De qué hablan con sus docentes los niños y las niñas que están terminando la primaria, de qué quieren realmente conversar y con quién lo hacen habitualmente fuera de la escuela.
Las últimas Pruebas Aprender 2021 aportan datos sobre estos temas y revelan que chicas y chicos quieren conocer sobre los cambios en sus cuerpos y el cuidado que estos necesitan, sobre sus derechos, sobre cómo protegerse e impedir el maltrato y sobre las maneras de evitar el abuso sexual.
Pero, curiosamente, estos tópicos de interés no siempre son los prioritarios para sus maestros.
El problema es que si no hablan en la escuela de sexualidad, abuso o violencia, a veces no encuentran con quién hacerlo, y buscan auxilio en internet o en compañeros o amigos igualmente desorientados.
Esta información valiosa que aporta el alumnado en las evaluaciones nacionales –y que pasó casi inadvertida, después del shock que provocaron los bajísimos indicadores de rendimiento en Lengua y Matemática– está disponible en la página del Sistema Integrado de Consulta de Datos e Indicadores Educativos (Sicdie) a nivel nacional.
Es un insumo fundamental para los lineamientos de educación sexual integral (ESI) en las escuelas, que a 15 años de su implementación, sigue siendo muy desigual en el país.
Las Aprender revelan, con base en lo dicho por chicas y chicos de sexto grado de colegios estatales y privados, que sólo uno de cada 10 (11,1%) maestros hablan de los cambios en el cuerpo de los preadolescentes, uno de los temas de interés prioritario a esa edad.
Los estudiantes también dicen que quieren saber cómo evitar el maltrato y el abuso sexual. Sin embargo, se infiere de sus respuestas que sólo el 6,8% de los maestros habla de cómo detectar y cuidarse de la violencia y apenas el 4,4% de cómo evitar el abuso sexual.
Siempre según los datos aportados por los niños y las niñas, en las aulas les hablan en mayor medida de la importancia del buen trato en la escuela, del uso responsable de las redes sociales y de la diversidad de las personas, orientación sexual, apariencia física e identidad de género.
Conforme a las percepciones del estudiantado, se advierte cierto desfase entre la agenda escolar y los intereses de los chicos y las nuevas realidades que se cuelan a través de internet.
Investigaciones nacionales e internacionales advierten que el uso a temprana edad de teléfonos inteligentes acelera el primer contacto con la pornografía, que suele ocurrir accidentalmente a los 8 años.
Los especialistas explican que a partir de los 13, el acercamiento al porno ya no es por casualidad sino la alternativa que encuentran para la búsqueda de respuestas, ante la ausencia de referentes o modelos que acompañen su educación afectivo-sexual.
La pornografía, además de mostrarles imágenes imposibles de procesar a su edad, puede provocar un impacto en la manera de entender las relaciones sexuales, además de naturalizar pautas de comportamiento violentas, relaciones no consentidas y la denigración de la mujer.
El informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia (año 2020) de la ONG Save the Children, con base en una encuesta a 1.753 adolescentes de 13 a 17 años, revela que la mitad de los chicos y chicas (el 54,1%) cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto.
El 87,5% de los varones ha visto pornografía alguna vez en su vida, y entre las chicas también el porcentaje es alto: 38,9%. Siete de cada diez adolescentes consumen la pornografía de forma frecuente. El 30% reconoce que es su principal fuente de aprendizaje y un poco más de la mitad (el 53,4%) admite que tuvo su primer contacto con algún contenido sexual explícito entre los 6 y los 12 años.
El estudio alerta que los contenidos pornográficos disponibles de forma gratuita en internet influyen de manera negativa en el desarrollo personal de los jóvenes y refuerza las conductas de riesgo basadas en la sumisión de la mujer.
En este contexto, la información fiable que reclaman alumnas y alumnos es un mandato social que debemos cumplir para evitar que caigan, sin herramientas de defensa, en las fauces de un mundo virtual incontrolable donde pueden anidar la soledad, la violencia y los abusos que deseamos combatir.
