En una de las manzanas del corazón de barrio Güemes –que limita al sudoeste con el Centro de la ciudad de Córdoba–, donde hasta hace pocos años solo había un galpón en desuso, ahora crece un viñedo en condiciones impensadas.
Son 30 plantas de garnacha implantadas en un cantero al extremo de una cochera, justo antes del acceso al restaurant Hugo, con esquejes de poco más de 10 centímetros que recién empiezan a mostrar sus primeros brotes.
El predio de 2.150 metros cuadrados se ubica en Achával Rodríguez 357, frente al Paseo de las Artes, y tiene salida también a la calle Belgrano.
Allí, el Grupo Magallanes transformó el viejo depósito de la empresa de demoliciones Pelatia en un complejo mixto de viviendas, estacionamiento y espacios gastronómicos que se integran al circuito de Achával y Belgrano.
La escena rompe con la postal clásica del viñedo extendido en el campo, con hileras al pie de la montaña y horizontes despejados.
Aquí las vides crecen entre columnas de hormigón y autos que suben y bajan del subsuelo, rodeadas de edificios, terrazas verdes y balcones que miran hacia el patio.
“Es una locura que Gaby Campana –en referencia al reconocido enólogo Gabriel Campana– me llamara y me dijera: ‘Pongamos un viñedito en tu patio’”, contó Sebastián Gullo, mientras recorre el cantero recién plantado.
“En la inocencia del día a día no terminás de dimensionar lo que significa hacer vino acá, en pleno Güemes”, agregó el empresario gastronómico, todavía sorprendido por la escena.
Las plantas casi no se distinguen desde lejos, ya que solamente se ven los tutores, pero al acercarse se ven los esquejes de garnacha clavados en el sustrato, con brotes incipientes.
“Hoy son palitos de 10 centímetros, pero en dos años queremos estar brindando con el primer vino que salga de acá”, anticipó Gullo, al explicar los tiempos del proyecto y la paciencia que exige el ciclo de la vid.
“La ordenanza nos impulsó a ir por plantas autóctonas, algo que el consorcio pueda mantener en el tiempo y que no termine abandonado”, señaló el arquitecto Ricardo Martoglio, responsable del diseño de todo el complejo.
El profesional detalló que buscaron especies que soporten períodos sin riego y alternen crecimiento en verano y latencia en invierno, para que el sistema se mantenga casi solo.
El lote llegó a manos del Grupo Magallanes en 2018, cuando el galpón de Pelatía ya estaba vacío y cubierto de escombros. “Era mugre, nada más”, describió el desarrollista Carlos Scolaro, al recordar la primera visita al lugar junto con su equipo y con los arquitectos, con el piso lleno de restos de demolición.
“Habíamos pensado una galería gastronómica, un hotel y oficinas, en continuidad con Barrio y Convento, pero la pandemia nos cambió todos los planes”, admitió Scolaro. Con el cierre de locales y la caída de las rentas comerciales, los socios revisaron los planos y reforzaron el componente residencial y de cocheras.
Así nació Guarida Güemes, un edificio con 34 departamentos de uno y dos dormitorios, que se complementa con otra estructura ubicada sobre Belgrano con 12 microviviendas monoambiente, casi todas destinadas a alquiler temporario.
“El estudio de Güemes nos marcó que el barrio necesitaba vivienda y cocheras, y fuimos girando hacia ahí”, explicó el desarrollista, al resumir el giro del proyecto y su adaptación al contexto.
Vino desestructurado
En el subsuelo y en la planta baja se construyeron 141 cocheras, 80 bajo nivel y 61 en superficie, que hoy reciben autos de vecinos de zona norte, zona sur y del propio barrio.
En la planta baja se sumaron, además, una cafetería y el local que terminó convirtiéndose en Hugo, al que se accede después de atravesar la cochera donde se plantaron las primeras vides.
Para Gullo, el proyecto condensa la lógica que viene desarrollando en Güemes desde hace años. “Acá el público sale todas las noches, tres o cuatro veces por semana, y muchos viven en departamentos sin patio, sin asador”, describió el empresario, en referencia a los vecinos de Nueva Córdoba y del Centro que adoptaron el barrio como extensión de su casa.
“Entonces Hugo es un poco un oasis para ese cliente y también para el que viene en auto, que quiere entrar, comer, irse, sin pelear por un lugar en la calle”, apuntó Gullo.
El empresario recordó que en el barrio ya abrió varios emprendimientos icónicos y que el nuevo restaurante dialoga con esa historia, pero con una impronta distinta, más madura y centrada en el vino.
