En los últimos años, en Argentina creció de manera alarmante un problema que afecta especialmente a las generaciones más jóvenes: la adicción a las apuestas online. Diversos estudios realizados por universidades públicas, el Conicet y la Universidad Católica Argentina (UCA) coinciden en señalar que se trata de un fenómeno complejo, con profundas raíces sociales, psicológicas y económicas, que requiere atención inmediata por parte de las autoridades y la sociedad en su conjunto.
El informe se desprende de una nueva agenda pública de la Fundación Colsecor, que es pensada con el objetivo de difundir temas de interés social, en esta ocasión se detalla la prevalencia del juego compulsivo en Internet.
El perfil del apostador joven en Argentina
Las investigaciones más recientes pintan un retrato preocupante. Se trata predominantemente de varones, cada vez más jóvenes, que inician su contacto con el mundo de las apuestas digitales influenciados por su entorno social y seducidos por campañas publicitarias agresivas que presentan el juego como una actividad divertida y potencialmente lucrativa.
El estudio “Apostar no es un juego”, realizado por un equipo interdisciplinario de profesionales y docentes de diversas universidades públicas, constituye hasta la fecha la investigación más exhaustiva sobre el tema en el país. Con una muestra de más de 9.000 casos en 360 localidades, los resultados son elocuentes: el 38% de los jóvenes encuestados reconoció haber apostado alguna vez, mientras que un 14% admitió hacerlo de manera regular.
Pero quizás lo más preocupante sean los efectos colaterales que esta práctica genera. El 28% de los jóvenes que apuestan experimenta ansiedad o estrés cuando no puede concretar una apuesta, lo que demuestra el carácter compulsivo que adquiere esta actividad en muchos casos. Además, uno de cada cuatro encuestados reconoció haberse endeudado o haber utilizado dinero destinado a otras necesidades básicas para seguir apostando.
El proceso mediante el cual los jóvenes caen en la ludopatía digital sigue patrones similares. Todo comienza, aparentemente, de manera inocente: pequeñas apuestas en deportes conocidos, como el fútbol, incentivadas por bonos de bienvenida o créditos gratuitos que ofrecen las plataformas. Sin embargo, lo que empieza como un juego termina convirtiéndose en muchos casos en una obsesión difícil de controlar.
El rol de los influencers y figuras públicas en este fenómeno no puede subestimarse. Al promocionar casas de apuestas y presentar el juego como una actividad normal e incluso glamorosa, contribuyen a borrar las fronteras entre el entretenimiento y la adicción. Esto se ve agravado por la facilidad con que los menores pueden acceder a estas plataformas, a pesar de que la ley prohíbe expresamente su participación. Los filtros de edad resultan insuficientes, y la proliferación de métodos de pago digitales, disponibles incluso para adolescentes, facilita el acceso continuo al juego.

Consecuencias en la salud mental y el desarrollo
Los efectos de la ludopatía digital en los jóvenes son profundos y multifacéticos. Desde el punto de vista neurológico, los adolescentes son particularmente vulnerables debido a que su cerebro aún se encuentra en desarrollo. La corteza prefrontal, área responsable del control de impulsos y la toma de decisiones racionales, no alcanza su madurez completa hasta pasados los 20 años. Esto explica por qué los jóvenes tienen mayor dificultad para medir riesgos y controlar sus impulsos cuando se trata de apostar.
En el plano psicológico y social, las consecuencias son igualmente graves. Muchos jóvenes experimentan un notable descenso en su rendimiento académico, abandonan actividades deportivas o recreativas que antes disfrutaban, y muestran cambios drásticos en su comportamiento, volviéndose más irritables o retraídos. El aislamiento social y los conflictos familiares son comunes en estos casos, creando un círculo vicioso en el que el juego se convierte en refugio de problemas que, irónicamente, él mismo ayudó a crear.
Frente a este escenario, algunas provincias comenzaron a implementar medidas concretas. Buenos Aires, por ejemplo, puso en marcha en 2024 un plan integral que incluye desde educación preventiva en las escuelas hasta la creación de un Observatorio específico para monitorear el problema. Otras jurisdicciones, como Salta y Santa Fe, siguieron caminos similares, estableciendo líneas de ayuda y programas de concientización. En Córdoba existen diferentes Asociaciones, líneas de ayuda y se está trabajando en proyectos de Ley que ayude a reducir esta problemática.
Sin embargo, los especialistas coinciden en que estas acciones, aunque valiosas, resultan insuficientes sin una política nacional coordinada. La falta de una legislación específica que regule el mercado de las apuestas digitales deja vacíos que la industria aprovecha. Proyectos de ley presentados en el Congreso fueron encontrado resistencia, demostrando la influencia que los intereses económicos tienen en este debate.
Hacia un enfoque integral
La solución a este problema requiere un abordaje multidimensional. Por un lado, es urgente fortalecer los mecanismos de control para evitar que los menores accedan a las plataformas de apuestas. Esto implica no solo mejorar los sistemas de verificación de identidad, sino también regular estrictamente la publicidad, especialmente aquella que utiliza a influencers y figuras públicas como promotores.
Por otro lado, es esencial desarrollar programas educativos que enseñen a los jóvenes a reconocer los riesgos del juego compulsivo, al mismo tiempo que se crean alternativas de esparcimiento saludables. Los espacios de socialización no vinculados a las pantallas - como clubes deportivos, centros culturales y actividades al aire libre - pueden jugar un papel fundamental en este sentido.
Finalmente, se necesita ampliar y mejorar los servicios de atención para quienes ya están afectados por esta adicción. Esto incluye no solo líneas telefónicas de ayuda, sino también equipos interdisciplinarios en hospitales y centros de salud mental, capaces de ofrecer tratamientos integrales que aborden tanto la adicción en sí como los problemas psicológicos y sociales que la acompañan.
La ludopatía digital no es un problema individual, sino social. Como tal, requiere respuestas colectivas y el compromiso de todos los sectores: el Estado, las instituciones educativas, las familias y los propios jóvenes. Las cifras son claras y el tiempo de actuar es ahora. Como bien señala el lema del estudio que dio origen a este informe: cuando el juego deja de ser diversión y se convierte en una fuente de sufrimiento, ya no es un juego. Es una adicción que destruye vidas, y como sociedad no podemos permitir que siga avanzando sin ponerle freno.