La suba de los alimentos ya es un escándalo en la Argentina. En el último año, los precios promedio de los productos que integran la canasta alimentaria se encarecieron un 50,9 por ciento, muy por encima de los salarios. Y en lo que va de este 2022, acumulan un aumento de más de 10 puntos porcentuales.
Y ya se sabe: cuando suben los alimentos, los que más lo padecen son los hogares de menores recursos, que destinan casi todo lo que ganan a satisfacer su necesidad más primaria: comer.
Según datos del Centro de Almaceneros de Córdoba, en febrero, el 70 por ciento de los hogares en la provincia destinaron 50% –o más– de sus ingresos sólo a la compra de alimentos. Eso quiere decir que lo que les quedó para cubrir el resto de sus gastos (indumentaria, transporte, salud, educación, entretenimiento) fue realmente poco. Ni qué hablar de aquellos que deben, además, pagar un alquiler.
Frente a este encarecimiento de sus consumos más básicos, son cada vez más las familias que necesitan financiar sus gastos corrientes ya sea apelando a la tarjeta de crédito cuando compran en el súper o al fiado cuando lo hacen en una despensa de barrio.
De hecho, en los segmentos más humildes, ya desde hace un buen tiempo la compra de alimentos es posible sólo merced a algún tipo de ayuda estatal: Asignación Universal por Hijo, Tarjeta Alimentar, Tarjeta Social. Según el mismo estudio, sin esa asistencia, para el 70 por ciento de las familias llegar a fin de mes con algo de comida sobre la mesa sería prácticamente imposible.
Días atrás, el Indec informó que la canasta básica alimentaria (CBA) se había encarecido 13,5 por ciento en los dos primeros meses del año, bastante más que la canasta básica total (CBT), que aumentó 10,1 por ciento. Ello anticipa un impacto directo sobre los niveles de pobreza e indigencia en el país, que a finales del año pasado afectaban al 40% y al 10% de la población, respectivamente.
Con los fuertes aumentos del primer bimestre, la canasta alimentaria (con la que se mide la indigencia) para una familia tipo ronda los 37 mil pesos, mientras que la canasta total (pobreza) ya superó los 83 mil. Con estos nuevos valores de referencia, es de esperar que muchos trabajadores de ingresos bajos caigan en la pobreza, y que muchos otros empleados informales se acerquen peligrosamente a la línea de indigencia.
En esta Argentina atravesada por la inflación, tener un empleo –incluso uno en blanco– no sólo no asegura poder llegar a fin de mes; tampoco garantiza estar por arriba del umbral de la pobreza. Y eso también es un “escándalo”.
