“Nos aplicaban electricidad, nos mojaron con agua fría y nos hicieron creer que era combustible; tenía los ojos vendados…”.
Los brutales “ritos de iniciación” a aspirantes al Ejército Argentino, que recuerdan las épocas más oscuras de la última dictadura militar, derivaron en la reciente condena de un exteniente cordobés y de otro instructor por aberrantes “entrenamientos” en Mendoza.
El Tribunal Oral Federal N° 1 de Mendoza condenó al exteniente cordobés Lucas Ezequiel Daure Suárez (35) y al sargento ayudante bonaerense Sixto Julián Pucheta Velázquez a un año y medio y a un año de prisión condicional, respectivamente, por la aplicación de maltratos físicos, psicológicos y descargas eléctricas a aspirantes a soldados voluntarios, en 2015.
Daure Suárez (exinstructor y expiloto del Ejército, y actual gerente de seguridad en un centro de datos de Amazon Web Services, en Canadá) y Pucheta Velázquez se sumaron así a otros seis militares condenados en un primer juicio, en 2023: Juan Pablo Vega Bustos (ocho meses de prisión condicional), mientras que recibieron seis meses, en cada caso, Miguel Hernán Vergara Gómez, Alexander Damián Skamelka, Oscar Lucio Tobares Alanis, Gustavo Ariel Brito Álvarez y Nicolás Germán Raso Disante.
El caso nuevamente reflota los abusos de autoridad y las vejaciones que salieron a la luz los últimos tiempos en el Ejército y otras fuerzas, entre ellos, el peligroso “bautismo” en el que rociaron con cal viva a soldados y el caso de las 100 gendarmes obligadas a desnudarse.
Una historia de abuso de autoridad y graves maltratos en el Ejército
La investigación penal comenzó a partir de la denuncia realizada por el entonces comandante de la Octava Brigada de Montaña del Ejército, general brigadier Gustavo Javier Vidal. El militar señaló que los terribles hechos sucedieron durante el núcleo de instrucción básica (NIB) en la Compañía de Comunicaciones de Montaña 8, en Mendoza.
Indicó que se anotició de los maltratos, ocurridos en mayo de 2015, cuando el padre de uno de los aspirantes mantuvo una conversación con un oficial. El general ordenó una investigación interna por faltas gravísimas al Código de Disciplina y presentó la denuncia en la Justicia federal.
El Ministerio Público Fiscal dictaminó que los estudiantes sufrieron los maltratos durante la instrucción de combate nocturna, denominada “campo de prisioneros” (se simulaba una situación de guerra en la cual los aspirantes eran tomados prisioneros, atados e interrogados) y durante el “ritual de iniciación” llamado “chasqui de guerra”.
Picaneados, golpeados y mojados
Las víctimas contaron que en el primer “ejercicio” (“campo de prisioneros”) eran los propios instructores quienes les propinaban golpes y les aplicaban descargas eléctricas con un viejo teléfono de campaña. “Era bastante fuerte; no sé si mortal, pero te paralizaba”, denunció uno de los estudiantes tras ser picaneado.
Algunos testigos relataron hechos de gravísimo maltrato, semejantes a los que soportaron los detenidos ilegales en la última dictadura militar. En ese caso, los instructores llegaron, incluso, a tirarles agua simulando que era nafta, y a colocarles bolsas plásticas en la cabeza, para generarles la sensación de asfixia.
“Como no me podían sacar información, me pusieron boca arriba y con un bidón me tiraban agua en la cara, hasta que me ahogué y ahí me soltaron”, agregó el mismo aspirante. “Un compañero se quiso escapar del ‘campo de prisioneros’, pero lo agarró un cabo primero. Lo tiró al suelo y lo empezó a golpear hasta que mi compañero se puso a llorar. Ahí lo soltaron y lo volvieron a atar”, denunció otro.
