Fue el pasado 17 de octubre cuando Carina Rosavik (48) y Carolina Sangiorgi (46) supieron toda la verdad sobre su origen. Fueron más de 40 años los que tardaron en conocerse como hermanas, y todavía un poco más en saber quiénes fueron sus padres.
Como producto del cotejo de datos entre el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y Abuelas de Plaza de Mayo, las dos hermanas (de madre y padre) se encontraron en agosto de 2022.

Aunque Carina vive en Córdoba y Carolina en Mar del Plata, desde ese momento empezaron a construir un vínculo cercano. También el 17, pero de marzo de este año, se sumó al dúo un hermano más: Carlos Piñero (46).
Él también tenía dudas sobre su identidad por irregularidades con su partida de nacimiento y se acercó a Abuelas. Allí lo derivaron a la Conadi, donde dejó su muestra genética. Tiempo después le confirmaron que su ADN tenía un 100% de compatibilidad con otras dos mujeres.
Pasadas las primeras semanas desde la noticia comenzaron a surgir nuevas dudas. Carlos tenía otros tres hermanos y eso no solo implicaba que los seis podían compartir genes, sino que los padres de él podían ser también los de Carina y Carolina.
Para averiguarlo,Carlos se hizo un ADN con su hermano Sergio Piñero (44), quien tenía sus papeles de nacimiento en orden. Esta era la única manera de saber la verdad porque los padres de ambos ya habian fallecido y no había cuerpos de los cuales tomar muestras.
En octubre recibieron la noticia: eran todos parte de la misma familia y aunque cuatro de ellos habían nacido entre 1973 y 1982 no eran hijos de personas desaparecidas.
“Quería sacarme la duda y estaba ansioso. Pero yo sabía como iban a salir los resultados. Cuando me preguntaban les decía a todos que eran mis hermanas. Las muecas y las caras eran iguales. Me puso muy contento, quedaba todo entre familia”, contó Sergio a La Voz.

“Los tóxicos hermanos de sangre”
Aunque de alguna forma todos intuían el resultado del ADN, el impacto no dejó de ser significativo.
“Estoy muy feliz de tener un hermano más. Fue shockeante pero era algo que ya veníamos investigando y esperábamos que diera positivo”, admitió Carina.
“Cuando Carlitos nos mandó una foto de ellos dos juntos me impresionó lo parecidos que eran entre ellos y a nosotras. Yo siempre fui hija única con mis padres adoptivos y ahora de golpe tengo tres hermanos. Es un montón, pero estoy recontenta”, sumó Carolina.

El grupo de WhatsApp en el que interactúan empezó con tres integrantes y con el nombre “Hermanos de sangre”. Luego mutó a “Los tóxicos hermanos de sangre” y ahora tiene un integrante más.
Según contaron, el nombre deriva de sus conversaciones, que se extienden durante todo el día y de la curiosidad por conocerse que motiva miles de preguntas. “Los más intensos somos Carlitos y yo. El que menos habla por ahora es Sergio, pero ya vamos a hacer que se suelte”, dijo Carolina entre risas.
Tanto Sergio como Carlos viven en Ezeiza con sus familias, Carolina, en Mar del Plata y Carina, en Córdoba. Los últimos tres se conocieron en Mar del Plata el pasado mes de abril y aunque todavía no hay fecha cierta, están planeando una reunión para conocerse, ahora, los cuatro.
“Estoy un poco ansioso de conocerlas, estar con ellas y charlar en vivo y en directo porque quiero preguntar y saber un montón de cosas. Por mensajes a veces estoy muy ocupado y no puedo agarrar el celu”, confesó Sergio.

Conocer la propia historia
Buscando sus orígenes Carina llegó hace unos años a la ONG cordobesa “Nosotros. Buscando Identidades Biológicas” y empezó a ayudar a otros a encontrar su identidad. Esa experiencia hace que hoy sea la que más pregunta e indaga para averiguar la mayor cantidad de datos posibles.
“Si no preguntamos no sabemos. Aunque ahora encontré a mí familia biológica, necesito saber qué es lo que le pasó a esa mamá y a ese papá. Mi papás adoptivos fueron excelentes, me cuidaron y me brindaron todo, nunca me quejé de eso. Pero me dolió la mentira y por eso creo que una parte de mí necesita sanar y encontrar la verdad”, explicó Carina.
Carlos y Sergio contaron que su infancia transcurrió en Barracas hasta que se mudaron a Ezeiza. En total eran cuatro hermanos y sus padres.
Existen dos hermanas menores con las que todavía Carina y Carolina no tuvieron contacto nunca ya que no se tratan con Carlos y Sergio desde hace algunos años.
“Mi vieja laburaba todo el día, no estaba nunca en casa y cuando llegaba salía mi viejo a trabajar toda la noche como sereno. Nos cruzábamos muy poco y nunca contaron nada a ninguno de los hermanos, se lo tuvieron bien guardado. Hasta que Carlos tuvo problemas con la partida de nacimiento nunca sospechamos nada”, remarcó Sergio.

Por ahora, están reconstruyendo su historia con información suelta que recolectan de parientes cercanos. Los padres de los seis son Antonia García y Juan Carlos Piñero. El falleció en 2008 tras sufrir un infarto y ella en 2018.
“Hablamos con una tía de los chicos que, en concreto, lo único que nos contó es que nuestros papás se conocían desde chicos y su relación iba y venía. Pero ella, por ejemplo, no sabía que nosotras dos existíamos y nunca vio embarazada de nosotras a nuestra mamá“, relató Carina.

La conclusión de una búsqueda
Aunque todavía resta historia por conocer, con el resultado de este ADN Carina y Carolina descubrieron quiénes eran sus padres biológicos y llegaron al final en su búsqueda de la identidad.
“Mis papás adoptivos me criaron con la verdad, entonces no siento tristeza por el pasado. Sin embargo, Carlitos, Sergio y mis otras dos hermanas vivieron con mis papás asi que tuvimos vidas e historias muy distintas. Ahora me pregunto por qué tomaron la decisión de dejarnos a nosotras dos. Son dudas que te quedan en la cabeza y ojalá algún día sepamos toda la verdad”, remarcó Carolina al respecto.
“Las que concluimos la búsqueda somos nosotras dos que no teníamos a nuestros papás biológicos y estábamos anotadas como NN, sin datos. Con esto concretamos la parte biológica, pero quedaría pendiente saber qué les pasó a ellos para darle un cierre a la historia”, agregó Carina.
Los hermanos resaltaron que encontrarse fue “una casualidad” pero que fue clave la decisión espontánea y voluntaria de buscar su origen y dejar una muestra biológica para analizar. Sin esta decisión, no existen encuentros posibles.
“Es muy importante que la gente que tiene dudas se acerque a hacerse el ADN, que no tengan miedo. Pero no son solo los hijos los que tienen hacerlo, también estaría bueno que las madres busquen a sus hijos”, subrayó Carolina.
En esa línea Carina sumó: “Sí o sí nos tienen que buscar del otro lado, tanto una madre como un hermano. Tienen que agotar todas las instancias y tocar todas las puertas porque es lo único que podemos hacer cuando no hay datos. También hay que tratar de romper los pactos de silencio porque eso es lo único que te va a mostrar la verdad”.
Y cerró: “Sumarse a grupos también es muy importante. Buscar solos es muy difícil y casi nunca se llega a nada. Además, pasamos por muchas emociones y dolores durante el camino de la búsqueda que si no te entiende alguien que también lo pasa no te sentís acompañado”.























