“Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”, es lo último que escuchó Eva Analía “Higui” de Jesús el 16 de octubre de 2016, cuando tres hombres intentaron violarla en grupo en el barrio Lomas de Mariló, de Bella Vista, Buenos Aires. Rompieron su pantalón y su ropa interior. Ella se defendió con una navaja que llevaba consigo porque ese grupo de personas la hostigaba hace tiempo por su orientación sexual.
Higui se desvaneció y fue hallada por vecinos, tenía golpes en todo el cuerpo. Cuando volvió en sí, fue a denunciar un intento de violación grupal, pero fue detenida de inmediato y allí se enteró de que Cristian Espósito (28) había muerto por uno de los puntazos que ella había perpetrado en su defensa.
Estuvo presa ocho meses por homicidio simple y fue liberada luego de una fuerte presión de los movimientos activistas de la diversidad. El martes 15 de marzo de este año, comenzó el juicio en el que “Higui” pide por su absolución en un caso que se volvió emblemático en el colectivo LGBTIQ+ y de los movimientos feministas. En los tribunales de San Martín, se hicieron presentes también dos autoridades del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de La Nación, y de la misma cartera de la Provincia de Buenos Aires, en apoyo a la acusada. La misma Gómez Alcorta solicitó a la Justicia que en el juicio contra Higui se aplicara perspectiva de género”.
Lo que “Higui” denunció fue que intentaron hacerle una “violación correctiva”. ¿De qué se trata esto? Así se denomina a estos crímenes de odio que sufren, en mayor medida (aunque no exclusivamente), las personas lesbianas.
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“Violación correctiva”
Ornella Maritano es licenciada en historia e investigadora de estudios de género en Conicet, e integra las organizaciones El Telar, comunidad de pensamiento feminista, y Alerta Torta. Respecto al concepto de “violación correctiva”, Maritano hace una aclaración inicial: “Toda violación es ‘correctiva’ porque es un acto de poder, no es una práctica de deseo o de goce sexual, sino que es una manifestación de poder sobre corporalidades subalternizadas que busca reubicar a esos sujetos en el lugar en el que el agresor cree que deberían estar. Estas víctimas pueden ser identidades feminizadas, como también varones de menor edad, o bien alguien que los agresores creen que se ha corrido del lugar que le corresponde. Buscan aleccionar, por eso la violación es un acto de ‘corrección’”.
A su vez, indicó que quienes son más vulnerables de sufrir este tipo de delitos son las “corporalidades que no suscriben a la heteronorma”, esto es, personas cuya orientación sexual, identidad de género o expresión corporal no se condice con la de una mujer cis heterosexual o la de un varón cis heterosexual.
En cuanto a la situación en Córdoba, la especialista, quien se define como militante lesbotransfeminista, indicó que si bien recientemente no han sido denunciados judicialmente este tipo de crímenes, desde Alerta Torta sí han acompañado situaciones de mujeres que han sufrido violaciones o abusos.
Además, es frecuente el caso de niños y de niñas que al expresar ante su familia su verdadera identidad de género sufren una “violación correctiva” por algún miembro de su familia. Son delitos que suceden en el silencio del hogar.
En relación con los agresores, Maritano expresó: “Para las identidades disidentes, los hogares son lugares hostiles por la no aceptación de esa identidad. Pero no es un porcentaje tan distinto de lo que sucede con otras mujeres. Es muy raro el caso del desconocido que te agarre en la calle. Generalmente, es un conocido o alguien del entorno”. Y agregó: “En el caso de Higui, fueron sus vecinos que ya la hostigaban hacía tiempo. Años anteriores le habían quemado la casilla en la que vivía y se había mudado de barrio, pero cada tanto volvía a visitar a su hermana, y es allí donde la atacaron”.