Las sesiones de maltrato, según se determinó en la causa, no estaban previstas en el plan de estudio, ya que en una de las materias sobre cómo proceder con prisioneros se señalaba que “el combatiente no deberá ejecutar actos de violencia contra heridos, desertores o prisioneros del enemigo”, sino tratar “al enemigo en forma humanitaria” durante “todo momento”.
“De acuerdo con el derecho internacional de la guerra, está prohibido amenazar, ofender o exponer a molestias de cualquier naturaleza a los prisioneros de guerra con el fin de obtener de estos alguna ventaja respecto del enemigo”, se consignaba.
Uno de los aspectos claves de la instrucción es que los ejercicios con simulación de prisioneros deben llevarlos a cabo los mismos instructores y no los aspirantes.
Los testimonios de los postulantes fueron coincidentes en que, además del “ejercicio” del “campo de prisioneros”, los instructores celebraban el “chasqui de guerra”, que consistía en que el aspirante se arrodillara frente a los instructores, en una actitud de humillación absoluta, y hasta fuera picaneado y alcoholizado. Era una especie de “despedida” de la “capacitación”.
Aunque en el segundo juicio el Ministerio Público no acusó a Daure Suárez y a Pucheta por el “chasqui de guerra”, los jueces sí tuvieron en cuenta los maltratos filmados por los instructores, para sostener que los maltratos severos durante el “campo de prisioneros” existieron.
Uno de los aspirantes declaró que los instructores hasta “se reían” al golpear y aplicar electricidad a los jóvenes. Algunos rompieron en llanto por el maltrato extremo, lo que afectó por completo su dignidad.
El imputado Pucheta negó en el juicio haber presenciado los abusos, ya que, según él, su función era administrativa. Y aunque reconoció haber estado presente uno de los días que se cometieron los aberrantes abusos físicos, dijo que no intervino en el simulacro de toma de prisioneros (sí admitió la existencia del teléfono utilizado como picana).
El exteniente cordobés Duare Suárez repasó con orgullo sus logros en el Ejército antes de pasar al ámbito privado, en Canadá. Declaró que, a pesar de ser el entonces jefe del NIB, no tuvo conocimiento de las descargas eléctricas y golpes que sucedieron en la Compañía de Comunicaciones de Montaña 8, bajo su responsabilidad.
Varios aspirantes lo desmintieron, al sostener claramente que el cordobés sí estuvo presente durante las golpizas y la aplicación de descargas. Un estudiante declaró que lo ataron “como a un chancho, le tiraron agua y le pusieron sobre el cuerpo” el teléfono, y que el cordobés le dijo que era una “verg…, el inútil del barco”.
Los jueces Héctor Cortés, Pablo Salinas y Daniel Doffo concluyeron que los imputados incurrieron en serios maltratos: “No sólo no estaba contemplado como materia específica, sino que se llevó a cabo de manera antirreglamentaria, en un modo que implicó un maltrato hacia los aspirantes, que fueron atados de pies y de manos, algunos vendados; recibieron golpes con una vara, los mojaron y les aplicaron descargas eléctricas”.
A partir de los testimonios concordantes y las pruebas, sostuvieron, “no caben dudas de que Daure y Pucheta, militares en ejercicio de sus funciones y prevalidos de su autoridad, arbitrariamente maltrataron a aspirantes”. Y recalcaron, al igual que en el primer juicio, que los ejercicios de simulación de prisioneros debían realizarse –dentro de los límites del reglamento– con soldados formados y no con aspirantes.
En desacuerdo con la calificación de abuso de autoridad, propiciada por los vocales Cortés y Doffo, su par Salinas (en minoría) consideró que debían ser condenados por vejaciones y apremios ilegales, como sostuvo la Fiscalía. Finalmente, Daure Suárez y Pucheta Velázquez fueron condenaron por abuso de autoridad.
Los magistrados exhortaron al Ejército a evitar el uso de descargas eléctricas durante los entrenamientos y solicitaron al ministro de Defensa, Luis Petri, capacitar a los altos mandos para que no vuelva a haber maltratos.