Fue tradicionalmente esquiva la relación entre el mundo científico y los medios informativos para comunicar esos saberes a la sociedad. Mucho hacedor de ciencia en Argentina trabajó alejado de los medios: difundir su tarea les parecía una actividad ajena o actos de vanidad innecesarios. Imaginaban, quizá, que la relevancia se explicaría sola, con los resultados.
Alguna cuota de responsabilidad tendrán los medios, que no supieron entrarle al asunto con suficiente convicción.
En los últimos 15 años, algo varió en ese cuadro: aparecieron los divulgadores científicos, que ensayaron modos de hacer más entendible la ciencia. Abrirla, compartirla, explicarla. La lejanía se fue achicando.
Pero ahora, la necesidad de comunicar se acentuó entre quienes hacen ciencia en Argentina. Nunca como hoy salieron de sus laboratorios y salas de estudio hacia las calles, las redes sociales y los medios para explicar lo que hacen. Y es un brinco justificado.
El contexto se complicó para la ciencia nacional. Un símbolo clave ocurre con su institución principal, el Conicet. Sin ley de presupuesto desde hace dos años, las partidas quedaron casi reducidas a los montos calculados para 2023, y sueldos y gastos para insumos se plancharon. No es ya que los investigadores perdieron salario, sino que además se redujeron los recursos para continuar sus tareas.

En ese marco, el ámbito científico se muestra hoy mucho más permeable a comunicar lo que hace. Los investigadores acceden como nunca a exponer sus trabajos, en el entendimiento de que la comunicación pasó a ser una necesidad en su vínculo con la sociedad. Hacer entender lo que se hace, democratizar el conocimiento, rendir cuentas de la tarea, mostrar avances que sirven a la comunidad, ayudar a la comprensión pública de la ciencia.
Y no se trata sólo de mostrar los premios internacionales y los logros reconocidos por su impacto –que los hay–, sino de hacer valorar los procesos, las búsquedas, los esfuerzos, los desafíos, el trabajo para llegar allí.
Desde el fondo del mar
Justo por estos días, un fenómeno de divulgación asombra al país, pero también a los científicos: la transmisión en tiempo real de las imágenes que un robot releva en el fondo del mar argentino se transformó en el streaming más visto en YouTube. Desde niños a adultos que no tienen vinculo cotidiano con la ciencia ven en sus pantallas ciencia en vivo.

“No recuerdo otro evento científico con este nivel de masividad”, reconoce Soledad Leonardi, directora del instituto de biología marina del Conicet, que resolvió mostrar abiertamente al mundo lo que investigan en la profundidad del oceáno. Un símbolo: una estrella de mar con una formita de cola humana se erigió en personaje famoso en Argentina. Algo que ningún influencer hubiera sospechado jamás.
“Rescato muchísimo poder poner en valor eso de una manera que ni siquiera nosotros nos lo propusimos. Llevamos hechas un montón de cosas para mostrar lo que hacemos y ponerlas en valor. Y, de repente, de una forma completamente impensada, lo estamos logrando“, apunta Leonardi sobre el impacto que llega del fondo marino.
En el fondo, es el efecto de la ciencia comunicada.