2023 muestra un retroceso en la calidad del agua del Suquía. En aquel momento, varios puntos alcanzaron valores de entre 85 y 100, lo que los ubicaba en la categoría de “apto para la vida acuática”.
En cambio, los últimos registros descendieron a niveles aceptables, lo que indica una pérdida en la capacidad del río para sostener su biodiversidad.
La Cañada: una mejora parcial
El arroyo La Cañada fue evaluado en cuatro puntos de su recorrido urbano. En diciembre de 2024, los valores oscilaron entre 62 y 78 puntos, lo que ubica a todos los sitios en la categoría de aceptable para la vida acuática.
En el puente de calle Pistonala, el ICA alcanzó 66, mientras que en el tramo posterior a la descarga de desagües pluviales descendió a 62. El canal Anisacate registró 77 y la desembocadura del arroyo marcó 78.
Respecto a septiembre de 2023, se observó una mejora en algunos sectores y una caída en otros. El tramo superior de La Cañada aumentó de 57 a 66, y el canal Anisacate pasó de 70 a 77. En cambio, la desembocadura descendió de 85 a 78, dejando de estar en la categoría de apto.
El Infiernillo: estabilidad en el tiempo
El arroyo El Infiernillo, ubicado en el noroeste de la ciudad, fue monitoreado en el puente Chancay. El ICA de diciembre de 2024 fue de 74, considerado aceptable para la vida acuática. Ese valor es idéntico al registrado en septiembre de 2023 y coincide también con las mediciones realizadas en 2021, lo que muestra una estabilidad en la calidad del agua de este curso.
El Infiernillo es un arroyo de bajo caudal que suele presentar dificultades en la medición, e incluso en algunos períodos se queda sin agua.
En el pasado estuvo afectado por descargas ilegales en la zona de Riobamba e Igualdad, lo que comprometía su calidad. Sin embargo, el trabajo de control y la reducción de volcamientos permitieron sostener un nivel aceptable en los últimos tres años.
Factores que explican la evolución
El director de Evaluación de Impacto Ambiental de la Municipalidad, Eduardo Sarría Bringas, explicó que la mejora en la calidad del agua es el resultado de un conjunto de medidas de control e infraestructura.
Entre ellas, mencionó la construcción de nuevos colectores cloacales, las desobstrucciones diarias de las redes, el monitoreo de las plantas de tratamiento y la detección de descargas clandestinas.
La subdirectora del área, Mariana Jure, señaló que desde 2018 se realiza un monitoreo sistemático bajo la metodología establecida por el decreto 3.260.
El ICA reducido se calcula en base a tres parámetros medidos in situ: oxígeno disuelto, turbidez y conductividad. “El río Suquía dejó de ser percibido como una cloaca a cielo abierto y hoy muestra niveles que permiten el desarrollo de vida acuática”, afirmó la funcionaria.
Ambos remarcaron que el trabajo debe sostenerse en el tiempo. “Estos resultados no son producto de un hecho aislado, sino de una tarea continua. Si se abandonan los controles, los indicadores pueden retroceder rápidamente”, advirtió Sarría Bringas.
Percepción social y uso recreativo
La recuperación parcial de la calidad del agua tuvo un correlato en el uso social de los márgenes del río y los arroyos. Durante los últimos años se observó un incremento en la presencia de vecinos que utilizan las costaneras del Suquía para actividades deportivas y recreativas.
Aunque la calidad del agua aún no permite usos directos como el baño o la pesca sin restricciones, la mejora en los índices contribuyó a una valoración más positiva del entorno urbano. El desafío, según las autoridades, es consolidar ese proceso con políticas ambientales sostenidas y mayor conciencia ciudadana sobre el cuidado de los cursos hídricos.
Un desafío a futuro
Los datos de 2024 reflejan que en Córdoba la mayoría de los puntos de monitoreo se ubican en la categoría de agua aceptable para la vida acuática, con algunos registros que en años previos llegaron a estar en la franja de apto.
La experiencia de Bajo Grande muestra que la inversión en infraestructura puede transformar la calidad del agua de manera decisiva. El desafío es sostener y ampliar esas políticas, de modo que la ciudad no solo logre un nivel aceptable, sino que pueda alcanzar valores aptos en toda su red hídrica.