La vivienda queda en lo alto de las sierras, en la ladera oeste del cerro Champaquí, donde el aire tiene tono de cielo y el frío –con helada incluida– aprieta, aún a media mañana.
La casa rural está rodeada de corrales de cabras, de ovejas y de aves. Ezequiel (22), censista de Villa Dolores, llegó hasta el lugar “acercado” por una camioneta del municipio de San Javier-Yacanto.
En lo profundo del valle de Traslasierra se recorrió puesto por puesto, para cumplir con el Censo 2022. En algunos casos, en los días previos adelantaron el trabajo, que en zonas aisladas se complica. En otros, se hizo también este miércoles.
Ezequiel se sorprendió al encontrarse con la dueña de casa. “La Negra” Villegas, granjera y artesana, es un referente entre los serranos que conservan las tradiciones del lugar. Si bien muchos vecinos le siguen llamando “El Negro”, como siempre, ella confiesa que siempre se sintió mujer.
“No tengo problemas de responder el censo, y me parece muy bien que se tenga en cuenta lo que cada persona siente” dijo, quien admite que preferiría que la llamen “La Negra”.
Por primera vez en Argentina, un censo tiene en cuenta la identidad de género. El relevamiento decidió diferenciar el concepto de “sexo registrado al nacer” y tiene tres categorías posibles: varón, mujer y X, que son las opciones disponibles también a la hora de realizar el DNI.
Aparte, la persona censada puede responder sobre su identidad autopercibida, o elegir la opción “no responder”. Villegas, en medio de la rudeza de la vida rural y serrana, pudo contestar orgullosamente según su percepción.
Problemas de conectividad y de distancias
En algunas zonas rurales, hay vecinos que no suelen atender a quienes no conocen. Por eso, algunos municipios dispusieron de personas que fueran conocidas para esos habitantes, a los fines de facilitar el trámite.
Censistas que realizaron esa tarea entre los faldeos de Traslasierra contaron que hubo hogares renuentes a atenderlos. “¿Eran de los criollos o de los hippies?”, consultó alguien, en referencia a dos segmentos poblacionales que en la zona identifican rápido como tales. “Unos y otros”, respondió el censista. En la conversación se colaba que algunos no aceptaban el censo por desconfianza y otros por concepción ideológica.
Según se acotó, fue de todos modos una franca minoría de los casos, aunque nadie tenía una respuesta certera de si volverían a ser visitados esos hogares en los días siguientes o si quedarían fuera del conteo ya.
Otra sorpresa contada es que en varias viviendas rurales que tenían anotadas, en realidad se daban con la existencia de dos o tres hogares en un mismo predio.
En algunos sectores serranos hubo demoras por problemas de conectividad a internet.
“Cada censista debe ser “logueado” minutos antes de salir para poder usar la aplicación del censo”, explicó una funcionaria municipal. En muchos sectores, incluso urbanizados, la conexión es débil o inexistente. Tampoco hay señal de celular en varias zonas y eso dificultó las tareas del operativo.
El municipio, en este caso, colaboró con los censistas en el traslado y en el aporte de refrigerio y apoyo logístico. Pero una vez entre las montañas, cada uno hacia el recorrido a pie, en casas aisladas, fuera de la vista entre unas y otras.