“Este es el noveno proyecto y es distinto a todos los demás”, sintetizó, y definió a Hugo como el restaurante de los 40, la etapa en la que él y sus socios ya pasaron por casi todos los rubros. Ahora la apuesta está concentrada en la cocina de fuego, en la barra y en un espacio que recrea la reunión en torno al asador y a la mesada.
Hugo pertenece a Gullo, a Valentino y a Adriano Scolaro, y a Noel Fissore, y se organiza alrededor de una cocina abierta y un gran mesón central.
“El corazón del lugar es ese mesón, donde se sienta el 80% de los clientes, como si estuvieran alrededor del asador en una casa”, explicó el empresario, al describir el clima del salón y el rol de la barra.
Detrás se ubica el bartender, que trabaja de cara a la gente y conversa mientras arma tragos y sirve vinos. “Desestructuramos un poco la idea del mostrador, el lugar se arma con materiales, arte y detalles de casa”, agregó Gullo, al justificar la elección estética del proyecto y la cercanía entre quienes cocinan y quienes comen.
El microviñedo urbano
El patio donde se implantaron las vides funciona como un recorrido circular que conecta el restaurante con la cochera y con algunos accesos a las viviendas. Los clientes ven las plantas al salir tomar aire, al ir a buscar el auto o simplemente al caminar hacia su mesa, mientras los autos entran y salen a pocos metros, y las luces del local dibujan los primeros brotes.
“Es una imagen que en Güemes no existía, ver un viñedo pegado a las cocheras y a los edificios”, interpretó Martoglio. Para el arquitecto, la escena introduce una “ruptura en la estructura mental” de lo que suele imaginarse como un viñedo, asociado a extensiones rurales y no a patios urbanos densamente construidos.
Garnacha: la uva ligera y fresca que se mudó a Güemes
La elección de la garnacha como cepa para el viñedo urbano fue decisión del enólogo cordobés Gabriel Campana, referente del nuevo mapa vitivinícola local.
“Él vino, miró el patio, vio las cubiertas verdes y dijo que la garnacha iba espectacular para este lugar”, relató Gullo, al repasar el origen de la idea y el rol del especialista.
La garnacha es una uva tinta de origen español, emparentada con estilos de vino más ligeros y frescos. Presenta un color más claro y una estructura más baja que otras cepas como el malbec, y permite elaborar vinos con buena acidez y una expresión frutal marcada, acordes con los gustos que se expandieron en los últimos años.
Hugo trabaja con una carta centrada en bodegas chicas y enólogos de autor, y el viñedo urbano se integra a esa búsqueda con una producción propia, aunque acotada.
El plan es que la uva del patio se destine justamente a un vino joven, sin paso por barrica y con una crianza breve. “El vino joven es el que sale de bodega listo para tomar, que no necesita una guarda larga”, explicó el empresario, al diferenciarlo de los tintos pensados para coleccionistas y cavistas que esperan años antes de descorchar.
En esta primera etapa se implantaron 30 vides y hacia fin de año el objetivo es llegar a 60 plantas, distribuidas entre el cantero de la cochera. Y el proyecto podría expandirse a las terrazas verdes de las cocheras.
El tamaño actual, con esquejes de apenas 10 centímetros y brotes incipientes, obliga a mirar el proyecto a varios años y a esperar que el sistema radicular se consolide antes de exigir mayor producción.
Si el cronograma se cumple, la primera vendimia podría darse dentro de dos años, cuando la planta alcance un desarrollo capaz de sostener una producción razonable. “La viña tiene una sola oportunidad por año, no es como la cerveza, así que hay que esperar y acompañar el ciclo”, graficó Gullo, al remarcar que Córdoba recién empieza a escribir esta experiencia.
Campana impulsa, además, junto con otros cocineros, la idea de una red de viñedos urbanos en distintos puntos de la ciudad.
Gullo mencionó que otros patios y terrazas ya se sumaron al proyecto, y que la intención es conectar esas pequeñas parcelas productivas con restaurantes que trabajan con bodegas chicas y enólogos de autor, como una trama de pequeñas fincas dentro de la ciudad.
Para Scolaro y Martoglio, la instalación de un viñedo en pleno corazón de Güemes dialoga con las discusiones sobre Nuevo Urbanismo. El proyecto mezcla terrazas verdes, vivienda, estacionamiento y gastronomía con la producción de uva en un mismo lote, a pocos metros del Paseo de las Artes y rodeado de edificios, en un sector que se transformó de manera acelerada en los últimos años.
