En los últimos años se registra un importante incremento en la cantidad de bares y cafeterías en Río Tercero. A la par, se percibe que el rubro de restaurantes está en descenso y son más los que cerraron que los que abrieron en la última década.
Son, seguramente, dos caras de un mismo fenómeno que, con matices, se registra en otras ciudades del país.
Décadas atrás las cafeterías se concentraban sobre todo en la zona céntrica de Río Tercero, mientras que en la actualidad abren también locales que ofrecen desayunos y meriendas en barrios fuera del centro.
En algunos casos, los propietarios han decidido remodelar viviendas y convertirlas en locales con un variado menú de meriendas y desayunos, en muchos casos incorporando los saludables o campestres.
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El abanico de variedad en este rubro que existe por estos días no se encontraba disponible, por ejemplo, hace 15 o 20 años. En aquel tiempo, lo más frecuente de las ofertas en este tipo de locales eran un café o té, con medialunas o criollos. O la atención clásica del modo bar.
Belén Aguirre, una de las dueñas de una cafetería ya con tres locales en Río Tercero, contó que con las ganancias que obtuvo en este rubro, pudo abrir una cafetería por año. “Y las tres trabajan muy bien”, acotó.
Respecto a la inversión interpretó que “no es tan económico abrir una cafetería”, pero dijo creer que “todas las de la ciudad están funcionando bien”. Acotó que “no es más económico hoy abrir una cafetería que un comedor”. Lo que varía es la demanda que tienen unos y otros.
Aguirre mencionó que “ya no es más la cafetería del café y el bizcocho o la medialuna; ahora hay variedad”.
Según la comerciante, en sus locales la clientela se divide en partes iguales entre mujeres y hombres.
Belén es dueña de la cafetería Cocoa (con tres sucursales) pero también del restaurante Punto Alberdi. Respecto al comedor, la comerciante recordó que las épocas más duras en ese rubro estuvieron “marcadas por la pandemia, y en ese camino cerraron varios en la ciudad”.
Sostuvo que quienes sobrevivieron a la pandemia “fueron quienes tenían local propio, o acordaban el alquiler con los dueños del inmueble”.
Los ajustes en los alquileres, y otros costos, son una complicación especial. Explicó que los dueños de cafeterías o comedores, cuando abren un local, al margen de que sea alquilado “hacen inversiones en mejoras importantes, además de cumplir las exigencias para un local gastronómico donde se manipulan alimentos”.
Respecto a cómo transitar la actual situación económica, respondió que “si bien hay locales con mucha gente, se deben pagar muchos gastos fijos que son una locura, como los servicios por ejemplo”.
En Río Tercero, los comercios gastronómicos acusan recibo de la competencia generada en la vecina ciudad de Almafuerte, donde se generó un polo gastronómico en las costas del lago Piedras Moras, que impacta sobre todo en los meses de verano.
“Rubros castigados”
Claudiana Gavaglio, quien se dedica al rubro gastronómico y hotelero desde hace años y fue presidenta del Centro Comercial, Industrial y de Servicios (Cecisa) hasta días atrás, sostuvo que es clara la evidencia de que “la clientela se ha inclinado más en los últimos años a la salida a cafeterías y menos a restaurantes”.
Opinó que “el rubro está castigado en cuanto a restaurantes por los incrementos de luz, gas, alquileres” y que a la hora de invertir “para el comerciante es muy significativa la ecuación costo-beneficio, por los grandes aumentos de los costos a enfrentar”.
En general, entre los usuarios salta una respuesta frecuente: en tiempos de bolsillos flacos, es más barata una salida a desayunar o merendar que a cenar o almorzar. Esa comparación cuenta. En las mesas de bares se cuenta de familias que cambiaron la salida al restaurante por un desayuno compartido, o de grupos de amistades que prefieren ya juntarse en una cafetería y esquivar los costos de un comedor.
Gabaglio coincidió que, además, en el caso de Río Tercero “en verano debe estar compitiendo con la vecina Almafuerte” y su oferta ampliada de locales gastronómicos junto al lago Piedras Moras.
Para ella, “el costo de inversión en un comedor es mucho mayor que el de una cafetería, porque se usa otro tipo de vajilla y se arma la cocina de otra manera, además de otro personal especializado para cada rubro”.
A su juicio, en los últimos años “hay un 30% menos de comedores en la ciudad”.
Agregó que se dieron casos de quienes “se trasladaron a barrios y se amplió el radio del centro”.
Adaptaciones
Los cambios y las crisis generan adaptaciones. “Ya se piensa en atraer a otro tipo de gente y la exigencia es diferente, son cambios trascendentales y tenemos que estar abiertos a esos cambios”, opinó Gabaglio.
Hubo algunos casos en que cerraron restaurantes y abrieron en sus propios domicilios. O se transformaron solo en sitios de comidar para llevar.
“Se reinventaron y hasta hay profesionales gastronómicos que dan cursos de cocina, o cocinan en los domicilios particulares y ya no tienen el local en el centro”, sumó.
En similar sintonía, Valentina Rodríguez, dueña de la cafetería Pausa, coincidió en que en este rubro se requiere una inversión menor a la de un comedor. Ejemplificó que además se ofrece una atención al cliente “más rápida”, en la que se gasta menos en servicios, en personal, en vajillas y hasta en el mismo servicio de comida que se ofrece.
También apuntó que es evidente el crecimiento en los locales de cafetería en la ciudad, si se compara con años atrás y marcó ese hábito creciente que los favorece de más gente que sale a desayunar y merendar que antes.
Es otro rol bien diferente a los de los bares más tradicionales, y casi exclusivamente masculinos, de antaño.
