Un equipo liderado por investigadoras de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FcefyN) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), junto a integrantes del Centro de Investigación y Desarrollo para la Construcción y la Vivienda (Cecovi), de la Universidad Tecnológica Nacional – Facultad Regional Santa Fe, desarrolló una solución biotecnológica única que permite reparar fisuras de varios milímetros en materiales de construcción como el hormigón.
¿La clave? Microorganismos no patógenos que actúan como pequeños “albañiles invisibles”: metabolizan minerales y generan carbonato de calcio, un material natural que sella las grietas desde el interior.
A diferencia de los productos sintéticos que se venden hoy, esta propuesta se basa en un proceso completamente natural.
Se trata de una forma de restauración biológica que resulta más económica, sustentable y sin dañar los materiales originales. Además, ofrece aplicaciones concretas tanto para la conservación de infraestructuras modernas como para el patrimonio arquitectónico e histórico.

Más allá de su valor científico, el avance representa una respuesta real a problemas frecuentes en la construcción: como fisuras, desgaste y deterioro.
Avances con impacto social
“En lugar de utilizar materiales invasivos o costosos, esta innovación apuesta por una alternativa ecológica, en la que la naturaleza, a través de bacterias, colabora con la ingeniería”, expresó a La Voz María Gabriela Paraje, directora del proyecto y responsable del Centro de Vinculación del Laboratorio de Microbiología Aplicada y Biotecnología (Lamab) de la FcefyN, e investigadora en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, UNC-Conicet).
El estudio logró el primer lugar, en 2024, para el financiamiento del Fondo para la Innovación Tecnológica y Social (Fits), con un premio de $8 millones de pesos más una becaria, que impulsa la Secretaría de Innovación y Vinculación Tecnológica de la UNC.
También son parte del equipo la doctora en Ciencias Químicas Anabela Guilarducci, del Centro de Investigación y Desarrollo para la Construcción y la Vivienda (Cecovi) de la Universidad Tecnológica Nacional – Facultad Regional Santa Fe; la ingeniera civil Daniela González, la becaria en Ingeniería Ambiental Manuela Maldonado y la doctora en Ciencias Químicas Karina Crespo Andrada, entre otros integrantes.
“Este es un ejemplo de cómo la investigación local puede generar conocimiento de frontera con impacto social, económico y ambiental, y proyectarnos hacia un futuro más sustentable”, indicó Paraje.
Cómo nació el proyecto
La idea del estudio surgió en Madrid, España, cuando a Paraje y Guilarducci, se les ocurrió que dos mundos aparentemente opuestos eran posibles.
“Uno de esos mundos es invisible a los ojos: está habitado por microorganismos capaces de producir naturalmente minerales; el otro está compuesto por los gigantes de la infraestructura, como edificios, puentes y otras estructuras”, afirmó Paraje.
Además, contó que ambas soñaron con encontrar una solución a un problema concreto: cómo reparar y proteger esas construcciones sin dañarlas, usando el potencial natural de las bacterias.
De este modo, el encuentro entre ciencia, tecnología y sensibilidad por el ambiente fue el punto de partida —indicó la científica—de un desarrollo que hoy busca proyectarse al mundo con una propuesta innovadora y sustentable originada por científicos argentinos.
Cómo funciona
En condiciones apropiadas y con el “alimento” correcto, algunas bacterias tienen la capacidad natural de producir carbonato de calcio (CaCo3) y expulsarlo al ambiente.
Se trata de un mineral que se utiliza en la construcción. De esa manera se rellenan progresivamente las fisuras hasta repararlas por completo. El proceso se denomina “biocementación”.
“Trabajamos en una ‘mineralización biológicamente inducida’, una restauración mediada por microorganismos que resulta más compatible en el hormigón y más amigable para el medioambiente”, explicó Paraje.
En el mundo existen muy pocos estudios con abordajes similares –especialmente en Países Bajos, Reino Unido e Israel–, pero ninguno con el enfoque que se aborda desde este equipo de trabajo.

En los ensayos, los resultados fueron muy positivos ya que permitieron plantear que con la incorporación microbiana es posible reparar fisuras de tamaños son significativos para la industria de la construcción.
El estudio está en proceso de patentamiento, gestionado por la Oficina de Propiedad Intelectual de la UNC, junto a Conicet y la UTN, por lo que el “agente restaurador” investigado permanece en estricta reserva.
El descubrimiento podría tener varios usos, pero uno de los más destacados es para la preservación patrimonial: se prevé que pueda ayudar a resguardar obras patrimoniales, especialmente las expuestas al aire libre, y sujetas a condiciones climáticas adversas.
Solución amigable con el ambiente
La industria del hormigón consume una gran cantidad de recursos naturales y energía. Y se estima que su producción masiva origina el 11% de los gases de efecto invernadero y más del 5% por año del dióxido de carbono global generado por la acción humana.
Por eso, la investigación de los científicos busca mejorar los procesos productivos para que sean más amigables con el ambiente y además extender la vida útil de las estructuras de hormigón y así disminuir los residuos que deja su demolición.
El equipo que lleva adelante el estudio ya piensa en un prototipo que permita aplicar la formulación sobre las microfisuras y que actúa con el transcurso de los días sin mayores intervenciones hasta cubrir las fallas.