Es conocido que el mercado de los alquileres verificó una fuerte transformación también en Córdoba Capital a partir de la derogación de la ley aprobada durante el Gobierno anterior que establecía una serie de regulaciones en precios y contratos.
La reconfiguración derivó en un salto en el costo de los inmuebles para alquilar, aunque con una notoria mayor disponibilidad.
En ese escenario, ocurren situaciones entre los inquilinos y los propietarios de las más variadas, con contratos que terminan bien, otros que derivan en conflictos, algunos con final en la judicialización, y otros que simplemente atraviesan por momentos de fuerte tensión y decisiones particulares.
Inquilino vs. propietario: le sacó todas las mejoras que le hizo a la casa en Córdoba
Uno de los puntos que mayor fricción siempre genera en la relación inquilino-propietario, intermediada en general por la inmobiliaria, es el reconocimiento o no de mejoras efectuadas.

Es un clásico que cuando el inquilino realiza una mejora, muchas quedan en un terreno gris. Lo ideal sería que si este va a efectuar cambios que benefician al inmueble, deban ser consensuadas con los locadores.
También hay locatarios que actúan de “motu proprio”, con la esperanza de que en algún momento el dueño reconozca ese esfuerzo, con un menor monto transitorio de alquiler o con la condonación de algunos meses, por lo general, sobre el final del contrato o frente a una renovación.
Fue el caso, al que La Voz pudo acceder con detalles, de los inquilinos de una casa de dos plantas ubicada en el noroeste de esta Capital.
Cuando la familia ingresó a la propiedad, tres años atrás, la vivienda –un dúplex de estilo moderno– estaba recién construida y los detalles fueron terminados con el inquilino casi entrando a vivir, aunque no todo había quedado resuelto.
En consecuencia, el patio era un cúmulo de tierra, sin plantas, pasto ni accesorios de jardín. Y, lo peor, es que el agua de lluvia se acumulaba sin salida a la calle.
Las aberturas externas de la planta alta tampoco presentaban rejas de protección, para una casa ubicada en un sector con problemas de inseguridad.

Fue entonces que los inquilinos se pusieron manos a la obra, comunicaron verbalmente a la inmobiliaria que iban a realizar ciertas mejoras y así lo efectuaron.
Ejecutaron el desagüe, nivelaron el patio, cubrieron de champas de primera calidad el jardín, construyeron una pequeña pileta de ladrillo y cemento (no plástica) iluminada y ubicaron un fogonero también de buen diseño.
Transcurrieron los años de contrato y a la hora de renegociar el valor del alquiler las diferencias en el costo mensual de la renta eran significativas.
Fue entonces que para cerrar la relación en buenos términos, los inquilinos le informaron a la inmobiliaria que le trasladaran al propietario el pedido para obtener algún reconocimiento por todas las mejoras que subieron la categoría del inmueble, con un valor a negociar.
Pero tampoco se produjo una respuesta positiva en ese sentido y el locador se mantuvo en el nivel del alquiler pretendido, sin aceptar compensar mejoras.
“Dice que no le interesa nada”, fue la tajante respuesta del agente inmobiliario. Hubo más intercambios para intentar flexibilizar pero todos fueron en el mismo sentido y siempre con el intermediario, nunca en forma directa.
Reversionar todo
Con ese límite a la vista, los inquilinos tomaron entonces una decisión: dejar la propiedad tal como la habían recibido. Fue un recorrido inverso, extraño, doloroso pero decidido. Una deconstrucción de lo hecho.
Contrataron operarios y levantaron una por una todas las champas del hermoso jardín que habían dispuesto. También sus baldosas. Inclusive desenterraron y se llevaron un limonero pletórico de frutos que en su momento habían colocado en un rincón.
A golpes de maza desactivaron la pileta, espacio que luego cubrieron con tierra, por lo cual quedo anulada. Lo mismo pasó con el fogonero que supo acompañar noches de invierno.
Del mismo modo, las rejas del piso superior, hechas a medida, fueron extraídas dado que habían sido pagadas por el inquilino.
La casa, volvió a tener su aspecto original, es decir, fue “restaurada hacia atrás”, como final de una controversia que suele repetirse con más frecuencia de lo que se imagina en la siempre difícil relación entre inquilinos y propietarios.