La “zona cero” del derrumbe en barrio Güemes, el lugar donde el pasado sábado 17 de mayo cayó violentamente una enorme pared de revestimiento de ladrillos sobre una casa y un bar de bulevar San Juan al 600, de la ciudad de Córdoba, persiste inalterable ante la atenta mirada de los transeúntes que siguen su ritmo cotidiano.
Por otro lado, la dramática escena de la tragedia –que se cobró una vida y dejó un saldo de siete personas heridas– ya comienza a tornarse habitual para los vecinos y comerciantes de esa cuadra, ocasionándoles no solo una incomodidad permanente sino también un alto perjuicio económico.
Vallas en ambos lados del bulevar San Juan dibujan un cerco que protege la devastación causada en el lugar. Cada día de la última semana y media, cuadrillas de Defensa Civil de la Municipalidad de Córdoba se apostan en el sitio. A dicho personal se suman agentes de tránsito que custodian la zona en las esquinas de Miguel del Corro y Arturo M. Bas, garantizando que no circulen vehículos por esa cuadra.
Desde el amanecer hasta la noche ese rectángulo urbano vive un devenir único, muy diferente al del resto de la ciudad. Al salir del hall de un edificio o subir la persiana de un local comercial, los vecinos de esa cuadra tienen el desastre frente a sus ojos.
El otro “impacto”
La tragedia golpeó con crudeza a la familia del único fallecido (Ramiro Alaniz Cortes), pero también extendió sus consecuencias a decenas de personas que eligieron ese sitio para vivir o trabajar.
Ricardo Elegalde tiene su almacén hace cuatro años al lado de la casa que se vino abajo. “Estoy pidiendo que alguien nos diga algo. No sabemos cuándo empiezan a trabajar para terminar de voltear la pared que quedó colgando, ni qué van a hacer para que ese riesgo disminuya”, reclamó en diálogo con La Voz.
En medio de la incertidumbre generalizada, esta situación excepcional repercutió fuertemente en las ventas de los locales comerciales próximos a la “zona cero”, con una baja en torno al 50%.

“Nosotros vendemos artículos de primera necesidad. A lo que ocurrió hace más de 10 días, se le suma este cerco que provoca que la gente, si tiene que dar toda la vuelta, directamente ni venga ni entre a comprar”, dijo Ricardo.
Incluso, este escenario particular complica a los proveedores de los negocios de la zona, a quienes se les dificulta sobremanera la descarga de mercadería.
Además, cuando se inicien las obras de remediación –trabajos que aún no tienen una fecha de inicio cierta–, dicha tarea repercutirá en la pared de su local, por lo que seguramente deberá cerrar temporalmente sus puertas. En este contexto vacilante, Elegalde no descarta iniciar acciones legales si persisten las demoras y los inconvenientes que afectan a su comercio.
Otro daño para la familia es el vehículo que se encontraba estacionado al frente del bar. Por ahora, según lo que averiguaron, el seguro solo le cubriría la rotura de los vidrios del coche, y nada más.

La panadería que se encuentra en la intersección con pasaje Pedro Deza es otro de los locales más castigados. “Esto nos perjudica bastante. No entiendo por qué han vallado tanto la zona, estamos vendiendo un 60% menos de lo que vendíamos antes. La gente ya no circula, y los autos tampoco”, advirtió. Y agregó: “Da mucha bronca porque todo sigue igual y nadie sabe, ni dicen nada”.
Julio Vega tampoco disimula su indignación. Es el dueño de una despensa en la misma cuadra. “Lo que pasó es un desastre, pero lo que están haciendo ahora es otro desastre. El operativo es malo, lento, desmedido”, manifestó. “Creo que los agentes de Defensa Civil y de la Policía de Tránsito ni siquiera saben lo que están haciendo”, disparó.
Caída de ventas
El comerciante manifestó que cuando el perímetro era más chico la situación era dolorosa, pero razonable. “Ahora las ventas se nos cayeron por debajo del 50%. Esto nos está reventando y no voy a llegar a juntar la plata ni siquiera para poder pagar el alquiler”, lamentó.
La situación se repite pocos metros más adelante. En un local dedicado a la venta de vinos están comercializando un 40% menos, aunque reconocen que parte de esa caída también se explica por la crisis económica.
Uno de los responsables de la vinoteca contó a este diario que ese tramo del bulevar se había convertido en el último tiempo en una zona de mesas y sillas alrededor de “Posto”, el bar que sufrió las peores consecuencias del derrumbe. “Antes, uno cerraba la puerta por el ruido que venía de afuera; ahora la dejas abierta y hay más ruido acá dentro por el ruido de las heladeras. En estas cuadras ya no hay nadie que circule, entre y compre”, dijo.
A este escenario se suma la obra de puesta en valor de esa tradicional arteria del Centro. El comerciante indicó que desde Paso de los Andes hasta Arturo M. Bas se vuelve casi imposible transitar.
Sobre lo que conlleva tener esa pila de escombros a metros del local, admitió que ya se convirtió en una incómoda costumbre en los últimos días. “La gente que no está acá permanentemente no quiere entrar porque tiene miedo que le vaya a caer algo en la cabeza”, aseguró.
Y alertó lo que podría implicar el trabajo de las máquinas municipales en la obra de bulevarización: “Si el edificio tiene estas complicaciones, imaginate lo que podría pasar con las vibraciones del suelo por los trabajos de revalorización de la San Juan”.
Finalmente, frente al edificio “María Reina V” instalaron un andamio en un edificio de tres pisos. En el local que da a la calle funciona una verdulería. La encargada contó que a partir de lo que ocurrió a pocos metros de allí, el dueño adelantó las postergadas obras de refacción para evitar que ocurra otro incidente.