En la Manzana Jesuítica, el corazón de Córdoba, un hallazgo que se remonta a casi 260 años sacudió la historia de la ciudad conocida por sus conventos y campanas: el descubrimiento de una pequeña joya bibliográfica.
Se trata de un diminuto libro que se encontraba “escondido” entre miles de textos en el museo San Alberto. Y se convierte en el “eslabón perdido” de la imprenta jesuítica, la primera que operó en el país y que trajo la Compañía de Jesús en 1764.
De las hojas amarillas sobresalen las letras que dejaron los tipos móviles de metal con encuadernación manual. Lleva como título: “Vida de nuestra señora representada en 15 meditaciones”, dedicada a la adoración de la Virgen.
De acuerdo con Yanina Malizia, documentalista de colecciones del museo, el hallazgo sucedió hace un año, mientras buscaban textos de Pura Rosa del Carmen Olmos, conocida como “hermana Purita”, una religiosa profesa de las Hermanas Carmelitas de Santa Teresa de Jesús, que nació en Villa Giardino, vivió en Córdoba y está en proceso de ser canonizada.
“Estaba inmerso entre otros tres mil libros. Buscaba textos de mediados del Siglo XVIII y apareció uno antiguo”, dijo Malizia a La Voz.
Para confirmarlo, la clave fue la escritura “Córdoba del Tucumán” y no hubo dudas que perteneció a la única imprenta de Córdoba del siglo XVIII que funcionó en la casa.
“La reencuadernación fue realizada por las Hermanas Carmelitas, y siempre estuvo en la casa. Por eso, tiene diferentes intervenciones, como escrituras, poemas de niñas que habitaban el actual museo. Incluso, hay un capítulo escrito a mano”, relató.
La obra es el único exponente encontrado de los que se imprimieron en la imprenta jesuítica en el país, que funcionó en la casa-museo entre 1765-1767, y el tercero en el mundo.
“El descubrimiento abre un montón de ‘puertas y ventanas’ para que Córdoba conozca su valioso patrimonio y se siga investigando la colección”, indicó Malizia.
Ya que se presume que hay muchos más tesoros ocultos por descubrir. Incluso, obras mucho más antiguas que este libro en estudio.
Un libro con valor histórico
El tamaño de la publicación es de siete por nueve centímetros, con 260 páginas para uso devocional.
Está dedicado a la Virgen María, y para ser leído en agosto como preparación a la Asunción. Fue escrito en 1766 por el jesuita José Antonio de Oviedo, un escritor necesario para el siglo XVIII.
La obra se encuentra conservada dentro de un relicario vidriado desde donde se lo observa en la sala de los rezos. Al lado, un gramófono con siete melodías, de 1888 y de origen suizo, aún en funcionamiento arroja melodías antiguas para darle el toque de solemne.
Para no olvidar la presencia jesuítica y la vida conventual de la Córdoba de antaño, el pequeño libro de tamaño portátil es testigo de la espiritualidad que transcurría tras esas paredes y objeto de la devoción privada.
“Sabíamos que había bibliotecas conventuales en nuestra casa. Notamos algunos problemas de conservación y acordamos con la comunidad religiosa que los libros fueran resguardados en el museo para su difusión, cuidado y exhibición”, dijo Malizia.
El valor histórico del ejemplar potencia aún más el valor patrimonial de la una zona que incluye no solo el museo San Alberto, sino toda la Manzana Jesuítica y al Colegio Nacional de Monserrat.
Afuera, el movimiento del siglo 21 contrasta con las horas del rezo, la vida conventual y las risas de las niñas de la casa-museo, que sigue sorprendiendo.
En estudio
Apenas el ejemplar fue encontrado, entró en etapa de investigación, a cargo del doctor Fabián Vega, especializado en libros jesuíticos del siglo XVIII quien estudia el registro fotográfico de esta obra.
Los resultados estarán listos a fin de mes, cuando el estudioso presente los avances del hallazgo.
“Vega pudo estudiar los otros libros originales de otros puntos del mundo. En este caso, hay muchas marcas que nos aseguran que se hizo en Córdoba”, indicó Malizia.
El libro estará expuesto durante agosto y septiembre para que sea admirado por el público. El museo también cuenta con material fotográfico para compartirlo de manera virtual.
Imprenta jesuítica
El museo San Alberto festeja no solo el hallazgo del diminuto libro, sino los 260 años de la imprenta jesuítica que permaneció en el lugar por dos años.
Una vez que dejó de funcionar, a raíz de la expulsión de los jesuitas en 1767, la ciudad perdió al tipógrafo y la imprenta fue abandonada en los sótanos de la casa-museo.
“Más tarde, el Virrey Vértiz la pidió desde Buenos Aires. Una vez mejorada, y transformada, siguió imprimiendo. Incluso el propio Mariano Moreno logró aprovecharla”, narró Malizia.
El ejemplar hallado es el tercer libro conocido que se imprimió con la imprenta jesuítica y que se conserva original. “Existen otros libros originales en el mundo y este es el tercero que se conoce”, remarcó la especialista.
La documentalista supone que cada integrante monasterial tenía este libro. Y es el único ejemplar que se encuentra en el país de los que se imprimieron en la imprenta jesuítica.
Hoy, en los sótanos del museo existe una réplica de la imprenta que dejó estos ejemplares como testigos de la Córdoba conventual. Se la puede conocer y hasta imprimir con los “tipos móviles” que dejaron su marca imborrable.
Historia del museo San Alberto
Malizia sostuvo que el museo San Alberto, ubicado en Obispo Trejo 194, pasó por varias manos, hubo muchas instituciones, e incluso fue el emplazamiento original del Colegio Convictorio del Nuestra Señora de Monserrat, fundado en 1687, hasta que en 1782, tras la expulsión de los jesuitas, se decidió trasladarlo a su ubicación actual.
Los jesuitas habitaron la casa, y en 1782 el obispo de San Alberto, ante la necesidad social –dijo la documentalista–, decidió fundar el Real Hogar de Niñas Huérfanas Nobles y Colegio de Educandas para brindarles educación y contención familiar.
En ese momento, ya existían las Carmelitas Descalzas y el Monasterio de Santa Catalina. “El obispo quería a una comunidad religiosa que conviviera con las niñas. Y convirtió al convento en el primero de semiclausura del país”, destacó Malizia.
Y agregó que actualmente en el lugar conviven: el convento, el hogar de huérfanas y el colegio Santa Teresa de Jesús, la primera escuela femenina de todo el país.