Un programa de reemplazo total de dieta bajo en calorías mostró efectos positivos en la pérdida de peso y también en la salud mental de personas con diabetes tipo 2.
El estudio, liderado por la Universidad de Oxford, encontró mejoras significativas en los síntomas de trastornos alimentarios en quienes participaron de este plan.
Estos beneficios se mantuvieron incluso seis meses después de terminado el programa, cuando los pacientes habían recuperado parte del peso perdido.
El estudio que desafía un prejuicio frecuente en salud
La investigación fue publicada en la prestigiosa revista The Lancet Psychiatry y responde a una preocupación presente en las guías del Instituto Nacional para la Excelencia en Salud y Atención del Reino Unido (Nice): la falta de evidencia sobre el impacto psicológico de las dietas restrictivas.
La doctora Elena Tsompanaki, dietista colegiada y autora principal del trabajo, explicó: “Nuestros hallazgos desafían la suposición de que los programas de pérdida de peso empeoran los síntomas de los trastornos alimentarios en personas vulnerables”.
Cómo se llevó a cabo el estudio
Participaron 56 personas con diabetes tipo 2 diagnosticada en los últimos seis años, sobrepeso u obesidad, y síntomas preexistentes de trastornos alimentarios. La mitad de ellos realizó una dieta intensiva de 860 calorías diarias con apoyo conductual durante seis meses, mientras que el otro grupo recibió atención médica convencional.
Se evaluaron cuatro tipos de síntomas: restricción alimentaria, preocupación por la comida, imagen corporal y peso. Los resultados fueron claros.
- A los 6 meses, el grupo con dieta intensiva mostró una mejora significativa (-0,8 puntos en la escala EDE-Q).
- A los 12 meses, el beneficio se mantuvo (-0,7 puntos).
- También se registraron mejoras en los niveles de depresión y angustia por la diabetes.
- No se identificó la aparición de nuevos casos de trastornos alimentarios.
Más allá del peso: beneficios sostenidos y sin daño psicológico
Si bien el grupo que realizó la dieta TDR perdió más peso a los 6 meses (-13,9 kg frente a -3,7 kg en el grupo de control), a los 12 meses la diferencia ya no fue estadísticamente significativa.
Lo que sí se mantuvo fue la mejora psicológica y la ausencia de efectos adversos mentales. Esto es especialmente relevante, ya que existía un temor generalizado de que este tipo de intervenciones podrían desencadenar o empeorar trastornos alimentarios, lo que limitaba el acceso de muchos pacientes a programas de pérdida de peso potencialmente beneficiosos.
Los investigadores continúan haciendo seguimiento a largo plazo para medir la evolución de los síntomas. Mientras tanto, este trabajo abre nuevas puertas a estrategias de tratamiento que combinan control del peso con bienestar mental.
En palabras de Tsompanaki: “No deberíamos excluir a pacientes con antecedentes de trastornos alimentarios de tratamientos estructurados y seguros. Este estudio sugiere que pueden beneficiarse tanto física como emocionalmente”.